Capítulo 15: Crocodile, El Shichibukai

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Nanohana era una ciudad portuaria conocida por sus mercados y sus perfumes, con altos edificios musulmanes de una arquitectura que recordaba a oriente medio. Servía como el puerto principal del desértico reino de Arabasta, un reino que, a excepción de algunas pocas ciudades, estaba cubierto en su mayoría por un gran desierto.
En esos momentos, los ciudadanos estaban siendo atacados por la banda pirata de Piggy, una banda conocida por asaltar ciudades y tomar rehenes. Piggy, su capitán, era un hombre rechoncho con los orificios nasales tan grandes, que se asemejaba a un morro de cerdo.
Algunos de sus hombres se adentraban en las casas tomando los objetos de valor, mientras que otros sacaban a fuera a las habitantes para amenazarlos con sus espadas.
El asalto marchaba bien cuando el grito esperanzador de una mujer que estaba en llanto, los desconsertó.
-¡Señor Crocodile! -aulló la mujer, mirando hacia arriba, mientras el filo del metal le rozaba la garganta.
-¡Señor Crocodile, has venido por nosotros! -la siguió un anciano de túnica y turbante, postrado de rodillas.
De un segundo a otro, las víctimas comenzaron a gritar el nombre de su héroe, que se encontraba parado en el tejado de una de las casas cercanas.
-No puede ser -maldijo Piggy, con el ceño fruncido y un tanto atemorizado.
-Silencio, malditos ignorantes. Sólo he venido a por la cabeza de esos piratas -dijo Crocodile. Tenía una voz gruesa pero a la vez refinada, profunda pero relajada.
Las personas hicieron caso omiso a los insultos, como si no los escucharan y comenzaron a alabarlo.
-¡Es tan genial!
-¡Pero siempre nos has salvado!
-¡Larga vida a Crocodile!
-¡Crocodile, el dios protector de Arabasta!
-¡Crocodile, el rey del desierto!
Piggy miró temeroso a la gente conglomerada lanzando alabanzas, luego alzó la vista hacia arriba, y lo vio brillando bajo la luz del sol.
El famoso Shichibukai de 81 millones de Berries de recompensa era un hombre de gran altura, de pecho y hombros anchos, piernas y brazos musculosos y cuello grueso. Su piel era pálida y su cabello de un color negro brillante que mantenía perfectamente peinado hacia atrás. Sus ojos profundos y hundidos, en conjunto con sus finas cejas ligeramente inclinadas hacia arriba, provocaban que, en general, adopte una expresión facial de escepticismo y desconfianza. Crocodile exhibía varias cicatrices de batalla, de entre las cuales destacaban más la de su rostro; larga y horizontal que se extiendía a través de su cara cruzando el puente de la nariz, y la de su mano izquierda, la cual había sido amputada y sustituida por un gran garfio de oro. La mayoría del tiempo se le veía fumando un grueso puro. Su estilo de vestimenta estaba destinado a transmitir la imagen de un jefe de la mafia italiana. Vestía una camisa de color blanco debajo de un chaleco naranja brillante con un patrón de rayas negras en dirección horizontal y vertical, una pañuelo azul en el cuello, pantalones de traje negros y zapatos negros pulidos con hebillas de oro. Sobre sus hombros colgaba un largo y grueso abrigo de pelaje verde oscuro, que ondeaba con el viento a esa altura.
-Jejejeje, bien...llámenme como quieran -dijo-. De cualquier modo, ustedes, piratas, han traído el caos a este reino.
-¡No te creas tan especial! -lo desafió Piggy-. ¿Crees que puedes acabar con nosotros tú solo? ¡Eres un perro del gobierno que vendió su alma a cambio de poder! ¿Qué crees que haces actuando como un héroe?
-Arrodíllense si no quieren morir -ordenó el shichibukai, y acto seguido, se lanzó de cabeza hacia el suelo.
-¿¡Está loco!? ¡Es presa fácil! ¡Mátenlo, y todo el oro de esta ciudad será nuestro! -ordenó Piggy, y sus hombres obedecieron en gritos eufóricos.
Cuando Crocodile cayó de pie en el suelo, fue alcanzado por varias espadas piratas que se hundieron en su torso.
-¡Jajajajaja! ¿¡Ésto es un shichibukai!? -se carcajeó Piggy.
Crocodile sólo lanzó una mirada aterradora hacia sus oponentes.
Una tormenta de arena apareció repentinamente en el centro de Nanohana, que no duró más que unos minutos. Lo único que se supo, es que los piratas acabaron todos deshidratados y enterrados bajo la arena.
Crocodile se encontraba en el centro de la tormenta cuando culminó su ataque. Sacó un puro de su abrigo, lo puso en su boca y lo encendió. Luego de una calada, agregó:
-Ustedes y yo no estamos en la misma liga, cerdos.

One Piece 2: ArabastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora