Capítulo 13

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Organizar encuentros y planear fiestas sorpresas definitivamente no era mi fuerte. Tenía problemas para organizar mis tiempos y llegar a hacer todo lo que me proponía hacer y por eso terminaba haciendo todo a último momento, justo como ahora. Además de que me molestaba tener que ocuparme de la lista de invitados, así como también tener que imponer algunas tareas a mis amigos. Sin embargo, como se trataba del cumpleaños de Lionel trataba de hacer lo mejor posible para que todo salga bien y pueda hacerle la fiesta que se merecía, planearla fue algo difícil porque tenía la intención de hacer algo único para él que destaque todo lo que es y lo que le gusta.

Quería hacer algo grande para él, donde todos sus amigos estén presentes, así como otras personas importantes para él para que se olvide, por lo menos por un rato, que su familia no iba a estar ahí. Quería que se divierta y disfrute su día sin tener que pensar en nada, y que nada lo ponga triste, era una meta difícil y había muchas posibilidades de que no se dé como yo quería, pero no por eso iba a dejar de intentarlo.

Aunque, por más que lo intentara, era difícil planear una celebración cuando no estaba bien emocionalmente. Faltaban algunas semanas, pero se sentía tan cerca esa fecha que me traía muchos recuerdos agridulces que me paralizaban y no me dejaban actuar ni pensar con claridad. Esos días, a los que me gustaba llamar "días grises" no era yo misma, estaba programada para seguir con la rutina, pero mi mente estaba muy lejos de ahí, en un lugar donde el amor y el dolor iban de la mano para recordarme un par de cosas.

Cami: Ya me confirmaron casi todos, faltan algunos de los chicos.

Sabri: buenísimo, Cami. ¿Faltan muchos?

Cami: No, creo que dos o tres.

Mati: Con Kevin ya compramos todo para tomar ;)

Kevin: Fija que no sobrevivimos, ninguno va a quedar de pie para el final de la noche.

Vale: Solo los más valientes, ahre.

Bianca: Nosotros nomas jajaja

Bianca: Con Santi ya arreglamos la terraza de casa, quedó hermosa. Después les mando foto.

Y sin ellos sería imposible seguir con todo esto.

Les envíe un emoji con el dedo pulgar arriba antes de cerrar el chat del nuevo grupo que había armado para planear esto para luego volver a poner a cargar el teléfono y así llevar los dos platos de comida a la mesa.

—Mañana sería tu ultimo día con veinticinco — le dije a Lionel dejando el plato con pastas con salsa que había preparado para nuestra cena temprana, frente a él.

—No me lo recuerdes que me pongo sensible — me dijo llevándose una mano al pecho, dramatizando el momento.

—Perdón, perdón, no era mi intención recordarte lo viejo que ya estas — le dije molestándolo antes de inclinarme hacia adelante, sobre la mesa, y llevar mi dedo a su cara — mira, ya tenés una arruguita.

—¡La puta madre, Sabrina! Con eso no se jode — me gritó mientras acercaba el teléfono a su rostro, para comprobar que no tenía ninguna.

Sin embargo, su preocupación era evidente. Algo que, sin intenciones de ser una mala amiga, me hizo reír bastante.

—Perdón, pero sabes que te amo tanto como también amo molestarte con estas cositas.

—¿Cositas? ¡Casi haces que me dé un infarto! — exageró, como era de costumbre.

Me reí más fuerte de lo exagerado y dramático que podía llegar a ser a veces, digno amigo mío ¿Qué podía hacer? Lo amaba tal cual era, además tenía que admitir que yo era igual a veces.

—¡Ves! es la edad y no por lo que te dije — lo seguí molestando, intentando controlar la risa — Lo único que espero es que no tengas problemitas allá abajo, quiero seguir teniendo sexo y del bueno.

Su enojo desaparece y con él su ceño fruncido, y en su lugar levantó sus cejas observándome con cierta diversión y sin que su sonrisa perfecta faltara.

—¿En serio crees que puedo llegar a tener de esos problemitas? — me cuestionó — la edad me puede estar pegando de mil formas, pero mi pene sigue en perfecto estado y los años solo le traen más sabiduría.

Estallé en risas.

—Claro como digas, corazón —le dije siguiéndole la corriente antes de ponerme de pie para llevar mi plato ya vacío a la cocina y dejarlo sobre la mesada.

Lo escuché ponerse de pie y seguirme, y antes de darme cuenta sus manos estaban firmes en mi cintura y su boca muy cerca de mi oreja. Sentía su respiración cada vez más cerca erizándome la piel.

—¿Me vas a negar que cada vez lo hago mejor? — susurró terminando de acorralarme con sus cuerpo.

¿Negar lo bueno que era en la cama? Imposible.

—Soy tu mejor amiga Lionel, mira si te miento para no hacerte sentir tan mal — le dije con toda la intención de seguir molestándolo y disfrutar de su enojo un poco fingido.

—Dale, Sabrina. Esa ni vos te la crees.

—Cierto — admití empujándolo un poco para girarme y quedar cara a cara — No puedo mentir sobre eso, bueno, en realidad a vos no te puedo mentir con nada.

Lo vi sonreír segundos antes de romper con el poco espacio que había entre los dos para presionar sus labios sobre los míos, y como no tenia en absoluto la intención de negarme, lo seguí. E incluso también lo hice cuando nos emocionamos y llevamos el beso a otro nivel.

Lionel, como amante, era el mejor hasta el momento. Me había acostado con varios tipos a lo largo de estos años, uno que otro compañero de la facultad y algunos otros del trabajo, y podía afirmar que ninguno de ellos era tan buen amante como mi amigo. Supongo que tenia mucho que ver con que él conocía muy bien lo que me gustaba y lo que no, así como yo sabia lo que él prefería cuando estábamos en la cama.

Sin embargo, por muy bueno que fuera esta amistad con derecho a roce, los dos sabíamos muy bien que si cualquiera de los dos encontraba a alguien que lo hiciera feliz esto moría definitivamente hasta que estuviéramos nuevamente solteros, si es que sucedía. Porque antes que todo nos amábamos y nos importaba la felicidad del otro, además de que nunca mezclamos las cosas o confundimos la relación que tenemos.

—Me tengo que ir a trabajar — dije, pero más bien fue un recordatorio para mí.

—¿Cuánto nos queda? — preguntó dejándonos caer sobre la cama mientras sus manos luchaban para deshacerse de mi sostén.

—Una hora o un poco más, pero todavía me tengo que cambiar — le contesté llevando mis manos a la cremallera de su pantalón para luego, un poco de su ayuda, bajarlo junto a su bóxer.

—Podemos hacer mucho en ese tiempo — determinó entre besos, comenzando a descender lentamente con cada uno de ellos. 

El chico de InstagramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora