Capítulo 3

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Bostece mientras me ponía de pie, los golpes en la puerta no se detenían y con el pasar de los segundos se volvían tan insistentes como molestos a pesar de haber repetido más de una vez «¡Ya va!». Me refregué la cara antes de abrir la puerta y encontrar a mi tío del otro lado con una sonrisa mirándome divertido, vi en sus ojos un rastro de maldad, algo bastante típico en esta familia. No éramos malos solo que nos entreteníamos de otra manera, no éramos como una típica familia, si había abrazos y lindas palabras, pero eso era solo a veces porque la mayor parte del tiempo nos divertíamos haciéndonos esas famosas "bromas" que camuflaban un poco de maldad.

—¿Qué pasa? — pregunté cerrando la puerta detrás de mí para que no viera lo que escondía.

O bueno, a quién escondía.

—Zoé y Lau siguen durmiendo, yo ya me voy y seguro que hasta la noche no vuelvo. En la mesa te deje plata por si falta algo, pero igual hay todo para que coman ahora y a la noche.

—Bueno, tío — él sacó su billetera y de ella un par de billetes de cien para ofrecérmelos. A lo que me negué enseguida—No hace falta. Me baño rápido y voy para allá.

—Dale, Sabri. Cualquier cosa me mandas un mensajito ¿Sí?

—Sí, sí. No te hagas problema tío, pásala lindo.

Me di la vuelta para meterme en mi cuarto y buscar algo de ropa para cambiarme intentando hacer el menos ruido posible, cosa que era un poco difícil porque mi cuarto era un desastre. Me duché y cuando salí no encontré a Lio por ninguna parte, supuse que se había ido, pero al salir me lo encontré en la cocina preparando el desayuno, estaba de espaldas y llevaba puesto solo el jean que traía anoche dándome una muy buena vista. Sin duda mi amigo era hermoso y también, el mejor amigo del mundo.

—Que buen servicio —le dije sentándome en una de las sillas altas junto a la mesada — ¿Me cobras algo extra por esto o viene incluido en el paquete?

—Para vos lo hago gratis, hermosa.

—Que afortunada soy entonces, más de uno y una me envidiarían justo ahora. No todos tienen este privilegio —presumí.

—Una afortunada. La única en realidad.

—¿En serio?

—Sí, tonta. Hace un montón que no me acuesto con alguien más que vos. Estoy muy ocupado últimamente.

—¿En serio? —volví a preguntarle, todavía sorprendida.

Lionel bufó sin ganas de seguir contestándome, aproveche el momento para sacarle una foto para mandarla a nuestro grupito especial y presumir lo mucho que Lio me quería como para tomarse el tiempo de hacer el desayuno para ambos y no obligarme a mí a hacerlo como tantas veces hizo con los demás. Sus respuestas o más bien quejas y reclamos no tardaron en llegar.

Mati: Las veces que se quedó en casa ni siquiera se levantó a buscar un vaso de agua, el hdp

Cami: Jajaja Lio siendo Lio

Vale: Me parece que a nosotros no nos quiere.

Kevin: Me parece que están celosos, digo nomas.

Gala: A mí sí me hizo el desayuno.

Gala: Un montón de veces. Hace un buen café

Kevin: Pasan mucho tiempo juntos...

Leí el último mensaje y no pude evitar reírme, algunos no solo nos amábamos como amigos, había más sentimientos por ahí que seguían intentando ocultar.

Sabri: Me parece que tenemos otro celoso por acá...

Bian: Sos muy obvio, corazón.

No pude evitar reírme mientras seguí leyendo sus mensajes y comentarios inapropiados, incluso me tomé el tiempo para leer los de ayer para comprobar que no me había perdido de nada importante. Salgo de su chat y leo muy por encima los demás mensajes que tenía tomándome el tiempo solo para responder algunos porque tenía la muy mala costumbre de colgar con otras cosas y olvidarme de contestar, y para cuando los leía ya era bastante tarde y no tenía mucho sentido hacerlo. Me pasaba exactamente lo mismo con Instagram, siendo la red social que más usaba, era muy inactiva a pesar de recibir varios mensajes, pero de vez en cuando subía algunas fotos que me tomaba y me gustaban lo suficiente como para mostrárselas al mundo o algunas fotos de cuando me juntaba con los chicos. Me gustaba presumir los amigos hermosos que la vida me había dado, y a muchos les gustaba que lo hicieran porque cuando subía fotos con ellos no faltaban los comentarios preguntándome un montón de cosas de todos ellos o algún que otro mensaje privado de algún conocido interesado. Razón por la que cuando entro a Instagram no me sorprendo por la cantidad de notificaciones que tengo por las fotos que había subido del viernes en la previa y después en el boliche con ellos. Entro a la sección de comentarios y empiezo a leerlos en voz alta para que también Lionel escuche ya que varios eran sobre él, pero me detengo al leer uno en particular «Me debes una remera, el fernet no salió :(». La curiosidad me invadió al no reconocer al chico ni al nombre de aquel comentario así que entré a su perfil para ver si podía reconocerlo de algún lado o no, pero lo tenía en privado y su foto de perfil era demasiado chiquita como para ver algo más que un lindo perfil.

La incertidumbre me ganó, como tantas veces en el pasado había hecho, y me vi presionando el botoncito azul que decía "Seguir" esperando que él me aceptara, aunque eso no salió muy bien porque la ansiedad y curiosidad me consumía con cada segundo que pasaba mientras el desconocido chico de Instagram no me aceptaba tan rápido como había imaginado.

—¿Por qué esa cara? — preguntó mi amigo dejando nuestro desayuno-almuerzo sobre la mesada — parece que estás al borde de gritar «ansiedad» como el bombón de Fuller Hause.

—Aunque es una muy buena comparación, no estoy al borde de eso. Solo estaba pensando en algo, nada importante. — dije antes de darle un mordisco a la porción de la pizza que improvisó para nosotros —Mmm, está muy buena.

—Gracias, casi tanto como yo ¿No?

Ya me veía venir un comentario como ese.

—Obvio, Corazón.

Como dije antes, no era el tipo de persona que se la pasaba el día con el teléfono en la mano atenta a lo que los demás hacían y publicaban en sus redes ni mucho menos me tomaba el tiempo de responder los mensajes de WhatsApp rápido. Pero en los días siguiente me vi siendo ese tipo de persona que tanto me molestaba, esa que no tenía vida más allá de su teléfono, solo que no tan extremo por supuesto; aprovechaba cada ratito libre para ver si él me había aceptado, pero no había señales de vida de su parte, pendiente de cada notificación e incluso de los comentarios en las fotos que seguían llegando. Era tan molesto, pero la ansiedad y la curiosidad me ganaba y luchar contra ellas no era una opción porque tenía todas las de perder.  

El chico de InstagramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora