Capítulo 39

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Si los ingenuos, de los centinelas y el mago de medio pelo, pensaban que se habían librado de mi iban claros. Falta algo más que echarme a dormir para que me rinda. No iba a frenar hasta lograr la victoria. Y la victoria era llevar al hijo de la diosa de los cielos con la mismísima diosa.

-Panda de inútiles. No sabéis seguir una simple orden ¿Creéis que así sois de ayuda a la diosa de los cielos? Seguro que está retorciéndose de vergüenza por nuestro espectáculo –les decía a los soldados que habían quedado en pie.

Ninguno dijo nada. Todos bajaron la cabeza. Estaban avergonzados por su pésima actuación es esta batalla.

-¿Ahora estáis arrepentidos? Con razón. Espero que el próximo ataque estéis preparados. Que todo este tiempo de entrenamiento extra que hemos estado haciendo.

Después de eso le ordene descansar y romper filas. Había empezado a usar métodos militares de entrenamiento para mantener a línea a mis soldados. Así por lo menos parecía que se tomaban en serio la misión.

Sabíamos que habían llegado a los altares. Estaban a medio camino conseguir la gloria que tanto me pertenecía a mí.

-Señor –escuche que me llamaba mi beta.

-Dime –le ordene.

-Tu hermano esta de camino.

-¿Por qué? –pregunte confundido.

Mi hermano se había quedado con la manda. En casa, un lugar seguro. Se suponía que tenía que cuidar a las mujeres, niños y ancianos. Aunque en realidad había dejado a tres miembros fuertes de la manada al frente para mandar por encima de mi hermano.

-No sé el motivo pero los soldados han llamado diciendo que venía hasta aquí. No tiene ningún motivo que sepamos. La casa de la manada está bien, todos están bien.

-Mira que es un mal nacido. No sabe ni obedecer una simple orden. Seguro que viene solo para decirme una tontería.

-Su hermano, aunque no sirve para la misión suele tener cabeza para...

-No digas tonterías –le interrumpí- hay que descansar para la gran batalla.

-¿Cómo va la alianza? –me pregunto mientras caminábamos al campamento.

-Aún no está cerrada. Y no sabes cómo me molesta eso.

-¿Y qué vamos a hacer si no la cerramos antes del gran momento?

-¿Me quieres hacer enfadar?

-No, solo quería proponer de mirar de planear un plan b o una estrategia alternativa.

Eso era un buen plan. Aunque yo estaba decidido a que mi plan original no fallará. Pero tener alternativas nunca iba mal.

Esto era una cuestión de honor, una guerra por la gloria. No iba a dejar que estos desconocidos me quitaran lo mío. Mi padre lo dejó bien claro al decir: que hay que pisar a cualquiera para conseguir la gloria. Eso lo dijo antes de conseguir la gloria llevando al hijo de la diosa de los cielos con su madre.

-¿Cuál sería la estrategia que usarías?

-Hablar con el dios del bosque para poner a los animales de nuestro lado. También podemos intentar aliarnos con algún mago de poca moral para hacerles ilusiones y poder robarles al hijo de la diosa de los cielos. Algo por el estilo.

-¿Prefieres esa mierda antes de aliarte con todos los cambia forma de la zona para matar a los inútiles que nos roban? Tus planes son buenos pero todos tienen un fallo.

-¿Cuál? –pregunto confundido.

-Que en caso de que salga mal, volveremos a perder contra ellos igual que la última vez. Si nos aliamos con los cambia formas los superaremos aún más en número y les será imposible vencernos a todos.

Sabía de sobras que todos mis soldados, incluyendo a mi beta, no estaban seguros de volver a enfrentarse cuerpo a cuerpo contra ellos de nuevo. Por eso mi beta me había propuesto ideas que simplemente trataban de engañarles y no de dañarles. Pero yo lo que quería era sangre. Me habían dejado ciego de un ojo y eso lo iban a pagar caro.

Después de eso nos despedimos y aproveche el descanso para darme un baño en el río. Necesitaba el descanso para poner mis pensamientos en orden. Lo que no me esperaba era que al salir del agua me encontrara con unas bragas colgadas en una rama.

Decidí ignorar eso y seguir mi camino hasta mi tienda de campaña, que ya me la habían montado los soldados. Estaba un poco alejada del resto.

En cuanto entré en la tienda pude volver a oler ese aroma que no me dejaba pensar con claridad. La ropa que había cogido había impregnado la cabaña con su olor. No me arrepentía de esa decisión. Era una manera de no tener que echar de menos a nadie.

Me desnude y me tumbe intentando concentrarme en el aroma para poder relajarme.

En cuestión de segundos me encontré rodeado por unos brazos. No me moví porque sabía, sin mirar, de quien se trataba.

-¿Qué haces en mi cabaña?

-Estar contigo.

Me giré sobre mí mismo para quedar cara a cara.

-¿Y ahora qué?

Notaba como la tienda había subido unos cuantos grados.

-¿No te duele? –preguntó acariciando el borde del parche que tapaba la cuenca vacía de mi cara.

-Por supuesto. Me he tenido que arrancar el ojo para que sanara. Además me pilló infección por culpa de tener la herida abierta y al aire.

-No me puedo imaginar el dolor que debes sentir –dijo con lastima.

-Sí, terrible. ¿Quieres aliviarme un poco del dolor?

-Todo por ti ¿Qué necesitas?

-Gírate –ordene.

Sin dejarle responder y sin esperar un segundo más, lo coloque en cuatro y le penetre por detrás entrando de una sola estocada.

Gimió como perra en celo mientras que su conducto me apretaba buscando más atención. No dude en usar un ritmo duro y rápido, más de lo habitual. Puede que interiormente si lo echara de menos.

-Frena –me pidió pegando el pecho al suelo y empinando más el culo hacia mí.

-Si, por supuesto –dije aumentando el ritmo y haciéndolo más duro.

Use una de mis manos para mantener las suyas juntas por encima de su cabeza y mantenerlo inmovilizado bajo mi mientras yo seguía dándole estocadas, entrando y saliendo de él. Gemía cada vez más fuerte. Para ahogar sus gemidos le metí parte del saco del saco de dormir en la boca.

Acabe dentro de él mientras notaba como él también llegaba, sobre el saco de dormir y volvía a apretar mi polla con su culo.

-Otra ronda –le exigí que volviera a imponer el ritmo, ignorando sus quejas.

Centinela de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora