Si tenía que ser sincera, y en serio quería serlo, tenía que admitir que me empezaba a gustar un poquito mucho lo espontáneo que podía a llegar a ser Brandon. Tanto él como yo, habíamos agarrado el hábito de llamarnos y vernos la cara a través de la pantalla del teléfono un par de veces a la semana y disfrutar de nuestra compañía en plan de amigos, o eso es lo que intentábamos hacer, pero él lo volvía un poco especial cuando buscaba el mejor lugar para hablar o cuando decidía hacer de guía turística para mostrarme alguno de sus lugares favoritos en Madrid.
En esta ocasión él estaba en la terraza de su edificio, apoyado en la barandilla que rodeaba el lugar con el teléfono en horizontal para poder mostrarme parte la ciudad que se podía aprecia detrás y a un costado de él.
—¿Cuándo te dan vacaciones? — me preguntó jugando con el cable de sus auriculares.
—Supuestamente en diciembre o enero, pero no sé bien porque les gusta hacerse los pelotudos cuando pedimos vacaciones y nos boludean como quieren.
—Que hijos de puta que son.
—Así son en todos lados — le dije mientras me dejaba caer en el sillón de Lio abrazada al termo y al mate para posteriormente apoyarlos en el suelo y maniobrar para prepararlo con una sola mano — ¿A vos cuando te las dan?
—Fines de diciembre, para las fiestas. Las cuales aprovecho para volver a Baires y pasar tiempo en familia. — me dijo y enseguida sonrío levantando una de sus cejas — ¿Me vas a dejar verte?
—Y, no sé Brandito. Conmigo tenés que reservar como mínimo cuatro meses antes, ya sabes, tengo la agenda bastante llena.
—¿Y no me podés hacer un lugarcito? A cambio te puedo dar una foto mía autografiada — negoció.
Me reí negando con la cabeza.
—Primero tendría que saber quién sos, y segundo — dije levantando otro de mis dedos, mostrándoselos — si vas a negociar que sea por algo mejor que una foto tuya, lindo. No sé, algo más tentativo a lo que no me pueda negar.
Su sonrisa se ensanchó al tiempo que sus dientes aprisionaban su labio inferior mientras movía la cabeza, asintiendo.
—¿Lo puedo pensar? — me preguntó y enseguida acepté — Porque se me ocurren miles de cosas, que son tentativas para mí, pero no sé si para vos.
—Mejor pensálo, antes de decir cualquiera — lo aconsejé — ¿Tenes dos semanas de vacaciones nomás?
—No, me dan cuarenta y cinco días para descansar, normalmente estoy un mes allá y vuelvo una o dos semanas antes para poder hacer algo acá con esos amigos que no veo casi nunca por la falta de tiempo.
—Me imagino que tu familia te re disfruta en ese tiempito. Debe ser re feo tenerte tan lejos.
—Sí, es algo que hasta el día de hoy me reclaman — me dijo haciendo una mueca — entienden que mi trabajo es acá, pero la distancia es mucha, ninguno esperaba terminar viviendo en continentes diferente. Igual, la veces que les propuse a todos que vinieran a vivir acá se negaron, a excepción de mi hermana que se vino meses después que yo me instalara.
—Y bueno, es una decisión un tanto difícil. Dejar el país en el que creciste y viviste gran parte de tu vida no debe ser fácil. — le dije entendiendo la situación de su familia y en la posición difícil que los ponía — Yo si estuviera en su lugar también diría que no.
—¿Por qué? — me cuestionó — ¿No te gustaría conocer un nuevo lugar y salir un poco de ese que conoces perfectamente?
—Sí, vivir en otro continente o país creo que es el sueño que todos en algún momento de la vida tenemos, pero en mi caso yo dejaría de lado ese sueño por mi familia — le expliqué — Ellos son todo lo que tengo y no podría poner un océano de por medio entre nosotros, ni mucho menos con mis amigos que son mi segunda familia. Prefiero una vida junto a ellos que una lejos donde este todo el tiempo extrañándolos y me sienta tan ajena en un nuevo país.
Brandon asintió con la cabeza una o dos veces, desviando su vista hacia un costado, como si estuviera pensando algo. Entonces el silencio se hizo presente entre nosotros, sintiéndose tan cómodo como era posible, y yo aproveche para dejar el teléfono sobre mi regazo y así poder prepararme otro mate sin tener que maniobrar tanto.
El ruido de las llaves contra la puerta me hizo girar un poco para poder ver la puerta, un reflejo que desarrolle en esta última semana estando acá. La puerta se abrió y Lionel apareció sosteniendo su mochila y una bolsa de compra en una de sus manos que me genero curiosidad y me sentí como una nena chiquita al preguntarle «¿Qué me trajiste?».
—Algo que te gusta mucho, además de mí, por supuesto.
—¿Qué podría ser eso? — le pregunté poniéndome de pie para acercarme y agarrar la bolsa que él extendió hacia mí — Ay, Jodeme que es helado.
Abrí la bolsa comprobado que era lo que esperaba, y tomé uno de los dos potes de helado que había dentro de ella, con la misma emoción con la que lo hacía siempre.
—Ay ¿Tenes idea de cuánto te amo justo ahora? Definitivamente te ganaste mi corazón.
—¿Más de lo que me amas normalmente? — preguntó mientras se dejaba abrazar por mí, luego de dejar a un lado su mochila.
Estaba por decirle lo buen amigo que era y lo mucho que se merecía el cielo completo, pero una voz ,que reconocía perfectamente, se escuchó recordándome que no estábamos tan solos.
—Te llamo más tarde, Sabri — me avisó Brandon.
—No, no. Pará.
Levanté el brazo dejando el teléfono nuevamente al frente, enfocando también a Lio, que le sonreía a la cámara mientras levantaba una de sus manos para saludarlo.
—Él es Lionel, mi mejor amigo. Lio él es Brandon, un amigo — los presenté.
—¿Vos no sos el morocho del boliche? — le preguntó mi mejor amigo quitándome el teléfono para posteriormente sentarse en el sillón.
A lo lejos, llegué a ver a Brandon asentir con la cabeza antes de hablar.
—Sí ¡Al fin alguien se acuerda de mí!
—¿Qué pasó, Sabri no se acuerda la nochecita que tuvimos?
— Sabri ni siquiera se acuerda que me conoció gracias al Fernet que me tiró encima — le dijo Brandon, causando la risa de mi amigo y la suya.
Los miré incrédula escuchando como hablaban de mí como si yo no estuviera parada justo detrás de ellos. Lionel se adueñó del teléfono volviéndose el centro de atención de mi nuevo amigo, y hablando como si llevaran toda la vida conociéndose.
Si fuera otra persona y otra situación estaría sorprendida de la manera en la que hablaban después de haberse visto una o dos horas con muchos tragos encima, pero Lionel tenía ese algo que generaba que las personas se sientan cómodas charlando o interactuando con él. Aunque también podría ser por el simple hecho de que ambos se acordaban la noche que pasamos en Palermo mientras que yo apenas si podía recordar algunas cosas.
—Pará, pará ¿No nos conocemos de otro lado? En serio que te veo cara conocida, pero no sé de dónde.
—Puede ser que me conozcas — le contestó. Yo me acerqué hasta quedar al lado de mi amigo — Pero si sabes no le digas a Sabri, tenemos algo así como una apuesta sobre eso.
—Una que no me dejas ganar — le reproché.
—No te quiero dejar ganar, linda. Quiero el premio.
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El chico de Instagram
RomanceElla no lo recordaba en lo absoluto. Él no podía sacársela de la cabeza. Un comentario y un mensaje en Instagram fue lo que le dio lugar a que algo entre ellos comenzara, una buena amistad que poco a poco fue evolucionando, volviéndose lo que ello...