Capítulo 18: La Ciudad de Yuba

53 2 0
                                    

Cuando llegaron a la ciudad de Yuba, se encontraron con un ambiente no muy diferente al de Erumalu. Lo único distinto, era que la arena abundaba en las calles pero no cubría los edificios, y éstos no estaban destruidos pero si abandonados. La tormenta había pasado y sólo se escuchaba una suave y calma brisa.
-Imposible... -musitó Vivi, al ver la arena cubriendo casi todo. Y las plantas; rotas y marchitas.
-Este lugar no es diferente de Erumalu -observó Zoro, mientras caminaban adentrándose en la ciudad.
-¿¡Dónde está el agua!? -exclamó Luffy, con su lengua afuera de la boca.
-¿No se suponía que esto era un oasis, Vivi? -preguntó Sanji.
-La arena lo está cubriendo todo...y se está tragando el oasis -dijo la princesa, sin poder sacar la pena de su vista, y ésta de Yuba.
-¿Viajeros, eh? Deben estar cansados de su larga travesía por el desierto -se escuchó que decía una voz un poco cansada. Un extraño sujeto se encontraba a unos metros, de espalda a ellos, sacando la arena de un pequeño pozo con una pala-. Mucho me temo que esta ciudad está un poco seca.
El hombre clavó la pala en la arena, dio media vuelta y se dirigió hacia los demás, lo que hizo que Vivi cubriera su rostro para tratar de pasar desapercibida. Resultó ser un anciano de bigote gris, con el rostro muy flaco y lleno de arrugas y mugre. El cabello de cabeza no podía verse, puesto que llevaba un turbante en la cabeza, pero debía de ser del mismo color que su llamativo bigote.
-Pueden descansar en esta ciudad -les dijo-. Tenemos muchas pensiones. Por eso es por lo que somos bien conocidos.
-Perdone... -dijo Vivi, cambiando un poco el tono de su voz-. Hemos oído que la base de los rebeldes estaba en este lugar...
-¿Qué tienen ustedes que ver con ellos? -preguntó el anciano, repentinamente cambiando su rostro a uno mucho menos amigable-. ¡No me digan que quieren unirse a esos sucios rebeldes! Esos idiotas...ya no están aquí.
-¿¡Qué!? ¡No puede ser! -exclamaron todos.
-Esa tormenta que acaba de pasar no es la única que ha atacado esta ciudad últimamente -prosiguió el viejo, retomando su tarea de cavar-. La sequía nos ha estado acosando durante los últimos tres años...esas tormentas de arena han venido con mayor frecuencia, la arena ha ido contínuamente comiéndose el oasis y ahora lo que ven es todo lo que queda. Sin el paso de las caravanas, los rebeldes no podían seguir con sus planes, así que han movido su base a la ciudad de Katorea.
-¿¡Katorea!? -exclamó Vivi.
-¿Qué pasa, Vivi? ¿Eso está muy lejos? -inquirió Luffy.
-Es el oasis que está al este de Nanohana.
-¿¡Nanohana!? ¿¡Entonces para qué hemos venido hasta aquí!?
-¿Vivi? -repitió el anciano-. ¿Acabas de llamarla Vivi?
-¡No, ella no es la princesa, lo juro! -se escudó Luffy.
-¡Idiota, cállate! -lo regañó Zoro, al tiempo que le daba un coscorrón.
-¿Eres Vivi? ¿Eres realmente Vivi? -le preguntó el anciano, acercándose a ella y tomándola de los hombros. Luego sus lágrimas comenzaron a brotar lentamente de sus ojos vidriosos-. ¡Estoy tan contento de que estés viva! Soy yo, ¿no me reconoces? Supongo que no, he perdido mucho peso.
-¿Señor...Toto? -inquirió ella, asombrada.
-Así es -confirmó él, con una sonrisa. Lo que hizo que la princesa se llevara las manos a la boca, atónita-. Escúchame bien, Vivi...¡yo creo en la inocencia del rey! ¡Yo se que el nunca traicionaría a su pueblo! ¡Esta rebelión es totalmente absurda! ¡Por favor...te lo suplico! ¡Tienes que detener a esos idiotas! ¡Tú eres la única que puede hacerlo!
Y antes las palabras suplicantes de Toto, a Vivi le vinieron varios recuerdos a su mente.

Hace 11 años, en el palacio de Alubarna, un niño llamado Kohza, habitante de Yuba, se encontraba cara a cara frente al rey Cobra. El rostro del niño de nueve años de edad, estaba magullado y sucio; y su cabello era rubio, pero no podía verse, puesto que cubría su cabeza con un sombrero boina con protección.
-Nuestra ciudad se ha secado, ¿por qué no la has salvado? -dijo Kohza, malhumarado.
El rey Cobra, que le había concedido una audición al niño, se hallaba sentado en su trono al momento de responder:
-Pero el clima es asunto de los dioses, mi poder como rey no llega tan lejos.
-¡Pero mi padre dice que el rey puede hacer cualquier cosa!
-Todo lo que puedo hacer es de naturaleza humana.
En ese instante, las puertas del gran salón se abrieron de par en par, y Toto, el padre del niño, corrió hacia el lugar de encuentro. El viejo Toto de hace once años seguía teniendo su famoso bigote, pero a diferencia del actual, era un hombre gordo y sin arrugas en la piel.
-¡Su alteza! ¿Qué terribles faltas ha cometido mi hijo? -preguntó Toto, acercándose apurado-. ¡Me hago totalmente responsable de todo y estoy preparado para recibir cualquier castigo que desee! -luego se dirigió a su hijo, lo golpeó en la cabeza, lo obligó a arrodillarse frente al rey y entre dientes le dijo-. ¡Niño desagradecido! ¡Pequeño estúpido, ingrato!
-Te llamas Toto, ¿verdad? -preguntó el rey.
-¡Si, señor!
-El estado garantizará temporalmente la supervivencia de los ciudadanos afectados por la sequía. Vendrán a vivir a Alubarna, y empezarán a hacer planes para el futuro.
-¡Qué magnífica benevolencia, muchas gracias!
-¡Si, claro! -respondió Kohza, sarcástico-. ¿Cómo ibas a entender los sentimientos de los ciudadanos?
Acto seguido, echó a correr hacia las puertas, su padre le llamó la atención, pero fue en vano.
-Toto -lo llamó el rey Cobra.
-Si, señor.
-Él es un buen chico...ha hablado del "sentimiento de los ciudadanos" y ha venido aquí por los demás habitantes del pueblo.

One Piece 2: ArabastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora