Capítulo 20

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Di un paso tras otro mientras pretendía estar segura de lo que hacía, aunque, para ser honesta, estaba muerta de nervios. Había hecho esto un par de veces, pero con gente o más bien un grupo de chicas que eran fanáticas de la misma banda que yo en ese momento, supongo que por eso por lo que esta vez se sentía diferente, bueno, la situación era un tanto diferente a las anteriores empezando por el hecho de que él si me conocía en persona mientras que yo ni siquiera me podía acordar de él. Tenía las expectativas a mil y estaba cien por ciento segura de que no era la única, y eso me hacía sentir un poco más nerviosa.

Y si bien nos hicimos amigos, y nos conocimos de esa forma. Era más que obvio que la intención, de ninguno de los dos era ser únicamente eso, aunque terminar como amigos si podía ser una opción, pero sería la última.

Me detuve justo al final de la calle a la espera de que el semáforo cambiara de verde a rojo y mientras esperaba aproveche para acomodarme la ropa y el pelo, viendo mi reflejo en uno de los vidrios del local que estaba solo unos pasos; saqué el teléfono para enviarle un mensaje a mi grupo de amigas avisándoles de mi paradero por si acaso y el «Tené cuidado» no falto por parte de ellas.

Guardé el teléfono y levanté la vista, fue entonces cuando lo vi, estaba apoyado en uno de los postes de luz que estaba a mitad de cuadra sosteniendo con una de sus manos el teléfono mantenido su vista fija en la pantalla y levantando su vista de vez en cuando para mirar al lado contrario de donde yo estaba, supongo que buscándome.

Podía verlo perfectamente desde donde estaba, y sin animarme a cruzar la calle para llegar a él me quedé de pie observándolo, sintiendo como los latidos de mi corazón se aceleraban a tal punto que sentí que iba a salirse, tan cliché, pero cierto.

Entonces el chico de Instagram volteó haciendo contacto visual conmigo mientras su sonrisa se ensanchaba. Una que duró apenas unos segundos antes de desvanecerse junto con él y dejarme en medio de una oscuridad que invadía poco a poco todo el lugar, dejándome solo a mí y volviéndose otra de mis pesadillas.

Una de las tantas que había tenido durante la semana, porque desde que hablamos aquella madrugada en el cumpleaños de Cristian y me propuso vernos cara a cara y conocernos más con el fin de averiguar qué tan lejos podíamos llegar con esto que empezó hace tanto tiempo por mi curiosidad, mi cabeza no había hecho más que imaginarse miles de escenarios en los que se podía dar nuestro encuentro, y la mayoría de ellos se proyectaban en mis sueños, jugando conmigo al hacerlo más real que nunca.

Aunque no era lo único, su voz diciendo que correspondía a lo que yo sentía por el no dejaba de reproducirse una y otra vez en mi cabeza como disco rayado, siendo una de las cosas que no podía olvidarme de esa noche a pesar de la cantidad de alcohol que había consumido. Sin embargo, por mucho que me haya gustado aclarar las cosas entre nosotros, no habíamos vuelto hablar desde entonces. No hubo mensajes, llamadas o alguna señal de vida de su parte al igual que de la mía. Sabía que, si le hablaba tenía que ser para responderle si aceptaba o no su propuesta, pero para eso debía tener clara cuál sería mi respuesta y, sinceramente, no la tenía.

Una parte de mí me gritaba que siguiera con mi filosofía, que aprovechara el momento y la oportunidad, que no perdía nada con eso, al contrario, ganaba experiencia de vida. Pero, una partecita chiquita me gritaba que reconsiderará mis decisiones y viera más allá de mi única preocupación para encontrarme con una realidad que me sembraba mucho miedo: que algo malo me pasé y termine bajo un puente o cualquier otro lugar y sin vida.

—Nardella ¿Podes pasar a mi oficina en cuando termines? — me pidió Fabiola asomándose por la puerta antes de desaparecer al recibir mi confirmación.

El chico de InstagramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora