—¿Podes dejar de ser tan lindo? —le pedí y enseguida la comisura de su boca se elevó formando una sonrisa ladeada.
—Perdón por querer compartir mis sentimientos—me dijo fingiendo enojo, o por lo menos eso creía—, no pensé que fueras tan insensible, mejor amiga.
—No fue una queja, Brunito. Aprende a escuchar.
Caminar media cuadra más con Bruno a ciegas fue todo un reto porque no solo caminaba extremadamente lento, sino que también lloriqueaba y me rogara que no lo hiciera caer, cosa que no pensaba hacer, sin embargo, tenía que admitir que lo pensé por un segundo cuando nos tocó cruzar una avenida y su paranoia aumentó a un mil por ciento, terminando con la poca paciencia que me quedaba.
—Ahora vengo, quédate acá un ratito y hace de cuenta que no sabes donde estas —le dije antes de acercarme corriendo al puesto que había a un par de pasos de nosotros, sin darle tiempo a volver a quejarse—. Hola. Dos, por favor.
En menos de tres minutos estaba de vuelta frente al castaño quejoso que tanto me gustaba con nuestra comida y una de las mejores vistas de la ciudad.
—Ya te lo podés sacar.
Y tal como le dije, Bruno levantó los brazos llevando sus manos detrás de su nuca para deshacer el nudo del pañuelo.
—¡Nah! ¡Me muero—dijo con son una sonrisa de oreja a oreja cuando se quitó el pañuelo y entré en su campo visual—, hace mil que no vengo a la costanera y menos a comerme un choripán!
Su emoción y la carita de feliz cumpleaños que ahora tenía provocó que me riera.
—Entonces... ¿Te gustó tu sorpresa?
El chico de Instagram asintió inclinándose para dejar un casto beso en mis labios.
—Amo, en serio.
Verlo a Bruno reencontrarse con su cultura y una de las comidas más típicas y amadas del país, fue bastante divertido de ver, sus gestos eran de puro placer e incluso creo que en un momento él gimió saboreando la comida. Pero fue imposible aguantar la risa cuando empezó a divagar diciendo barbaridades y cosas sin sentido mientras no dejaba de atragantarse con la comida, finalizando con lo mucho que amaba el país y la suerte que había tenido al haber nacido acá.
—Me encantó, definitivamente la mejor cita que tuve en la vida—me confirmó mirándome a los ojos—. Gracias, hermosa.
—Me di cuenta, Brunito—comenté riéndome.
—¿Queres más? Porque yo sí—dijo queriendo adelantarse para volver al puesto de comida. Lo detuve tomándolo del brazo.
—Deja, voy yo.
—Pará, toma—me dijo sacando su billetera.
Negué con la cabeza.
—Invito yo, la próxima te toca a vos.
Cuando regresé con más comida para él, porque yo ya estaba más que llena con lo que había comido, y dos latitas de gaseosa, le doy lo suyo y comienzo a caminar abriendo la lata de Seven Up mientras en la otra mano desbloqueo el teléfono con el teléfono para responder los mensajes de felicitaciones de mis amigos por conseguir el empleo y otros de mi familia. Bruno caminaba a mi lado en silencio.
—¿Sabri?— me llamó y enseguida deje el teléfono para girar la cabeza y mirarlo.
—¿Qué?
Me sonrió con picardía.
—Cásate conmigo.
Sonreí.
ESTÁS LEYENDO
El chico de Instagram
RomanceElla no lo recordaba en lo absoluto. Él no podía sacársela de la cabeza. Un comentario y un mensaje en Instagram fue lo que le dio lugar a que algo entre ellos comenzara, una buena amistad que poco a poco fue evolucionando, volviéndose lo que ello...