Capítulo 20

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(Janet)


Quinn nos dio un discurso que más que motivador era una broma sobre nuestra actitud. Que debemos ser un equipo no ir unos contra otros.

También insistía en que ahora que yo había sacado mi magia practicara, lo que provocaba que me pudiera en situaciones en la que me frustraba o tenía miedo. Pero la magia seguía sin salir. La había usado una vez y ya se acabó.

-Te tienes que concertar. Sabes que puedes.

-¡Que no puedo! -le grite ya desconsolada por sentirme una molestia.

Alec y yo nos habíamos alejado del camino, donde se habían instalado los demás, para practicar.

-No te enojes así.

-¿Por qué no puedo?

-Porque estas muy guapa cuando lloras -respondió sin perder la calma, empujándome a sus brazos.

-Suéltame -dije sin ningún tipo de fuerza en la voz. Casi pidiendo, en realidad, que no lo hiciera.

Incluso aunque dije eso, yo también le envolví entre mis brazos agarrándome con fuerza a su camiseta.

Levante la cara y nos quedamos mirándonos, en silencio. Pero no un silencio incomodo, más bien era un silencio lleno de emociones encontradas. La frustración, desesperación, la complicidad de saber que él me entendía, la paz que me daba estar a su lado, la admiración que veía en sus ojos junto con el deseo.

No sé exactamente que fue, pero algo dentro de mí me instaba a ponerme de puntillas para llegar hasta sus labios. Pero mi intento fue frustrado ya que el mismo Alec cogía mi cara con las manos y me dio un beso en la frente.

-No provoquemos al leopardo -dijo cuándo separo los labios de mi frente.

Entonces nuestra piel empezó a brillar como un aura blanca a nuestro alrededor. Nos separamos para mirarnos. Entre ruidos de sorpresa y alucinación, nos dimos cuenta de que el tatuaje de Alec brillaba. Lo que provocó que arremangara para mirar mi marca, también estaba brillando.

-¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? –empecé con las preguntas histéricas.

-Esto significa que nos hemos unido. Que ya nos hemos unido como centinela y Diosa de la luna. Hemos conseguido crear el vínculo.

-¿Y eso que significa? ¿Qué cambia?

-Que tú poder ya está listo para crecer. Ahora te va a ser más fácil usar tu poder porque al estar unida a mi yo puedo darte la estabilidad para que tu magia salga.

-¿Y tú?

-¿Yo que? –pregunto confuso.

-Si yo te robo fuerza para mi poder ¿A ti no te afecta?

-Claro, pero no te preocupes soy fuerte. Además cuanta más práctica tenga menos tendrás que apoyarte en mi fuerza, hasta que apenas la necesites. Tenemos que ser un equipo, por eso no te tienes que preocupar, yo no y a dejar que te pase nada. Ninguno de nosotros va a dejar que te pase algo por mucho que alguna tigresa diga.

-Mejor solo habla por ti. Porque ella no lo tiene así de claro.

-Dejemos a un lado este tema y vamos a ver si es verdad que puedes usar tu poder. Lanza tus manos para allí –dijo señalando un árbol.

-Vale –acepte.

Me puse frente al árbol, a cierta distancia. Separe las piernas, como he visto en las películas cuando enseñan a disparar a alguien, y levante las manos con las palmas hacia el árbol. Respire profundamente y me concentre en hacer algo, porque sinceramente no sabía qué hacer para que funcionara.

Tú puedes. Venga. Escuchaba en mi cabeza.

-Piensa en cómo te sentiste cuando nos atacaba la pantera. Tú puedes. Venga –lo último lo dijo con el mismo tono que había sonado en mi cabeza.

Ignore la sorpresa que me había causado eso y me concentre en el miedo y la frustración. Me concentre en proyectar esas imágenes en mi cabeza.

Grite mientras empujaba hacia adelante mis manos, donde tenía un cosquilleo en las palmas de mis manos. Una media esfera se creó desde mis palmas y fue creciendo a medida que la empujaba. Cuando era más grande que yo hice un movimiento como de empujar lejos, lo que provoco que la semiesfera fuera sola hacia delante y fuera arrasando con todo según avanzaba. Convirtiéndolo todo en polvo, cenizas, en nada.

Baje las manos al ver el desastre natural que acababa de provocar. Había hecho un claro de destrucción donde antes había bosque.

Mire, con los ojos como platos, a Alec. Estaba tan alucinada que no podía articular palabra. Alec estaba mirando el destrozo.

-Guau –fue lo único que dijo, aun sin mirarme.

-Lo siento, no quería hacer esto.

-Está bien, las hadas del bosque se encargaran de regenerar esto poco a poco.

-Como que eso existe –dije incrédula.

-Sí que existen. No estaba de broma. Ellas están en todas partes y que no te quepa duda que saben que no lo has hecho queriendo.

No pude decir nada. No sabía que decir. Estaba demasiado impactada.

-Vamos con los demás –decidió Alec- por hoy está bien.

Note como se movía pero mis pies no respondieron. Hasta que note como Alec me cogía de la mano. Me solté rápidamente por el miedo inconsciente a repetir lo que había pasado y dañar a Alec de alguna forma.

-Tranquila, no me pasara nada –dijo cogiendo de nuevo mi mano, esta vez con más fuerza para que no la retirara de nuevo.

Me guio en silencio hasta el campamento improvisado.

-¿Qué ha sido eso? –Fue la pregunta con la que Quinn nos recibió- Hemos visto luces en donde estabais ¿Estáis bien?

-He destrozado parte del bosque –solté sin preliminares.

-Por supuesto que lo iba a destrozar. Su perfume mata hasta las rocas –se burló Katya.

-La única que mata por el olor eres tú, que hueles a tigre que apestas.

Le deje con la palabra en la boca antes de contarles a todos lo que realmente había ocurrido en el bosque, con mis poderes.

También le explique a Quinn que Alec y yo nos habíamos unido como centinela y diosa de la luna. A lo que festejo dando saltos y aplaudiendo, sorprendiéndonos a todos. No sabía que eso le hiciera tan feliz

Centinela de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora