Capítulo 17: Caminata en el Desierto

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El Going Merry seguía navegando por las costas del reino de arena.
La princesa Vivi le alcanzó ropas a Luffy acorde al clima, puesto que el capitán huía de la Marina en el momento de la compra de la vestimenta. Al mismo tiempo, cuando Nami le preguntó qué era ese extraño papel que le había dado Ace, pues no tenía ninguna nota ni nada, él tan sólo respondió que no sabía, pero debía mantenerlo consigo, pues se lo había prometido a su hermano. Entonces la navegante le cosió el papel en la parte de adentro del lazo rojo de su sombrero.
-¡Hey, ya hemos dado vuelta a toda la isla! -exclamó repentinamente Chopper, que observaba la terminación de la costa.
Pero se equivocaba y Vivi se encargó de corregirlo.
-No, esto no es la otra parte de la isla. Es sólo la desembocadura del río Sandora.
Entonces sacó un mapa desde dentro de su abrigo, lo expandió en el piso de la cubierta, y explicó:
-Miren, este es un mapa algo tosco de la zona, y éste es nuestro destino, el oasis de Yuba. Cruzaremos el río Sandora y saldremos para allá.

-Y Yuba es donde está el líder de la rebelión -agregó Zoro

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-Y Yuba es donde está el líder de la rebelión -agregó Zoro.
-Así es -afirmó la princesa-. Quiero persuadir al jefe de la rebelión para que detenga el derramamiento de sangre.
-¿Una rebelión de setecientas mil personas? -preguntó el espadachín-. ¿Crees poder detenerlos?
Vivi lo miró dudosa unos instantes, y luego respondió lo mas decidida posible.
-Lo descubriré cuando lleguemos allí. Lo que Baroque ha hecho con mi país, todo por lo que han pasado las personas de Arabasta...tenemos que parar esta guerra sin sentido. ¡No voy a permitir que Baroque Works haga lo que quiera en mi país!
Los sombreros de paja observaron su determinación creciente, sonríeron y decidieron apoyarla más que nunca.

Crocodile se hallaba en su refugio dando de comer a una de sus muchas mascotas: cocodrilos gigantes.
Parecía el interior de una mansión de lo lujoso que era el piso y las grandes ventanas con lustrosos marcos de madera y cortinas de terciopelo. A sus espaldas, Miss All Sunday, se sentaba cómodamente en un sillón mientras bebía una copa de vino.
-La operación dará comienzo a las siete en punto de la mañana, dentro de dos días -dijo él-. ¿Has hecho ya todos los preparativos?
-Si, ya los he hecho -afirmó ella-. Ciento cincuenta de los Billions están a la espera en Nanohana.
-Le he dicho a Mr. 2 que vuelva, parece que no ha alcanzado a Mr. 3.
-Todos los oficiales se encontrarán en el Café Araña a las ocho en punto, ésta noche.
-Me parece bien.
-Supongo que estarán a punto de llegar.

El Café Araña, era la sede central de Baroque Works. Una pequeña cafetería vieja de una sola habitación, en mitad del desierto. En esos momentos, la puerta de madera tenía colgado el letrero de cerrado. Pero dentro, Paula, la dueña, se encontraba leyendo un libro en un sillón mecedor que rechinaba contra las tablas de madera del piso al hamacarse. En frente suyo, había varias antiguas mesas circulares con mantel y florero, y detrás, una barra para servir a los clientes. La cocina se ubicaba detrás de ésta, donde una caldera con agua silbaba arriba de una de las cuatro hornallas. Una vieja música compuesta por guitarras y armónicas, sonaba con bajo volúmen desde un tocadiscos ubicado en una esquina.
Paula era una mujer joven, delgada y de estatura media. Tenía también unas curvas bastante pronunciadas y características, unos labios gruesos y afilados ojos verdes, de tonalidad oscura, que ocultaba tras unas gruesas gafas de cristal amarillo y montura azul. Llevaba un pañuelo rosa en la cabeza que escondía su pelo azul recogido en una coleta, unos pantalones ajustados de color oscuro y un top morado.
El relajado ambiente se vió interrumpido por unas voces que se acercaban desde la entrada.
-¡Que si, que si, estoy cansada! -decía una voz chillona-. ¡Ha sido un viaje largo! ¡Mi cadera, me duele la cadera! ¡Es todo culpa tuya, Mr. 4! ¡Tu lentitud es mala para mi cadera!
La puerta se abrió y Mr. 4, y Miss Merry Christmas entraron en el lugar.
-Lo~sie~nto... -respondió él, que emitía menos de la cuarta parte de las palabras que ella, y hablaba con una lentitud mortificante, estirando cada sílaba.
Él era un hombre grande, obeso y fuerte. Su pelo era corto y rubio y sus labios, muy gruesos. Vestía con una camisa verde, cruzada por unas cuerdas con las cuales mantenía una especie de cañón en su espalda. Llevaba unos pantalones sencillos negros, y también unos zapatos grises comunes. También llevaba puesta una bufanda anaranjada.
Ella, era una mujer rechoncha y morena, de unos cincuenta años de edad con el pelo rojo al estilo afro. Tenía los labios pintados de púrpura y grandes dientes delanteros. Llevaba una corbata que se asemejaba a un árbol de navidad, y adornando con unos bolas rojas que bien, podrían representar a los adornos del dicho árbol. Su traje también ofrecía un gran par de gafas de sol con lentes azul marino, con las cuales no se le veían los ojos, una cesta atada a la espalda y sandalias. También llevaba unos pantalones de color púrpura con flores dibujadas en él.
Antes de que él termine de disculparse, ella ya lo había interrumpido impacientemente, dirigiéndose a Paula.
-Si, si, bien. ¿Cómo va el negocio, Paula? Tu bar parece muy vacío hoy.
-¡Cuánto tiempo sin verlos! -los saludó ella de manera alegre, yendo a ponerse detrás de la barra-. El local está reservado sólo para ustedes hoy. ¿Qué tomarán? ¿Un té de naranja? ¿Y un té de manzana suena bien para ti, Mr. 4?
-¡No me lo sirvas muy caliente! ¡Quiero beberlo ahora mismo, vamos, vamos! -exclamó Miss Merry Christmas, aporreando la barra con la palma de su mano.
-Vaya, que energía -dijo Paula, sacando la caldera de la cocina-. ¿Cómo va el trabajo?
-Si la cagas, mueres. Es perfecto para mí -respondió ella.
Al instante, les sirvió sus bebidas. Y antes de que Mr. 4 se acomode en el taburete, ella ya se había bebido su té de un trago.
-¿Desde cuando pones canciones raras aquí? -preguntó Miss Merry Christmas de pronto, poniendo cara de asco.
-¡Un, dos, Bon Clay! ¡Un, dos, Bon Clay! -se escuchó que canturreaban desde afuera-. ¡En este mundo hay hombres y mujeres, pero un travesti es los dos a la vez! ¡Un, dos, Bon Clay!
Mr. 2 se acercaba a la cafetería con una fila de sus hombres detrás suyo, mientras los obligaba a bailar pasos de ballet. O al menos eso decían sus rostros avergonzados.
Cuando llegó a la entrada, se despidió de ellos.
-Bien, queridos, pueden irse por ahora.
-Si, señor -respondieron ellos, obedientes.
-¡Y no se olviden de sus prácticas de baile!
-¡Si, señor!
Cuando entró al café, se encontró con una escena que lo enmudeció unos segundos. Miss Merry Christmas se recostaba boca abajo en una de las mesas, mientras que Mr. 4 se preparaba para hacerle unos masajes.
-Vaya, ¿No son el gordito y la dentona? -se mofó.
-¡Cállate! ¡Tus gritos están matando mi cadera! -lo regañó ella.
Al cabo de un rato, cuando se sentó frente a la barra y pidió un trago, se puso a conversar con Paula.
-¡Oh, casi me olvidaba! -exclamó el travesti-. Incluso Mr. 1 estará aquí dentro de poco. Estoy tan excitado, ¡nunca nos hemos visto en persona!
-Se está haciendo de noche ya, pronto debería llegar -dijo Paula, observando el cielo a través de la ventana.
-¡Aaaaah, estoy tan aburrido! -exclamó Mr. 2-. Tal vez dé unas vueltas. ¡Si, daré unas vueltas!
A continuación, se paró y comenzó a girar varias veces con una pierna levantada. Un clásico paso de ballet.
-¡Para ya, maldito travesti! -gruñó la dentona-. ¡Me duele con sólo verte!
Mr. 4 reía a carcajadas.
-¿Qué dices, dentona? ¿Quieres pelea?
-¡Sólo si tu la quieres!
-¡Deténganse, los dos! -intentó tranquilizarlos Paula.
Pero fue otra cosa lo que detuvo la discusión. Cuando las manecillas del reloj marcaron las ocho en punto, algo los sorprendió. Tres de los hombres de Mr. 2, irrumpieron en el café. Atravesaron bruscamente la puerta , y cayeron en el piso todos heridos y con las ropas ensangrentadas.
-¡Mis seguidores! -exclamó Bon Clay-. ¿¡Qué demonios pasó!?
-¿Los conoces, travesti? -se oyó que preguntaba una voz gruesa.
Mr. 1 hacía su aparición, caminando lentamente y mirando de forma provocadora.
Era es un hombre de gran altura, cuerpo fornido, piel oscura y cabeza rapada. Tenía una única ceja arriba de sus dos ojos, que miraban con temperamento sereno, y los labios notablemente gruesos. Quizá la característica más llamativa de su anatomía, eran sus grandes manos y sus dedos largos y delgados. En el torso llevaba tatuado el símbolo japonés arcaico del número 1. Vestía un traje de aspecto oriental: en el tronco; una gabardina negra sin mangas de bordes dorados y adornos blancos y alargados en la parte delantera. En la cintura; una faja blanca que sujetaba sus pantalones; anchos y grises, y remetidos dentro de unos vendajes envueltos alrededor de sus pantorrillas y de sus zapatos; negros.
-Estaban haciendo movimientos sospechosos ahí afuera -prosiguió-. No te preocupes, no están muertos. Parece que les tienes algo de aprecio, pero las relaciones ridículas sólo llevan a la destrucción.
-¡Son mis subordinados! -exclamó Bon Clay, furioso.
-¡Déjalo, Mr. 2! -lo detuvo Miss Merry Christmas.
Pero no la escuchó. En vez de eso, el travesti arremetió a patadas contra su contrincante, pero éste las esquivó casi todas. Logró atinarle una sóla en el pecho, que fué con tanta fuerza, que Mr. 1 salió arrojado hacia atrás.
Pero antes de chocar contra la pared, el número uno de los agentes, realizó un movimiento tan veloz que no pudo verse. Sólo se sabe que cayó ileso del otro lado de una pared, que tenía como abertura un círculo perfecto.
-¿¡Qué demonios!? -observó Miss Merry Christmas-. ¿¡Ha cortado la pared!?
-Acabas de firmar tu sentencia de muerte -musitó Mr. 1, reincorporándose lentamente para contraatacar.
Pero Paula lo detuvo interponiéndose frente suyo.
-¡Espera, Mr. 1, ya es suficiente!
-No intentes detenerme, Miss Doublefinger, voy a matarlo -la silenció él.
Cuando ella volteó a ver, resultó que Mr. 4 había detenido a Mr. 2 sentándose encima de su espalda.
Eso la tranquilizó. Entonces se sacó las gafas, el pañuelo de su cabeza y añadió:
-Controla tu ira, Mr. 2. Ya son las ocho en punto. Todos los agentes que tenían que reunirse, están aquí. Ahora partiremos hacia la ciudad de los sueños, Rainbase. El hombre al que llamamos "jefe", y que aún no nos ha mostrado su cara, nos estará esperando allí.
-Nunca pensé que tú eras Miss Doublefinger, Paula -visualizó Mr. 2 al cabo de un rato de silencio.
-¿He dicho acaso alguna vez que no lo fuera?

One Piece 2: ArabastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora