XXIII. Los Trámites

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XXIII

Los Trámites

Me he pasado toda la tarde y hasta buena parte de la noche tirada, mirando el techo, intentando no pensar, con mi cerebro tratando de desentenderse de todo lo que está sucediendo, pero, sin éxito.

Mi mente da vueltas y vueltas, haciendo miles de preguntas, cuestionando todo. ¿Será que esto es posible? ¿Se logrará hacer justicia? ¿Habrán evidencias suficientes? ¿Cuál sería el castigo? ¿Es esto realmente justicia?

Estos cuestionamientos no los puedo responder o, quizás, no quiero responderlos porque la verdad puede resultar incómoda. Pero bueno, veamos cómo se irán dando las cosas. Ya es tarde y el sueño me gana. Mi novio aún no llega y no sé a qué hora lo hará, así que, comeré algo ligero y dormiré en un rato.

Al día siguiente, la intriga continúa en mente. En el salón, solo leo textos de otras materias que tenía pendientes, volteando de rato en rato a ver la pizarra para fingir que atiendo a la clase. A la hora del almuerzo, salgo a caminar sin rumbo por el campus de la facultad. Samuel me sigue, preocupado por la actitud que nuestro.

-¿Carito? ¿Qué ha pasado que te veo así de preocupada?- me pregunta con un gesto de angustia.

Me quedo en silencio y sigo caminando. Separo los labios levemente para exhalar el aliento, pero no le respondo, es más, ni siquiera volteo a verlo. No quiero hablar del tema ni mucho menos estoy en la obligación de dar explicaciones a alguien.

-¡Por favor! En verdad quiero saber que es lo que te ha estado pasando en estos días- insiste con sus preguntas, esta vez con un tono ligeramente melancólico.

Cierro los ojos, sé que no puedo hablar de este tema sin quebrarme. Yo misma no sé si sentirme alegre, avergonzada, con esperanzas o culpable.

-Sabes que puedes contar conmigo en todo momento. En caso que quieras conversar de algo, requieras de un consejo o simplemente necesites a alguien que te escuche, por favor, no dudes en llamarme- se detuvo poco antes de terminar este comentario. Su voz cálida me hace parar en el acto, dejándome completamente quieta en el sitio.

¡Hoy no! No quiero complicarme la vida, solo evitaré hacerme un mundo de expectativas de lo que puede pasar entorno al juicio y solo dejaré que las cosas pasen como vayan a pasar, ya luego veré qué hago.

Le escribo a la chica de recursos humanos del trabajo, le miento diciéndole que Jonathan me ha encargado gestionar unos papeles por lo cual no iré a la oficina. Por su lado, ella no me pregunta por más detalles y me dice que no hay problema. Realmente prefiero darme el día libre para distraerme y terminar algunos pendientes de la universidad.

Después de almorzar y descansar un rato, voy a entrenar fuerte por una hora o dos para desestresarme, realmente lo necesito.

Una ducha fría, una ensalada César y una pijama sobre mi adolorido cuerpo son suficientes para mandarme directamente a dormir, pero hay tareas que se deben cumplir sí o sí, especialmente si es un trabajo grupal que haces tú sola. Aunque, en el colegio, varias veces mis amigos no hacían sus partes y me dejaban toda la responsabilidad a mí. Eso es lo malo de ser una ratita de biblioteca.

El plan era quedarme hasta tarde leyendo y avanzando las bases del ensayo a realizar, sin embargo, me quedé dormida en menos de una hora, al punto que ni me di cuenta cuando Jonathan llegó.

Al día siguiente, mientras preparo el desayuno para ambos, él comenta que no ha descansado bien y que tiene el cuerpo adolorido. Esto me extraña un poco pues no encuentro motivo para que esté así solo por haber estado en una reunión de trabajo ayer.

-Amor, ¿A qué hora llegaste anoche?- consulto extrañada pues últimamente ha estado llegando tarde con cierta frecuencia, incluso en la madrugada un par de veces.

-No lo sé, sólo llegué y me fui a dormir. ¿Ya está mi desayuno?- me responde mientras se sale de la ducha y se comienza a cambiar.

-Lo pregunto porque dices que aun estas cansado y me preocupo por tu sueño- comento volteando mi atención nuevamente a la cocina.

Luego de servir la comida en la mesa, comienzo a guardar mis cuadernos en la mochila mientras espero a que él se termine de alistar, para desayunar juntos.

-Hoy debes ir a la oficina, hay muchos documentos que tienen que agilizarse y otros que sería bueno que sean “archivados” en el basurero. Tú me entiendes.- me indica con una sonrisa cómplice al final.

Ya me acostumbre muy bien a esta clase de “trámites” que hacemos en el trabajo. Al inicio lo hacía con miedo y llena de dudas sobre de qué trataba cada documento. Para colmo la trituradora de papeles estaba al final del pasillo, por lo cual, cuando tenía que deshacerme de algunas cosas, sentía que todos me miraban y sabían que estaba haciendo algo malo. Pero, conforme fueron pasando las semanas, aprendí a diferenciar qué documentos sería bueno quitar de una carpeta fiscal dependiendo de cada caso. Aunque, hasta ahora me da algo de miedo pasar frente a todas las mesas de camino a dicha máquina; por lo cual termino metiendolos en la base de una caja que está en la parte de arriba de un librero al lado de mi escritorio. Probablemente fue el regalo de San Valentín a la anterior secretaría, pues estaba ahí cuando yo llegué, así que no creo que nadie vaya a ver ahí.

-¡Sí! Ayer no fuí porque tenía tareas que hacer, pero hoy iré directo apenas salga de la universidad. ¿Me irás a recoger?- le pregunto con una sonrisa y un ligero nerviosismo.

-Claro, hay mucho por hacer, así que espérame en la puerta puntualmente. No vas a distraerte por ahí y me dejes esperando- me contesta mirándome a los ojos de manera un tanto seria.

Me pierdo en sus bellos ojos por unos segundos, luego reacciono, veo la hora y recojo mis cosas, apurada. Es tarde para mi curso de las 8 am.

Después de las clases, al llegar al trabajo veo dos columnas de carpetas de doce casos pendientes por revisar. ¡No vuelvo a faltar ni un día más!

¡Dos semanas! Me ha tomado dos semanas de intenso trabajo, revisar, ordenar y actualizar cada una de esas carpetas. Por suerte, algunas de ellas terminaron siendo dejadas de lado por ser casos sin mucha trascendencia y las derivamos a otros abogados del edificio. Pero han habido otros por los cuales he tenido que pasar horas yendo a notarias, juzgados y demás, solo para tener los documentos necesarios para resolverlos fácilmente.

Hubiera sido más sencillo si hubiera tenido la ayuda de Jonathan, pero él se ha enfocado en un caso en particular, el cual debemos ganar sí o sí. Y solo faltan unos cuantos días para que se lleve a cabo.

¿Estaré lista para todo lo que se viene?

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora