IV. La Calle

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IV

La Calle

Rechazos, rechazos y más rechazos. A cada lugar al que voy, siempre es la misma respuesta, que aún soy menor de edad, que no tengo experiencia o que al inicio no me pagarán porque primero tengo que aprender.

Llevo ya cinco largos días buscando en todos los lugares posibles. Tiendas, supermercados, restaurantes, hasta de limpieza en un hospital y nada. Todas me niegan la oportunidad.

Camino por la calle buscando opciones, quizás esto no está saliendo como pensé, pero no puedo dejar de pensar en positivo, digo, al menos ya tengo lista la matrícula de la universidad que comienzo la próxima semana y ya he terminado de instalar mis cosas en el cuarto que también conseguí, es un espacio chico debo admitir, pero no se diferencia mucho de lo que fue mi cuarto allá en el norte.

Normalmente la señora dueña de la casa me invita a que baje cenar aquello que cocinó ese día para su nieto, pero lamentablemente hoy se me ha hecho algo tarde, me entretuve leyendo los avisos de trabajo pegados en la pared de un puesto de periódicos, noto por la cantidad de gente que estaba que no soy la única que busca empleo, lamentablemente tampoco hay muchas opciones hoy en día. Como no podré llegar temprano a la casa, tendré que cenar algo ligero en algún café cercano, claro, si llego a encontrar alguno por aquí, aunque no sé exactamente en qué calle estoy.

¡Bien! Chica lista, buscas comer algo decente en una cafetería y terminas cenando una hamburguesa con papas en un bar de mala muerte. Mejor no hablemos de la dieta, tenía hambre y eso fue lo único respetable que pude encontrar a estas horas. No es que haya estado rico, de hecho estaba media cruda, pero no importa, aunque me costó un poco más de lo que esperaba.

Revisando mi celular me doy cuenta que estoy a siete cuadras del paradero del bus, no está muy lejos, pero debo ir rápido pues ya es muy de noche y por estas calles no hay mucha iluminación.

Como dije, el alumbrado público por esta zona no funciona, sumenle a ello que las calles están desoladas. Todo esto me asusta un poco, por lo cual solo hace que acelere un poco el paso.

Ya a solo tres cuadras de llegar al paradero ocurrió lo que más temía. Una moto se acercó a mí por detrás, de ella bajaron dos tipos, los cuales rápidamente me rodearon como buitres a su presa. En esos momentos me quedé petrificada. - Veamos lo que tenemos aquí- dijo uno de ellos. - No tenga miedo señorita, no le haremos daño - me decía el otro.

¿Qué no tenga miedo? Me estaba muriendo del susto, empezaba a sudar frío, mi piel se erizaba, el pulso se me agitaba, las piernas me temblaban, temía lo peor.

Se siguieron acercando, y mi nerviosismo aumentaba a cada segundo que pasaba. El primero se aproximó a mí por la izquierda, mientras apuntaba sus ojos a mi cartera. La cual, segundos después es arrancada de mis manos en un movimiento rápido, con la mayor simpleza, mi cuerpo entumecido no dio pie a ningún forcejeo.

Este tipo, al ver que había obtenido lo que quería subió rápidamente de nuevo a su moto, sin embargo, lamentablemente la pesadilla estaba muy lejos de acabar. El otro, haciendo caso omiso al llamado de su compañero para que se suba a la moto, me cogió del brazo y me jaló hacia él. Este animal no solo quería llevarse mi dinero, sino algo más, quería robarme la virginidad.

Cerrando los ojos y de manera instintiva, grité a voz en cuello y le di una patada en la canilla con todas mis fuerzas, quizás debí haberlo pateado en una zona donde le doliera más, estoy completamente segura que se lo hubiera merecido, pero en ese momento solo pensé en huir lo más rápido posible. Corrí con todo, como si mi vida dependiera de ello, quizás en verdad era así, mientras el degenerado me seguía los pasos insultando y maldiciendo.

Cruce la pista con los ojos aún cerrados como si la calle estuviera vacía. Segundos después, un fuerte sonido me hizo dar cuenta que había cruzado rápidamente un automóvil. ¿Será que casi me atropella? No, viendo la cara del joven conductor y sus ojos fijos hacia el frente, mirando un bulto tirado en la pista me di cuenta que no era a mí a quien querían atropellar, sino todo lo contrario, me acaban de salvar.

-No pierdas tiempo y sube- me dijo el muchacho, mientras yo aún estaba procesando lo recientemente ocurrido. El sonido de la motocicleta huyendo del lugar me hizo entrar en razón. Subí al asiento del copiloto y avanzamos unas cuantas cuadras fuera de ese lugar.

El carro se detuvo, el chico me pidió que respire y que me tranquilice. Aún estaba en shock, de pronto se me vino todo a la cabeza de golpe, el robo, la persecusión, el accidente, si es que se le puede llamar así, el hecho de que perdí el dinero que tenía en mi cartera, que estoy perdida, en el auto de un extraño y sin saber qué hacer, entonces lloré. Después de un rato, el muchacho intentó tranquilizarme, me secó las lágrimas y minutos después, cuando ya estaba un poco más centrada, me preguntó dónde vivía, ofreciéndose a llevarme hasta la puerta de mi casa. Lo cual le agradecí.

Estoy de camino a mi casa, bueno, al cuarto que alquilo, en el auto de un extraño del cual no sé ni su nombre. Y, sin embargo, al fin, después de una larga noche, me siento segura.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora