Cuando considere seguir la carrera de enfermería honestamente esperaba algo más, creí que haría cosas un poco más importantes, ayudaría a salvar vidas. En serio que esperaba algo más como Grey's Anatomy, un poco de drama romántico, alguna que otra muerte, el trato que ellos tenían e incluso sus lindos doctores, pero terminé encontrándome algo muy distinto, aunque eso no significa que odié mi trabajo. Elegí estudiar esto y con el tiempo me enamoré de mi trabajo, de lo que hacía y me acostumbré a una vida en la que tenía que estar en constante movimiento y terminé descubriendo que no era tan malo estar de un lado al otro pensando únicamente en otras personas y no en mí, me di cuenta de que eso me ayudaba a olvidarme de mí, me daba un descanso mental que antes no tenía. Correr era mi forma de lidiar con el dolor, de que con el tiempo se volviera soportable.
Aunque cuando recién arranqué pensé que podía a llegar ser un problema pasar tanto tiempo en un hospital otra vez, tenía la idea de que los recuerdos me iban a torturar y que me iba a ver obligada a dejar mi trabajo, o bueno, también estaba la opción de ir a un psicólogo, pero eso era algo que descartaba de inmediato en ese momento no porque no me gustara sino porque era apenas empezaba, no tenía la plata para invertir en mi salud mental.
Sin embargo, por mucho que me gustara mi trabajo también apreciaba el tiempo fuera de él, tomarme dos días a la semana para dejar de correr y descansar eran necesarios. Además, eran días que invertía en pasar tiempo con la familia y con mis amigos, empezando desde el viernes a la noche. Para mí y mis amigos era ley juntarse semana de por medio cada último día hábil de la semana a compartir una cerveza o algo más mientras comíamos y nos poníamos al día. Me relajaba al mil por ciento cuando estaba con ellos, me traían tanta paz. Llevábamos tantos años conociéndonos que me sentía completamente cómoda alrededor de ellos, era libremente yo misma. Tenía asegurado que los viernes me iba a desconectar del mundo para entrar en uno que ya conocía y dónde los problemas no importaban o bueno, dónde se me olvidaban.
—¡Hasta el piso! —le grité por encima de la música a Matías y a Lionel que meneaban su trasero al ritmo de la música mientras descendían poco a poco quedando cada vez más cerca del piso.
Y en un intento de cumplir con lo que les pedía terminaron en el suelo, de espaldas y riéndose tanto como todos nosotros.
—¿Se dan cuenta lo que me hacen hacer? — se quejó uno de ellos fingiendo estar enojado al tiempo que se ponía de pie.
—Dale, seguro que nosotros te obligamos Matías —habló Bianca — vos te prestas solito para estas cosas, así que no te hagas.
Mati estaba por replicar cuando mi mejor amigo se adelantó para hablar.
—No sé si te obligaron o qué, pero espero que la próxima me bailes un poquito más cerca y lo hagas mejor— se sentó a mi lado y pasó su brazo por mis hombros atrayéndome a él —Prefiero bailar con Sabri, ella sabe moverse.
—Es porque tengo un pene y no una vagina ¿Cierto? — se hizo el ofendido, pero lo único que consiguió fue la risa de todos nosotros.
—También me gustan los penes así que no creo que ese sea el problema.
—Es favoritismo.
Él me guiña un ojo antes de aceptar la cerveza que Gala le ofrecía.
Sonrío.
Era más que obvio que era la favorita de Lionel, todos los sabían tanto como que él y Gala eran los míos. No me mal entiendan, amo demasiado a cada uno de ellos, son mi segunda familia y daría hasta mi vida con tal de que ellos estén bien, pero la relación con Lionel y Gala era diferente, congeniamos bien y les tenía mucha más confianza, me daban la seguridad para poder abrirme con ellos y poder hablar sobre todo, supongo que es así porque solía pasar mucho más tiempo con ellos dos que con los demás.
Pero este grupo lo era todo para nosotros y todos cumplíamos un rol en él.
Gala era nuestra editora soñadora, era la que nos motivaba a ir por más, la que nos recordaba lo mucho que valemos y que no teníamos que conformarnos con tan poco. Un poco contradictoria porque a veces era lo que ella hacía, pero bueno, qué sé yo.
Lionel era nuestro artista, el que aparecía siempre con una guitarra en la mano y toda la energía para cantarnos alguna de todas sus canciones; nos alentaba a arriesgarnos y no pensar tanto las cosas justo como él lo hacía. Se prendía en cada joda o boludez que hacíamos. Y, además, era el primero en buscarnos cuando sabía que alguno no estaba bien. Siempre, sin importar la situación, él estaba ahí para apoyarte.
Camila era la más tranquila y chiquita de todos nosotros, y la que más nos cuidaba, sobre todo cuando decíamos sobrepasar los límites y hacer desastre. También era la única que sabía cómo decirte la verdad, era demasiado honesta con nosotros, aunque no tanto con ella misma.
Kevin y Valeria, el artista y la psicóloga, eran los que siempre tenían la mejor excusa para juntarnos, la bebida, la comida y planear los mejores desastres eran su especialidad, eran tan ingeniosos como peligrosos. Muchos de nuestros mejores momentos fueron gracias a ellos, e incluso fueron los que propusieron que juntáramos los viernes, fue algo así como una promesa para no distanciarnos después que terminamos el secundario y cada uno empezó a tener un horario diferente.
Y, por último, pero no por eso menos importante, estaban Bianca y Matías, la escritora y el abogado. Los responsables de que este desastroso grupo existiera desde el primer momento, de que conociera a mis mejores amigos y que encontrara un grupo de personas tan lindo como este lo era. Nos mantienen unidos, bueno a casi todos, uno de los nuestros está perdido. Un día simplemente decidió que tenía que irse, no dijo nada al respecto y desapareció dejando a nuestra Bianquita con el corazón roto. Pero eso fue hace tanto.
¿Y yo? Eh... bueno yo era la que pasaba los mejores stickers en el grupo de WhatsApp y, además, la que le ponía los mejores nombres al grupo. Sin mí el grupo tendría el peor nombre en la historia de los nombres de grupos de WhatsApp. En serio lo digo.
Cuando recién empezamos éramos "Mati y los otros" y gracias a mí eso cambió varias veces durante todos estos años, cuando empezamos a descubrir la joda y nos dimos cuenta de que nos gustaba tanto como la birra nuestro grupo pasó a «Una birra y ustedes es todo lo que necesito» Buen nombre ¿Cierto?, luego de eso fuimos «Los Puticornios» No pregunten, fue raro. Después «Terapia Gin Tonic» hasta que unos años después de eso leí una bilogía que Bian y Gala me sugirieron y me gustó tanto el nombre de chat que tenía su grupo de WhatsApp que cometí plagio y pasó a ser el de nuestro grupo, aunque un poquito modificado «Antes muertos que sin birra». Y así fue pasando de nombre en nombre hasta que llegó al actual, el día en que Cami cumplió veinte pasamos a ser «El club de los veintitantos» por nuestra edad variada dentro de los veinte, no sé si era muy original, pero a todos les había gustado así que ese se iba a quedar hasta que estemos en nuestros bonitos treinta.
A pesar de eso, a veces sentía que no aportaba mucho al grupo en realidad porque stickers y nombres puede mandar y cambiar cualquiera, pero hacer las cosas que ellos hacían no. No era el tipo de persona atenta o del tipo que se preocupa todo el tiempo por los demás, o que está al tanto de ellos siempre, no me salía ser así fuera del trabajo.
ESTÁS LEYENDO
El chico de Instagram
RomanceElla no lo recordaba en lo absoluto. Él no podía sacársela de la cabeza. Un comentario y un mensaje en Instagram fue lo que le dio lugar a que algo entre ellos comenzara, una buena amistad que poco a poco fue evolucionando, volviéndose lo que ello...