Capítulo 50

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(Bertín)


En cuanto se fueron los centinelas, la Diosa de la luna y el brujo, me levanté y miré a mí alrededor. Aún estaban toda la manada dormida. Me había cansado de este jueguecito que se traía mi hermano. Puede que sea muy dominante pero esta manada es mía, y ya iba siendo hora de dejar que mi hermano me manipulara.

En ningún momento esperaba que fuera a llevar la guerra hasta tan lejos. Esperaba que cuando fallaran por segunda vez se rindieran. Pero obviamente no fue así.

Respire profundamente e himplé como nunca lo había hecho. Himplar es el sonido que hacemos las panteras. Así podía llamar a la manada y despertarla. Era como un reclamo para que hicieran caso a su alfa.

-¡Levantaros! –ordené.

No tardaron nada en estar en pie y reunirse a mí alrededor. Muchos lo hicieron inconscientemente, como si no fueran capaces de desobedecer a la orden. Algunos me miraban con confusión y no los culpaba. Creo que es la segunda vez que himplo en toda mi vida. Siempre me he dejado dominar por mi hermano, por culpa de estar demasiado enamorado, pero siempre hacía cosas a sus espaldas para que todo saliera como yo quería.

-Nos vamos a casa –dije usando el tono más seco que pude.

-¡Una mierda nos vamos a ir a casa! ¡Tenemos que ir a buscarlos de nuevo! –bramó mi hermano levantándose.

-¡Basta! –le ordene cuando llego a mi lado.

Todos se quedaron impactados por verme imponerme de esta manera. Muchos pensaban que mi hermano es el alfa, cuando en verdad soy yo. Por eso alucinaban con la escena que estaban viviendo.

-Si no seguimos, no vamos a conseguir la gloria ¿O es que no lo entiendes? –dijo intentándose hacerse imponer ante mí.

Muchos de la manada vitorearon las palabras de mi hermano. Obviamente todos querían la gloria. Pero no creía que esta guerra nos fuera a llevar a la gloria.

-El hijo de la Diosa de los Cielos ya ha sido entregado por la Diosa de la luna. Así que sacaros esa mierda de la cabeza. Nos volvemos a casa.

Algunos iban a protestar pero me valió lanzarles una mirada para frenar sus protestas. Pero mi hermano no está acostumbrado a no salirse con la suya. Lleva demasiado tiempo haciendo de dominante y ejerciendo como líder. Así que él no frenó sus protestas.

-No lo estás entendiendo –dijo cerrando su mano agarrándome por el pelo y tirando hacia atrás, para que levantara mi cabeza y mirarnos a los ojos- Este plan lo he ideado yo y yo diré cuando se acaba.

-¿Seguro? –pregunte en susurros pero con la clara intención de amenazarle.

No me hacía falta moverme para imponer aun estando en esta situación. Él lo sabía pero aun así lo sigue intentando. Muchas veces le he dejado ganar pero fuera de la cama mando yo.

-Puede que tú seas el alfa, pero el verdadero líder soy yo. Así que vamos a hacer lo que yo diga ¿Verdad? Tú sabes que lo hago por el bien de la manada. Ahora déjame hacer mi trabajo.

-Tu trabajo es montar es un campamento porque lo único que vas a liderar hoy es el sexo en la tienda de campaña –dije manteniendo un tono bajo mientras le agarraba las pelotas y apretándolas- Ahora mueve tu culo y haz lo que te he ordenado.

Se tuvo que morder la lengua para no maldecirme en voz alta y se alejó para hacer lo que le había ordenado. Montar el campamento.

Pasaríamos aquí la noche. Muchos optaron por agruparse y dormir en su forma de pantera.

Mientras mi hermano montaba la tienda de campaña me quede con la espalda apoyada en un árbol. No me podía quejar, estaba disfrutando de la vista. El culo en pompa de mi amado hermano. Por el vínculo le iba diciendo cosas para que se calentara, él se movía como yo cuando lo tenía a él dentro. Era de lo más sexy.

-¿Vas a entrar o ni en eso me vas a hacer caso? –pregunto mirándome fijamente a los ojos. Podía notar

-¿Acaso te lo has ganado? –pregunte aunque igualmente comencé a caminar hacia él.

-Me he ganado tu culo a base de bien –dijo arrastrándome dentro de la tienda de campaña- te voy a follar tanto que no vas a poder sentarte lo que te queda de vida.

-Suena tentador –dije comenzando a desabotonar mi camisa, lentamente.

Pero no me dio tiempo a terminar de quitármela que mi hermano había cerrado la puerta y me había tirado al suelo. Que había cubierto con sacos de dormir, así que caí en blandito. Sin darme tiempo a girarme para protestar se tiró sobre mí, impidiendo que me pudiera mover.

-Espera. Que no te lo has ganado –intente protestar en vano.

Agarró el borde de mi pantalón y tiró de ellos. Me los saco de un tirón. Sin dudar ni un segundo me penetró de una dura, grande y profunda estocada. Arrancándome su nombre de un gemido, el más fuerte que yo recuerde. Me agarró del pelo y tiró de el, con la fuerza suficiente como para hacer que tuviera que levantar la cabeza.

Empezó con un ritmo que no le podía seguir. Además me estaba poniendo cada vez más caliente porque el sonido de pam, pam, pam de sus caderas chocando contra mi culo retumbaba en mi cabeza.

-No te corras hasta que yo lo haga –me ordenó agarrándome con fuerza las pelotas- Y no me vuelvas a tocar así en público. Es desagradable y vulgar.

-Pero te has puesto caliente en dos segundos –dije antes de que me diera otra estocada que me dejara la mente en blanco.

-Eres una putita –dijo antes de darme una nalgada.

Eso hizo que me contrajera por dentro y que mi hermano no aguantara más y se corriera a chorros en mi interior. Como respuesta comencé a convulsionar y también me corrí, manchando todo el saco de dormir.

-Te vas a quedar con mi corrida en tu interior hasta que yo lo diga. Ahora limpia el saco que quiero dormir –dijo mientras agarro papel para limpiarse el mismo.

Centinela de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora