¡1!

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La casa número 12 de Grimmauld Place era grande y mágica por muchas más razones de las que se podría escribir; un mago podría encontrar cosas maravillosas, sin embargo un muggle no vería ni siquiera la construcción.

Había habitaciones suficientes para ser el cuartel general de la Orden del Fénix. Cada habitación tenía algo en especial, o era muy grande, o tenía una cama hermosa, o tenía un árbol familiar en la pared o simplemente se podría ver el parque de enfrente.

Cuando Remus y Sirius revisaron todas las habitaciones por primera vez, el licántropo no dudo ni un momento en tomar la habitación del tercer piso que tenía vista al parque.

-¿Estás seguro, Remus? -preguntó Sirius en ese entonces-, esta habitación ni siquiera tiene baño propio.
-No importa, usaré el del pasillo. Además la biblioteca está justo alado. 

Pero la biblioteca había sido solo un pequeño factor, Remus disfrutaba mucho la vista que había ahí.
La casa estaba rodeada de más casas, esas casas estaban habitadas por muggles, muggles que no tenían ni idea de lo que pasaba, Remus disfrutaba ver a los niños en el parque, a las parejas bromeando y los abuelos alimentando a las palomas, ellos no peleaban un guerra, no sabían sobre un señor tenebroso y mucho menos sobre una profecía...

Tal vez Remus incluso sentía envidia.

Los meses habían pasado, la vista desde la ventana era estupenda, la nieve que cubría todo le daba a los chicos (y algunos adultos), el material suficiente para guerras de bolas de nieve.

Esa tarde en especial los hechizos de calefacción habían sido la salvación de todos, tenían una junta importante y el humor de Remus era bueno, con emoción asomaba la cabeza cada vez que la puerta se abría, pensando en que la que entraba por la puerta era Nymphadora Tonks... solo Tonks, con una decepción cada vez más grande comenzó a asomar la cabeza una y otra vez.

-¿Esperas a alguien en especial? -dijo Sirius apareciendo de su habitación.
-No, no, no. No comiences con tus historias tontas sobre relaciones inexistentes.
-Me conoces tan bien, querido Lunático -hubo una pequeña pausa dramática-, tanto como yo a ti.
-Canuto.
-No seguiré -Sirius comenzó a bajar los escalones de manera altanera-, simplemente no trates de engañarme.

Remus puso los ojos en blanco y se metió de nuevo a su cuarto, caminó a la ventana, posiblemente ahí podría ver si Tonks se aproxima.

Sus ojos miraban en todas direcciones, hasta que un destello rojo llamó su atención.

-¿Pero qué demonios?

Tonks estaba sentada en una de las bancas del parque, abrazaba fuertemente sus rodillas mientras veía la nieve caer, no iba abrigada como debería y parecía estar a punto de llorar, ¿o ya estaba llorando?
Remus no tenía tiempo para bajar las escaleras, se apareció al final de ellas y tomó un abrigo del montón.

-Tonks, ¿qué haces aquí? -la voz agitada de Remus espantó a Tonks. Él la cubrió con el gran abrigo y se agachó frente a ella.
-Déjame sola, Remus -Tonks estaba llorando, paso sus manos por su cara borrando sin éxito las marcas de su llanto.
-No. Tú nunca me dejas sólo cuando quiero estarlo, así que tampoco lo haré.
-Entonces me iré -Tonks bajo las rodillas y se puso de pie al mismo tiempo que Remus se levantaba.

La cercanía entre ellos dos era mucha, él no pretendía dejarla irse así y no es que importara la junta, le importaba ella.

-No -Remus la abrazo impidiendo que se moviera.
-Déjame ir -dijo Tonks empujándolo y con la voz apunto de romperse.
-Nop -respondió Remus abrazándola con fuerza.
-¡Que me sueltes! No quiero estar aquí... ellos piensan que soy una tonta, ellos no creen en mí y lo arruine... ¡Lo arruine!

Tonks había comenzado a llorar, ya no luchaba por escapar de los brazos de Remus sino se aferraba a su cardigan.

-¡No eres una tonta! No hables así de ti, nadie puede hablar mal de Nymphadora Tonks en mi presencia, incluso la propia Nymphadora Tonks -las voz ronca de Remus no sonaba a regaño.
-Pero es que yo lo arruine -Tonks sollozaba contra el pecho de Remus.
-No importa lo que ha pasado, fue solo una equivocación, nada más.

Remus la abrazo más fuerte, como si quisiera darle sus fuerzas, como si quisiera poder quitarle lo que estaba sintiendo aunque eso significara que lo sintiera él. No importaba, Tonks no debía sufrir.

Poco a poco Tonks se fue calmando, hasta que sus sollozos desaparecieron.

-Gracias -dijo separándose de él.

Remus notó tres cosas: nunca habían estado tanto tiempo abrazados, había un frío del demonio y que posiblemente Tonks le gustaba más que una amiga.

-Eres más que un error, mucho más. Eres capaz, valiente, inteligente y asombrosa, eres Nymphadora Tonks -él hablaba con dificultad por el frío.

Un rubor (que no tenía nada que ver con el frío), se apoderó de las mejillas de Tonks.

-¡Remus, estás apunto de la hipotermia! Vamos a entrar.
-¿Te sientes mejor?
-Mucho mejor -ella se paró sobre sus puntas y depositó un beso en la mejilla de él.

En ese momento Remus habría podido estar en la Antártida y no sentir ni un poco de frío.

Hola, hola, remadora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora