Capítulo 49

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(Alec)


Estaba a punto de golpear al hombre, un puñetazo en toda la cara, cuando me volví a quedar sin respiración. Esta vez no porque me cayera al suelo o porque alguien me aplacara. Fue porque mi interior se llenó de golpe, por lo que había dejado el vacío hace unos segundos. Un calor calo cada uno de mis huesos y músculos de mi cuerpo.

Igualmente caí de espaldas en el suelo. Podía escuchar gritos de sorpresa y preocupación de los chicos. Note como me daban palmaditas en la cara. Estaba consciente pero incapaz de mover un músculo. Lágrimas cayeron por mis mejillas hasta impactar en el suelo. Eran lágrimas de alegría, volvía a sentir a Janet, nuestro vínculo. Mucho más fuerte que nunca.

El cielo se abrió y cayó un rayo al lago. Me levanté despacito, porque aún estaba extasiado con volver a sentir mi vínculo con Janet. Eso significaba que estaba viva.

-¡JANET! –la llamé a gritos.

En cuanto el cielo volvió a su normalidad y el resplandor del rayo dejó de afectar a mi vista, pude ver a Janet flotando en el lago. Había caído con el rayo.

Me precipité hacia el lago, para llegar a Janet. En cuanto llegue a su lado, le agarre la cara para evitar que la hundiera y se ahogara.

-Janet, despierta –le llamaba mientras le iba dando besos en la cara- tienes que despertar, cariño.

Para cuando la saque del agua ya estaban todos esperando a que llegara.

-Déjala en el suelo –ordenó Quinn- Déjame revisarla.

No lo planeé ni fue intencionado, pero el gruñido de leopardo que me salió fue totalmente posesivo y territorial.

-Tranquilo, no la voy a tocar. Lo haré con magia –dijo comenzando a recitar conjuros en susurros.

Solo pude morderme la lengua para dejar que Quinn curara a Janet. La podía sentir inquieta por el vínculo, como si algo la estuviera agobiando. Parecía que estuviera viviendo una pesadilla de la que no podía despertar.

Después de lo que me pareció el cuarto de hora más largo de mi vida, Janet abrió los ojos. Nos quedamos todos tan sorprendidos que parecía que estábamos aguantando la respiración, esperando a que hablara o diera alguna otra señal de vida.

Sin mover la cabeza comenzó a mirar a su alrededor, como si buscara algo. Entonces me di cuenta que Malek no estaba y me giré para mirar a mí alrededor, pero tampoco lo vi.

-Rayan, Katya, buscar a Malek –ordene antes de volverme a Janet- Tranquila, amor, yo me encargo de todo ¿Estas bien?

Centro su mirada en mí, comenzó a llorar. Suponía que era porque le había invadido el mismo calor que a mí al sentir el vínculo. Eso me hizo sonreír, porque había sido la misma reacción que había tenido yo.

-Tranquila. Es solo un momento. Enseguida te acostumbrarás de nuevo.

-¿Quién eres? –pregunto en un susurro en cuanto recuperó la voz.

-Déjate de bromas, amor –dije asustado por su pregunta.

-¿He tropezado? –preguntó frotándose la frente con la mano.

-¡Alec! ¡Malek no está! –gritaron Rayan y Katya volviendo hacia donde estábamos.

-Malek ha vuelto con la Diosa de los cielos –dijo Rayan ilusionado- Buen trabajo Janet.

Janet se lo quedó mirando como si estuviera hablando de marcianos y abducciones. Cosa que me estaba comenzando a preocupar.

-Muchas gracias por ayudarme. Ahora ya me encuentro mucho mejor –dijo incorporándose- ¿Pero cómo puede ser que sepas mi nombre?

Dejó a todos sin habla. No había vacilación en su pregunta. No estaba bromeando. Así que nos quedamos todos en silencio y comenzamos a mirarnos entre nosotros.

-Tranquilizaos –Quinn rompió el silencio- Dejarme hablar con ella.

Janet nos miraba como si hubiéramos salido de un psiquiátrico. Todos nos alejamos un par de pasos y Quinn se agacho frente a Janet.

-¿No lo recuerdas? ¿Sabes quién soy? –le pregunto.

-Lo siento, no te conozco. ¿Eres nuevo en el pueblo? –miró a su alrededor y gritó del susto.

Se había dado cuenta que estábamos animales dormidos. Seguramente para ella estaba siendo impactante, ya que no recuerda nada.

-Saquemosla de aquí, primero –ordene acercándome de nuevo y agarrándola del brazo para levantarla ignorando que estaba intentando resistirse.

-Sí vámonos. Además será mejor no estar aquí cuando despierten todos estos.

-Suéltame –me exigió.

-Me tienes que acompañar –le dije, casi a modo de orden.

-No quiero.

Casi parecía estar teniendo un deja vu. Sabía que esta conversación ya la había vivido y además también podía decir que la tuve con Janet.

Tal como hice después de que ella me contestara eso mismo, la agarre y la alce para poder llevarla sobre mi hombro. Los demás me siguieron, viendo el espectáculo que estaba formando. Me pedían que la bajara y que lo hiciera de manera fácil, pero no podía pensar con claridad.

Por el camino vimos al hombre agachado de nuevo junto a la pantera, su hermano, intentándolo despertar. Quinn le aseguro que despertarían todos, pero que tardarían un rato, para que no se preocupara más. Él nos aseguró que en cuanto despertaran se lo llevaría de vuelta a su casa y no volverían a causar problemas. Cosa que me alegraba.

Por otro lado yo seguí mi camino ignorando los pataleos de Janet, hasta el coche. Lo teníamos aparcado en el camino al lago, lo más cerca que pudimos llegar.

-Katya tu conduces –dije lanzándole las llaves después de abrir el coche y meter a la fuerza a Janet, en el asiento de atrás.

Entré en el coche tras ella y pasando el brazo por delante de Janet puse el seguro a la puerta para evitar que saliera.

-¡Dejadme bajar! ¡Esto es secuestro! –se quejó.

-Tranquilízate. No te vamos a hacer nada –dije moviéndome para que Quinn entrara a l coche por la misma puerta por la que había entrado yo. Así que acabé poniendo a Janet en el asiento de en medio.

-Eso solo lo dirá un secuestrador.

-Janet, puedes estar tranquila con nosotros. Vamos a llevarte al hospital. Te conocemos, vale –dijo Quinn, en un intento de calmarla.

No lo entendía. Podía sentir el vínculo, más fuerte que antes. ¿Cómo era posible que ella no lo notara?

Centinela de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora