VI. La Mirada

15.3K 390 37
                                    

VI

La Mirada

Vaya que la conversación con Jonathan me tranquilizó y mucho, no solo por la propuesta de ayuda, sino por sus palabras, el tono de su voz al teléfono, su seguridad y sus temas de conversación para despejar mi mente. Esta vez sí pude dormir como una piedra, hasta creo que manché mi almohada con algo de saliva, jajajaja para que vean como una duerme cuando realmente está tranquila.

Aunque ahora último, dando vueltas en mi cuarto me ha dado algo de curiosidad y de intriga, mucha intriga saber que me propondrá Jonathan, debo admitir que pensar en ello me escarapela un poquito el cuerpo, no sé, creo que me llega un tanto de ansiedad este tema. Espero que sea un trabajo y si lo es ¿De que podría ser? ¿De su secretaria? ¿Tendrá secretaria? Digo, el muchacho tiene 27 años, no es que vaya a estar en un puesto que ya tenga secretaria ¿O sí? Tengo varias dudas, pero soy capaz de lo que sea con tal de ganarme los frejoles, como decía mi abuelita que en paz descanse.

El hecho de que tenga esta propuesta no quita que no me haya pasado el día entero buscando otras opciones. Digo, quizás encuentre algo, aparte tenía que hacer algo productivo el día de hoy.

Mala idea, a las finales fuí a dos entrevistas de trabajo, primero en un restaurante de comida rápida y en otro en una bodega. Y fue más de lo mismo, que la empresa no podía contratar a menores de edad y que en la tienda de abarrotes no me pagarían hasta después de seis meses, derecho de piso me dijeron. Entonces si, he desperdiciado toda la mañana en el mismo drama de todos mis días, pero bueno, ya es un poco tarde y ahora estoy de camino al trabajo de Jonathan.

Llegué al lugar, el edificio es enorme, aunque según me explicó él, solo un piso le pertenece a las oficinas de la empresa donde trabaja.

Dudosa y con algo de miedo (el cual es muy normal cuando se trata de cosas nuevas) me aventuré a tocar el timbre, la recepcionista del inmueble me atendió con una cara algo seria pero amable, me direccionó a las escaleras, hacia el cuarto piso, donde debía encontrarme con Jonathan.

Al llegar al piso correspondiente, pensé en tocar la puerta y preguntarle a la primera secretaria que encuentre por él, pero el miedo y la timidez invadieron mi cuerpo nuevamente, así que solo me senté en la sala de espera, calladita, esperando pacientemente a salga el abogado que me ayudará. Le envié un mensaje de texto diciéndole que ya había llegado, sin embargo nunca me lo respondió, debo suponer que es porque estará muy ocupado, revisando documentos o haciendo cosas de abogado, que se yo.

No sé si será porque llegué un poquito más tarde de lo previsto, pero no pasó mucho rato, habrá sido suerte de media hora para que varios de la oficina empezarán a salir. Sentía como los ojos de cada quien que pasará se me quedaban mirando de arriba a abajo, es por ello y la vergüenza que eso me causaba, que solo atinaba a bajar la mirada y no ver a nadie. Solo escuchaba el sonido de sus zapatos de vestir rechinando levemente en el piso recién encerado del pasadizo y el golpetear de algunos tacones de señoras que pasaban corriendo en busca de atención por parte de sus jefes.

Minutos más tarde volvería la paz a la sala, ya sin tanto ruido seguí esperando a Jonathan por unos quince minutos más, hasta que aparece saliendo por la puerta. Lo noté algo cansado, supongo que por el ajetreo del trabajo. Me saluda y me pregunta si lo he tenido que esperar mucho tiempo. Esto me llegó a ruborizar, lo cual hizo que volviera a bajar la mirada. Ya con lo ojos enfocados en el suelo le respondí que no, que solo había sido unos pocos minutos, que no había problema en ello. Ante esto él asienta y a la voz de un ¡Vamos! Me invita a seguirlo y bajar hasta donde estaba su automóvil.

Sin conversar mucho, más que de lo poco afortunado que había sido mi día, con los dos rechazos que añadir a mi larga lista de intentos fallidos de conseguir empleo. Aún seguía un poco avergonzada, esto a raíz de saber que al lugar al cual nos dirigíamos era hacia su casa.

El carro se estacionó en el garaje de un edificio que parecía ser como de veinte pisos, ya luego él me corrigió, son realmente 24 y el vivía en el último de ellos.

La misma timidez me acompañó durante toda la subida en el ascensor hasta la entrada de su departamento. ¡Wow! Digo, no es el apartamento más grande del mundo, pero vaya que si tiene lo suyo, moderno y con una gran ventana en la sala con una vista genial de la ciudad. No, definitivamente no es un millonario ni nada que se le parezca, pero vaya que debe ser exitoso en lo que está haciendo.

Debo admitir que, a pesar de estar un tanto serio, Jonathan se está comportando de una manera muy amable, apenas entramos, nos dirigimos al pequeño comedor de su cocina. Me senté lentamente mientras que él se mantuvo de pie todo el tiempo. Me ofreció una taza de café para amenizar la conversación que vamos a tener, la cuál obviamente acepté con modestia.

Empezamos a conversar cual entrevista de trabajo, me preguntó si alguna vez lo había hecho, a lo cual le respondí que no. A qué clase de empleos había postulado y qué tan interesada estaba en un trabajo. Le conté acerca de todos los lugares a los que había ido y le expliqué mi situación. Hasta que me hizo una pregunta que me dejó pensando ¿Qué estaría dispuesta a hacer por un trabajo? Lo cual me llevó a preguntarme otra cosa en mi cabecita ¿Qué sería capaz de hacer en algún trabajo? Pues la respuesta a ambas preguntas es: ¡De todo! Y eso fue lo que le dije, dejando de lado la timidez que tanto me caracteriza, aunque sinceramente creo que la respuesta debería ser más meditada concienzudamente, pero no importa, estoy desesperada.

Ante esto, Jonathan soltó una ligera sonrisa sin decir más por un rato, se acercó lentamente hacia mi asiento, me pidió que me ponga de pie ¡Vaya que es alto! Y a comparación de mi altura, mucho más. Me miró de pies a cabeza por unos segundos. Este acto hizo que volviera a mi toda mi timidez. Hubo un silencio por unos segundos más hasta que dijo algo que me sorprendió y me dejó sin palabras.

-Quiero que seas mi sumisa-

Quedé estúpida, en verdad no entendí a qué se refería y estoy segura que mi cara lo decía todo, mostraba la total confusión en la que estaba.

-¿Que sea tu qué?- fue lo único que atiné a responder, levantando mi rostro tras toda esa vergüenza. Todo para chocarme con su mirada, y que mirada. De un momento a otro sus ojos entraron en los míos, me quedé anonadada, es más, estoy segura que si hubiera dicho una palabra, está la habría tartamudeado.

Debo admitir que el chico me parece atractivo, no solo por su sonrisa, ni por su peinado algo desordenado, creo que son sus ojos cafés, esos que me llamaron la atención desde aquella noche en la calle, fueron los que me dieron la seguridad de subirme al auto de, hasta el momento, un completo desconocido. Pero, de ahí a ser su sumisa, no se a que se refiere, no se que pensar.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora