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-¿Y Tonks no vendrá? -dijo Sirius mirando Remus.
Remus se encogió de hombros y miro a Ojoloco.
-No, ella está teniendo días difíciles en el ministerio así que le ordene que se saltará está reunión.
A partir de ese momento Remus dejó de prestar atención a la junta.
-Lunático, ¿me harías un favor?
-¿Qué necesitas?
-Quiero mandarle algo a Tonks, pero obviamente no puedo salir, ¿puedes hacerlo por mí?
-Sé lo que intentas hacer, Canuto. Te conozco desde hace mucho.
-Si estás dispuesto a no delatarme yo me puedo escapar, iré como Canuto.
-¡No! Ni lo pienses, ¿qué quieres que haga?
-Compra una cena, bastante comida, algo que le guste y llevasela. Solo tengo dinero mágico, pero se que sabrás dónde cambiarlo.

Sirius le tendió más de lo necesario y después de una pelea Remus acepto a quedarse con los galeones.
Remus cambio el dinero y paso por unas pastas que Tonks había mencionado hace unos días. Sabía dónde estaba el piso de ella, algunas veces tomaban té hasta altas horas de la madrugada.

-¿Quién es?
-Yo.
-¿Yo qué?
-Yo creo que sabes quién soy.

Remus esperaba una sonrisa o una leve risa pero no hubo nada, Tonks abrió la puerta, se veía cansada pero le dedicó una sonrisa cuando vió la preocupación en el rostro del licántropo.

-¿Qué hay, Remus?
-He venido en posición de repartidor. Ojoloco nos ha contado que no has tenido unos días buenos y Sirius me ha mandado a dejarte comida.
-Es bueno saber qué has venido porque te han mandado.
-No me refería a eso, también he vendido a ver cómo estabas.
-Ya me has visto, me apetece estar sola. Nos vemos y puedes quedarte la mitad de eso.
-¿No quieres que me quedé?
-Remus no estoy de buen humor, no quiero ser yo la que siempre te pida que te quedes, estoy cansada para eso y tengo mucho trabajo, así que no, no quiero que te quedes.
-No creo que sea bueno que te quedes sola, ¿hace cuánto que no duermes?
-Tengo cosas que hacer -dijo tomando una de las bolsas que sostenía Remus-, dale las gracias a Sirius por mandarte.

Tonks debía estar realmente mal para que tratara a Remus de esa manera. La puerta se cerró y Remus se vio antes dos opciones, dejarla ahí sola o sentarse a esperar a que ella cambiará de opinión.

-No me iré -dijo Remus-, estaré aquí afuera.

Remus se sentó a un lado de la puerta, saco su ración de pasta y comenzó a comer, la vecina anciana de Tonks le regaló una botella de agua.

Al cabo de una hora la puerta se abrió.

-¿Qué rayos haces todavía aquí?
-No me iré hasta que sonrías o hasta que te vea en la cama dormida.
-Volveré a cerrar.
-De acuerdo.
-¡Deja de ser molesto!
-Estoy preocupado, no quiero molestarte, ¿me dejaras pasar?
-Sólo hazlo antes de que cambie de opinión.

Remus se levantó y se metió cargando su recipiente vacío.
-Dime que pasa.

Tonks sonrió mostrando todos los dientes.

-Ya te puedes ir.
-¿Lo dices en serio?
-¿QUÉ QUIERES QUE TE DIGA? -dijo ella mordiéndose el labio y los ojos inundados.
-Lo que te pasa.
-Mate a alguien, era un mortífago y lo hice por órdenes de mi jefe, pero era una persona. No puedo dormir, no quiero dormir, solo recuerdo lo que hice y no puedo... además, estoy mintiendole a mis padres, ¿y si algo me pasa? Ellos sabrán que les he mentido todo este tiempo.
-Ven aquí, Dora -Remus no tenía palabras, pero en realidad nadie las tenía, solo estuvo ahí para ella. La abrazo y dejo que sacará todo lo que tenía.
Cuándo las fuerzas de Tonks se hacían cada vez más chicas la cargo y la llevó hasta su cuarto.

-Veo que estás cansada, estaré afuera por si necesitas algo -dijo Remus con una sonrisa.
-No, no te vayas, abrázame.
-De acuerdo, pero tendrás que compartir tu sábana, porque hace frío.
-De acuerdo -dijo Tonks con una sonrisa tierna.

Hola, hola, remadora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora