Capítulo 16

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No dije nada, no sabia que decir tampoco porque aun no procesaba la información que él acababa de arrojar sobre mí. En ese momento, después de varios minutos en los que solo me quede mirando la pantalla del teléfono dura como si de la nada me hubiese convertido en una maldita estatua, mientras sentía su mirada fija en mí a la espera de que diga algo o simplemente parpadee porque sentía que ni siquiera eso hacía, dejé ir el aire que no sabia que estaba reteniendo antes de tomar control de mi cuerpo y presionar uno de mis dedo sobre la pantalla del teléfono, finalizando así la llamada.

Pero entonces el teléfono volvió a sonar en mi mano una y otra vez, con los mensajes y llamadas de Brandon o bueno, Bruno o como carajos sea su nombre. Era insistente y eso me molestaba, quería tener mi espacio y procesar la bomba que había tirado sobre mí como si nada.

Me molestaba que me haya mentido, desde el primer momento pudo haber aclarado ese detalle y no hacerme creer que estaba hablando con una persona que si conocía y no un completo extraño como lo es ahora. Pero esa era la otra cara de las redes sociales, las personas se mostraban de cierta forma sin embargo no eran así, todos fingían ser otra persona para encajar. El problema con eso es que se supone que él no tenía que fingir conmigo, más allá del jueguito de su profesión, no había que ocultarnos nada porque nos habíamos propuesto conocernos en serio. Yo quería hacerlo, pero esto... esto solo me hacia dudar de todo y sinceramente eso no era lo mío. No me gustaba.

—Hoy terminamos de poner las baldosas en el living y la cocina, después de eso limpiamos el desastre y el lugar es todo tuyo — me avisó Pablo con una sonrisa, orgulloso de su buen trabajo.

—Que genio sos, tío — lo felicite apoyando el teléfono sobre el termo para aplaudir frente a la pantalla — mañana cobro y les deposito lo último.

—Dale, Sabru. Te dejo porque hoy salgo con Nati, le voy a decir de vivir juntos ¿Qué decís? — me contó y sonreír feliz por la noticia.

—¡Ay, que lindo gesto, tío! Yo digo que sí, ella no lo va ni a pensar. Se re nota que va en serio.

—¿Decís? Estoy nervioso y un poquito asustado. No quiero correr si ella no corre conmigo ¿Entendés? — asentí entendiendo que mi tío esperaba que ambos estén en la misma pagina y no sea solo cosa suya avanzar un poco más en la relación.

—Sí, obvio. — le dije segura con la intención de también transmitírsela.

—Eso espero — desvío su vista poniéndose serio cortando nuestro momento feliz— ¿Vas a venir con nosotros el domingo al cementerio?

No estaba segura, no de ir sino de hacerlo con ello. Me gustaba tener un momento a solas con mi mamá y no tener que compartirla o esperar a que todos se vayan para poder estar a solas. No es como si ella estuviera ahí y me escuchara, pero me gustaba pensar que sí lo hacía, que ella me veía sentada frente a su lapida contándole mis problemas o algunas de las cosas buenas que me habían pasado o simplemente llorando en silencio deseando que estuviera conmigo.

—No sé, sabes que prefiero ir sola y... no sé... tener nuestro momento.

—Sí, ya sé. Pero queríamos estar por si nos necesitabas — me dijo encogiéndose de hombros, haciéndome sonreír por el gesto. — sigue siendo un momento difícil, y sabemos que para vos es más duro.

—Gracias, en serio les agradezco que siempre quieran estar para mí y que lo estén. Nunca se los dije, pero en serio estoy muy agradecida por todo lo que hicieron por mí todos estos años. Los amo.

—Y nosotros a vos, Sabru. Vamos a estar siempre para vos, lo sabes ¿no? — asentí con los ojos llenos de lagrimas — Ay, nos estamos poniendo sensibles, basta.

Me reí.

—Es tu culpa — lo acusé — bueno, dejémosla acá antes que nos pongamos peor. Suerte con Nati.

—Gracias. Chau — se despidió arrojando un beso a la pantalla antes de finalizar la llamada mientras escuchaba mi risa.

Me dejé caer sobre el sillón, cansada del día que había tenido, el hospital seguía siendo un desastre y mi guarda se había hecho eterna por ese mismo motivo. Estaba harta de esa desorganización y recientemente me había planteado buscar otro lugar de trabajo y hoy, después de despertarme, me había decidido, por lo que estuve enviando mi currículo a varios de los hospitales y clínicas que sabia que buscaban nuevo personal.

Preparar la comida me daba demasiada fiaca así que opté por lo fácil y rápido, y terminé encargando pizzas para la noche y unas cervezas para acompañar. Me sentía un poco triste de que sea mi ultima semana viviendo con mi amigo, me había acostumbrado a su presencia y también a tenerlo así de cerca por lo que iba a ser super raro volver a estar sola.

—No te vayas, quédate conmigo — me pidió después de contarle acerca de la casa.

—Me gustaría, pero sabes que no puedo — le dije abrazándolo más fuerte.

A esta altura tenia miedo de soltarlo.

—No importa, quédate — insistió.

Sabia que su insistencia era por lo que habíamos hablado cuando recién me mude hace algunas semanas, Lionel estaba en ese momento de su vida en la que estar solo no se sentía tan bien como antes, y querer tener a alguien ahí con vos parte del día, o por lo menos eso era lo que él decía. Yo tenia mis dudas sobre eso.

—¿Estas bien?

—No sé — me confesó — tengo muchas cosas en la cabeza que me dan vueltas.

—Sabes que siempre voy a estar acá para escucharte y ayudarte con lo que quieras. Te quiero ver bien.

Él sonrió asintiendo.

—Lo sé, corazón. Yo quiero lo mismo para vos y por eso quedarte acá conmigo es lo mejor para vos — me dijo con seguridad a lo que me reí.

—Podes ir y quedarte conmigo cuando lo necesites o lo quieras — propuse.

Lo escuche murmurar que sí antes de llevarse a la boca otra porción de pizza, volviendo a estar en silencio mientras mirábamos un programa Random que habíamos encontrado.

—¿Le vas a hablar?—me preguntó con cautela.

—No, así que decile que no me joda más. — le pedí sabiendo que Brandon/Bruno usaba a mi amigo como su mensajero.

—Sabri.

—¿Qué? No quiero hablar con él, me mintió y sabes que odio que la gente haga eso.

—Tienen que hablar.

—No.

No quería hacerlo, llevaba más de una semana evitándolo y estaba segura de que pronto no iba a cambiar de opinión. Sus disculpas podían llegar cada día en un nuevo mensaje, pero aún así me negaba a volver a darle lugar y retomar lo que habíamos empezado.

—Le tenés que dar la oportunidad de que te explique — continuó —debe tener una buena razón para haberlo hecho.

—No hay una buena razón para mentir.

—Bueno, sí, tenés razón —dijo estando al fin de acuerdo conmigo — igual, creo que tendrías que escucharlo. Así no te vas a quedar con la duda que por que lo hizo ¿No? 

El chico de InstagramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora