CAPÍTULO 25 LIAM

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La lluvia caía sin cesar, se escuchaban los peligrosos tronidos de los relámpagos, sobre un pequeño pueblo a las cercanías de Inglaterra, algunas personas cerraban sus ventanas, algunas mamás arropaban a sus hijos con cariño, mientras otros cenaban, el sol se había puesto, el frio comenzaba a sentirse cada vez más. En una de las calles, donde se encontraban pilas de cartón amontonados, acurrucado tratando se cubrirse del agua con un pedazo de cartón sobre la cabeza, un pequeño de apenas 5 años de edad, tenía la cara sucia, no tenía zapatos, la ropa que llevaba puesta no era suficiente para mantenerlo caliente, solo llevaba puesto una camisa ligera sucia y algo desgastada y unos pantaloncillos rotos, tenía hambre pues llevaba sin probar bocado en 3 días, temblaba por el crudo frío, sabía que tarde o temprano llegaría a su límite. Un extraño hombre que caminaba en medio de la lluvia, lo vio y si dudarlo decidió acercarse, el pequeño miró los finos zapatos del hombre, levantó su mirada hasta toparse con el rostro de un hombre maduro que lo miraba con aquellos ojos vidriosos de color azul, en las manos sostenía un paraguas que sin pensarlo cubrió al niño con ella y le extendió la mano, el pequeño lo ignoró.

— ¿Estás solo verdad?, no hay nadie quien te cuide, ¿no es así? — Murmuró aquel extraño hombre que se puso en cunclillas para ver más de cerca al niño, aquellas palabras hicieron que los ojos del pequeño se cristalizaran, el hombre quiso acariciarle el rostro, pero el niño aparto su mano de manera agresiva, fue entonces que el hombre pudo ver sangre en aquellas manitas, raspones en brazos y piernas.

—Si se acerca más, lo golpearé tan duro que llenaré ese caro traje con su sangre—Respondió el niño con voz intimidadora, al igual que sus ojos destilaban odio puro, la respuesta lejos de causar enojo o miedo al hombre soltó una risita sorprendiendo al pequeño.

— ¿Qué sucedió, porqué tus manos están manchadas de sangre, a caso te peleaste? — Preguntó intrigado, el niño se miró las manos y luego las escondió detrás de su espalda y miró al hombre.

—Es el precio de poder comer algo, y aquel que interfiera con eso lo paga, aquí quien tiene hambre tiene que pelear por la comida— Susurró esquivando la mirada curiosa del hombre.

—Sin duda eres lo que busco... escucha pequeño te ofrezco un hogar, donde puedes comer y dormir, algo mucho mejor que en este rincón, te ofrezco una vida, jamás tendrás que preocuparte por nada, dime ¿qué dices? — Preguntó el hombre con amabilidad, el pequeño lo miró desconfiado.

—Las personas que quieren dinero buscan a niños solitarios en las calles para venderlos a otras personas o quitarles lo de adentro, esas personas se parecen a usted, no le venderé lo que llevo dentro— Contestó al mismo tiempo que se cubría el estomago con ambas manitas, el hombre volvió a reír.

—Tal parece que has tenido experiencia con eso, no tienes porque temer, te aseguro que yo no busco venderte ni utilizar tus órganos, te quiero con vida, te ofrezco una vida mejor dicho, no tienes nada que perder ya— El niño le dio la razón, a esas alturas si se quedaba en ese solitario y horrible lugar por mucho solo podía vivir una semana más, ya estaba harto de pelear por comida, de ser golpeado por la gente, se ser visto como un insecto o un fenómeno, el pequeño lo volvió a mirar sin dar tregua, pero el hombre no estaba dispuesto a irse sin él.

— ¿A caso no tienes familia?, digo, ¿por qué recogería a un niño mugriento como yo de la calle?, viste bien, tiene un paraguas, ¿no le gusta estar solo? — De nuevo el hombre rió, y esta vez revolvió el pelo del niño y este se dejó.

—Tengo una familia, con 2 hermosos hijos, ¿no quieres formar parte de nuestra familia?— Preguntó el hombre con amabilidad —Adelante, te aseguro que jamás volverás a dormir en una calle como esta— Él lo miró por un momento, finalmente accedió dándole la mano aun así se mantendría alerta como siempre.

ENTRE EL COLOR GRIS Y UN VASTO ARCO IRISWhere stories live. Discover now