XXIV. El Juicio

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XXIV

El Juicio


¿Dónde está ese tipo? ¿Vendrá al juicio? ¿Se descubrirá que hay evidencias que no pertenecen al caso? Estoy hecha un manojo de nervios desde que salimos de la casa.

Ha llegado el día, al fin, y ya quiero que termine.

Por si no lo sabían, todo el proceso previo a un juicio demora bastante, por lo menos, dos horas. Lo cual, muchas veces, es más de lo que se demoran en dar un veredicto.

Mientras Jonathan hace todas las coordinaciones para identificarnos y que revisen nuestros documentos para su admisión, yo estoy sentada en la sala de espera, mirando al suelo, buscando formas de animales en las figuras de las losas de este viejo edificio para distraer a mi mente y hacer que mis manos dejen de sudar.

-En un rato nos llamarán, paciencia- me dice mi novio, con un ligero tono de queja, luego de sentarse a mi costado.

-De acuerdo, amo- digo lo último en voz baja, a lo cual él me responde con una pequeña sonrisa cómplice.

-¡Levántate! Ya nos están llamando para iniciar- me demoré unos segundos en reaccionar ante este aviso. No sé si estoy lista para todo lo que viene.

Debo admitir que, en la vida real, es muy distinto a como se ve en las películas. No hay filas de espectadores ni un grupo de personas que funcionen como jurado; es solo una persona quien dirige el juicio y quien dará la sentencia luego de analizar las evidencias y escuchar el descargo de ambas partes.

Dada la naturaleza del caso, hay policías por todos lados. Esto es para prevenir cualquier posible ataque por parte del acusado. Aunque se evita la interacción entre los acusados y los demandantes antes del juicio, es por esto que aún no sé si el maldito vendrá o no.

Entramos, el juez estaba sentado revisando la carpeta del caso y nos sentamos en dos de las cuatro sillas que habían frente a su escritorio, al lado izquierdo. El otro par le correspondía al demandado y a su defensa. Los cuales entraron a los pocos minutos con dos guardias a los costados.

Siento la mirada del acusado sobre mi. A pesar de estar rodeados de personas, el clima de hostilidad que genera su presencia me envuelve, me estremece la idea de voltear y verlo a los ojos. Creo que saldría corriendo del miedo si lo hiciera.

-¡Mi defendido está siendo acusado por delitos que no ha cometido! Consideramos que las pruebas existentes son insuficientes para demostrar que mi cliente ha tenido algún vínculo con las mujeres que entablaron la mayoría de denuncias, motivo por el cual se debería de eximir de toda acusación a mi defendido- indica de manera fuerte y firme el abogado del acusado, levantándose de su silla.

Jonathan reacciona, pero, cuando está apunto de intervenir, el juez hace una seña con la mano abierta para que se detenga.

-Señor abogado, ¿Y la esposa de su cliente? Por favor, en esta corte no permitiré ninguna clase de abruptos ni argumentos falaces de ninguna de las partes- replica el juez y continua revisando los documentos de su mesa.

Pasan cerca de treinta minutos de tenso silencio, en los que se analizan nuevamente las evidencias y se responden preguntas puntuales, sin extenderse mucho en las explicaciones. Luego de esto, se solicita al abogado defensor determinar su postura.

-Su señoría, somos conscientes de que han habido maltratos a la cónyuge, sin embargo se puede argumentar que estas fueron por ambas partes y en un marco de discrepancias entre ambas personas. Lamentablemente esto terminó ocasionando de forma involuntaria el inesperado fallecimiento de la esposa; por este motivo, solicitamos la corrección en la tipificación del presente delito, de Parricidio (Art. 107) a Homicidio por emoción violenta, como lo contempla el artículo 109 del Código Penal- plantea el abogado del acusado. Mis puños se cierran y ejerzo presión en mis molares al escuchar estas palabras, me lleno de indignación al pensar que están insinuando que mi madre podía defenderse y hasta incluso golpear a ese tipo.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora