Capítulo 32

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Mi primera semana de trabajo fue exactamente lo que esperé y mucho más, no fue difícil adaptarme ni seguirle el ritmo al resto de mis compañeros. Me sorprendía de sobremanera la buena onda que manejaban y el compañerismo que había entre todos ellos—algo que claramente no sucedía en mi anterior empleo—, y hasta el momento podía decir que estaba en buen ambiente laboral rodeada de profesionales que sabían separar a la perfección el trabajo de la vida personal.

Pero lo mejor, sin duda, era la sensación que me causaba volver a trabajar y sentirme una persona capaz e independiente; la tranquilidad que me daba saber que iba a comer el resto del mes e incluso el año si las cosas acá se daban como lo esperaba. Y por supuesto no podía faltar el amor que le tenía a mi profesión y lo mucho que me gustaba ejercerla, necesitaba correr de una punta a la otra, estar al pendiente de las personas y tratar de que se sintieran lo más cómodos posible. Era mi momento para desconectarme del mundo y enfocarme únicamente en las personas que me tocaba atender y cuidar.

Sin embargo, tenía mi cable a tierra. Una persona increíble e insoportablemente egocéntrica con la que me había encariñado más de lo que esperaba, que me provocaba mil cosas con un simple mensaje, una llamada alguna de sus cursilerías. Bruno cada mediodía me hacía videollamada para que almorcemos juntos y hablemos de lo que iba de nuestro día o para que él aproveche y busque hacer crecer un poco más su ego, de todos modos, lograba sacarme sonrisas, me hacía reír y me alegraba un poquito más el día con toda esa energía que tenía.

—Del uno al diez ¿qué tan bueno crees que estoy? —me preguntó girando la cámara para apuntar al espejo que ocupaba casi toda una pared de su habitación, donde pude verlo de pies a cabeza.

Enseguida visualicé su torso desnudo y los tatuajes que cubrían gran parte de su piel, llevaba un pantalón corto holgado que colgaba de su cadera—o tal vez un poco más debajo de ella porque dejaba más a la vista la 'v' marcada en el inferior de su abdomen— regalándome la mejor vista. Me tomé mi tiempo para comérmelo con la mirada a través de la pantalla del teléfono mientras Bruno hacía diferentes poses que, en su mayoría, me sacaban una carcajada por lo payaso que era.

—¿Yyyyyy?—Insistió alargando la 'y' impaciente—¿Qué tan difícil es decir que soy un diez?

Responder su pregunta no era difícil porque él definitivamente era un diez...en realidad mucho más que eso y lo sabía, pero jugar con su paciencia y molestarlo un poco me pareció mucho más entretenido que seguir alimentando su gran ego.

—¿La verdad? —pregunté apoyando el teléfono sobre la botella de agua junto a mi plato, para poder terminar mi almuerzo.

Él asintió.

—¿Seguro?

—Sí.

—Y no te vas a enojar si no te digo lo que querés escuchar ¿Cierto?

—No, Sabru.

—¿Me lo prometes?

—Sí, te lo prometo.

—Bueno...—hice una pausa para mirarlo— ¿Estás cien por ciento seguro de que querés que te responda con honestidad?

Bruno bufó dando vuelta la cámara apareciendo su rostro en primer plano con el ceño un poco fruncido. Sonreí con inocencia.

—Me estás boludeando—me acusó.

—¿Yo? No, nada que ver—dije levantando las manos en el aire, fingiendo inocencia.

—Sí, claro—rodó los ojos—. Siempre me haces lo mismo y yo como boludo caigo.

Me reí.

El chico de InstagramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora