Capítulo 23

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(Alec)


Ahora que miraba la situación con la cabeza fría, me había dado cuenta que ya la había liado. Por lo que deje a Janet tapada y me puse los pantalones, antes de salir de la tienda de campaña. Me quede a pocos pasos, ya que estaba amaneciendo y no quería que Janet se despertara y estuviera sola.

Había marcado a Janet, podía sentir como mi alma estaba vinculada a la suya. Como mi Leopardo estaba a su lado restregando su pelaje contra su alma, reconfortándola y calentando su alma.

Eso hacía que me llenara a mí mismo... pero ¿Qué sentía ella? ¿Se arrepentiría cuando despertara? ¿Podía mantenerla dormida para siempre, para que siempre estuviera a mi lado? No, no podía hacer eso. Se podría considerar necrofilia o algo así... además yo la quería viva, corriendo a mi lado, sonriendo... siendo ella misma.

No quería que pensara que lo hice por la misión, por el bien de Malec. Quería que supiese que lo había hecho por ella, porque realmente quiero estar con ella... si estuviéramos en el pueblo o la ciudad podría tener detalles románticos, citas... enamorarla poco a poco. Pero estando en mitad del bosque ¿Qué detalle voy a tener? No puedo recoger las flores de aquí, porque pinchan o son mágicas y muerden...

Estaba tirándome de los pelos por la frustración y la comida de olla que estaba en mi cabeza, cuando note unos golpecitos en mi hombro.

Me gire de golpe, sobresaltado. Solo era Rayan.

-¿Qué pasa? ¿Tus reflejos de gato no te ayudan cuando vas sin camiseta? –se burló.

-Baja la voz –le regañe en susurros.

-¿Por qué? –pregunto en susurros con una sonrisa en la cara.

-Porque Janet está ahí durmiendo –recalque señalando la tienda.

-¿Por eso hueles a sexo? –pregunto levantando una ceja.

Inconscientemente baje la cabeza y olfatee sobre mí e incluso olfatee mis brazos. Lo que provoco la risa en Rayan.

-Que inocente pareces ser... caíste de pleno en mi trampa –dijo volviendo a reírse de mí.

-Te voy a rapar la melena cuando duermas –dije entre dientes, antes de confesarle- Marque a Janet.

Se quedó callado del impacto de mis palabras.

-¿Qué? –pregunto estupefacto.

-He marcado a Janet –repetí más despacio para que su celebro retuviera mis palabras.

-Felicidades, tío –dijo alegrándose y tirándose contra mí, abrazándome- ¿Quién diría que el gatito se emparejaría tan salvajemente? ¿Tengo que llamarte leopardo a partir de ahora? –pregunto lo último en broma.

-Idiota –conteste negando con la cabeza y resoplando.

-¿Y eso está bien? ¿No complicara las cosas para la misión? Lo digo porque no quiero estar luchando todos juntos y que te vuelvas contra mí por tocar a Janet para protegerla. Todos sabemos que cuando te emparejas te entrara los celos y no controlaras tu... -dijo señalando a mi bragueta.

-Creo que tengo el suficiente autocontrol para no atacarte si no te lo mereces y mi lujuria no es asunto tuyo. Además puedes estar tranquilo, soy muy posesivo en ese tema por lo que no te dejare ver ni un gramo de piel extra de mi Janet –dije mirándole seriamente.

-Me alegra oír eso. La que nos espera –dijo a modo de queja- ¿Y qué es lo que haces aquí fuera y no dentro de Janet? Perdón... Dentro con Janet.

Le di una manotada en la nuca por su broma. Nadie podía hablar así de Janet, solo yo. Es mi privilegio.

-No te pases. Ahora vete –le ordene antes de volver adentro de la tienda de campaña.

Janet seguía acurrucada dentro de la manta. Respiraba tranquilamente, por lo que sabía que seguía durmiendo.

Gatee hasta estar a su lado. Le quite el pelo de la cara y recogí tras su oreja. Poco a poco me fui tumbando tras ella para acabar abrazándola por la espalda y pegándola a mi pecho.

Janet hizo unos sonidos muy graciosos mientras se movía para acomodarse contra mí, aun sin despertarse.

Tenía ante mí la marca que le había hecho. Para el ojo humano esa marca sería un horror, una cicatriz horrenda y fea. Pero para mí es la demostración de amor más bonita que hacía por mí, lucir mi marca.

Me tentó ver su hombro desnudo por lo que no me resistí y comencé a besar la marca. Ya no debería dolerle, por lo que seguí besando su hombro. Note cuando Janet se despertó porque le cambio la respiración y se intentó revolver entre mis brazos, pero se lo impedí. Quería seguir besándola.

-¿Tienes fiebre otra vez? –pregunto soñolienta.

No me moleste en contestarle.

-Alec, para. Se siente raro –note como me agarraba de los pelos para separar mis labios de su piel.

-¿Raro? ¿Te hago daño? –me obligue a preguntar.

-No...

Entonces aparte su mano de mi pelo y entrelace los dedos con ella, para impedirle que me vuelva a interrumpir. Volví a seguir haciéndole chupetones por toda la marca.

-Para, Alec. Va a parecer que me has dado una paliza –se quejó, logrando girar sobre si misma- ¿Tienes fiebre de nuevo?

Puso su mano libre en mi frente.

-No... estas caliente, pero no es fiebre –dijo mirando en mis ojos, como si buscara algo que explicara mi comportamiento- ¿Te encuentras mal? ¿Qué te pasa?

-Estás muy guapa recién despierta. Solo quería probarte de nuevo. Hoy tenemos una caminata densa y Quinn nos hará entrenar al llegar. ¿Vas a estar bien?

-¿Supongo? ¿Por qué preguntas?

-Yo seré inocente y caeré en sus trampas pero tú lo eres más y caes en las mías –dije sonriendo antes de besarla, impidiéndole que hablar.

Janet intento separarme de ella, supongo que para preguntarme de nuevo si me pasaba algo. Pero no me quería contestarle que lo que tenía era lujuria porque me habían entrado celos de solo escuchar a Rayan diciendo de tocarle. Janet era mía y no soy un hombre que comparta a su pareja.

Ahora me sobraban los pantalones que me había puesto para salir, por lo que acabaron volando de mí y uniendo mi desnudez a la de Janet.

No salimos de allí hasta media mañana.

Centinela de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora