XI. La Admiración

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XI

La Admiración

Esta semana en el trabajo las cosas se han tornado mucho más incómodas de lo habitual. Los coqueteos y propuestas fuera de lugar no cambian a lo largo de las semanas. Si bien es cierto, la imponente presencia del amo frente a sus colegas hace que ninguno se me acerque cuando estoy junto a él. En las ocasiones en las que él está fuera de la oficina, no faltan los piropos por parte de algunos, incómodos silbidos y hasta comentarios completamente fuera de lugar. Incluso me han invitado a salir a cenar y beber, señores pasados de los cuarenta que lo único que tienen bien puesto es el anillo de matrimonio.

Por suerte ya no soy tan boba, con tantas cosas que me ha enseñado mi amo sobre la vida, se reconocer las asquerosas intenciones de esos desubicados, sin embargo, en lugar de mandarlos a volar como se debería, solo me limito a mirarlos con una sonrisa totalmente fingida, soltar una carcajada sobreactuada en caso el cavernícola letrado haya hecho un intento de chiste y declino de su proporción.

Seamos sinceras chicas, mi reacción debería ser otra. Pero recuerden que sigo siendo menor de edad y no puedo ganarme problemas aquí porque si alguien hace una observación o queja sobre mí descubrirán que no debería estar aquí y me echarían a patadas a la calle.

Y eso no es todo. Desde que comenzó el contrato con mi amo, una de las cosas en las que me ha estado ayudando es a hacer ejercicios, aunque él los haces de cuando en cuando, me obliga a que los haga todos los días con las mancuernas y equipos que tiene en su departamento.

Siempre me dice que tengo buena genética, ya que en estos tres meses y medio que vamos ya se me están empezando a notar los resultados. Y las primeras en darse cuenta de ello son las secretarias del trabajo. Aunque mi jean no es tan pegado, debo admitir que cada vez se me está haciendo cada vez más difícil ponermelo y ellas lo saben. Es raro y hasta incluso intimidante sentir sus miradas de envidia al verme entrar a la oficina. Escuchar sus cuchicheos de un lado al otro criticando, juzgando el cómo me queda la ropa o cómo los viejos verdes también se me quedan mirando.

Siempre le cuento a mi amo cuando esas cosas suceden, supongo que ya lo debo de tener cansado, porque ya ni me presta atención a veces. Es comprensible, él para ocupado con su trabajo, revisando documentos, haciendo llamadas, reuniones y demás, ya me está ayudando mucho con este empleo así que debo de enfocarme en hacer las cosas bien para no molestarlo.

Siempre me preguntaba cómo hace para ganar tanto, no es que ganara todos sus juicios como para tener la fama de abogado perfecto. Aunque bueno, como me dijo una vez:

-La ventaja de ser abogado es que, el destino de una persona depende de si gana o no un juicio. Sin embargo, cualquiera que sea el resultado, el abogado siempre cobra-

Admito que al inicio me dio mucha gracia, incluso solté una pequeña carcajada esa vez. Pero ese día, más tarde le seguí el tema y le pregunté:

-Amo ¿Y no le reclaman por el resultado?-

-No, hay una respuesta para cada caso-

-¿Ah? No entiendo amo

-¡Claro! Si el cliente cometió el delito y sale culpable, le digo que se hizo lo que se pudo pero que era inevitable.

-Disculpe la pregunta, pero, ¿Y si realmente era inocente?

-Culpo a la corrupción incrustada en el sistema de justicia-

-Amo ¿Así de simple?-

-Hay todo un drama de por medio, pequeña curiosa-

Esa vez no se molestó tanto con mis preguntas; se que no debo de andar de preguntona, pero la curiosidad me mata. Me ha dicho antes que si cuestiono mucho podría ser castigada, que como su sumisa debo permanecer calladita, obediente y atenta a cualquier orden que me de mi señor.

Pero esta noche quiero saber más de mi adorado amo. El plan de hoy es seducirlo para que me cuente más. Terminando de entrenar con él, o mejor dicho, que él me entrené, una de las cosas que le gusta es apreciar mi cuerpecito mientras tomo una ducha. En ese ínterin empezaré a hablarle y preguntaré más sobre su exitosa carrera.

El ejercicio de hoy fue más cardiovascular, de alta intensidad, según me explicó una vez, es complementario a mi entrenamiento normal, el cual es muy exigente. Este, en lugar del que hago para que mis muslos y mi trasero crezcan (y vaya que han crecido) me ayuda a no solo quemar calorías, sino que aumenta mi resistencia y plana más mi delgado abdomen.

Por su parte, el amo ya había entrenado horas antes, según me comentó mientras calentaba, fue algo más muscular su rutina, me encanta ver cómo se empieza a marcar sus pectorales en su polo.

Terminada la última serie de la agotadora hora y media en el pequeño gym de su departamento, me dirige a la ducha. Aparte del orden y limpieza que lo caracteriza, la higiene es algo que él aprecia en mi obediente comportamiento. Eso y su fascinación por ver mi cuerpito, el cual poco a poco va esculpiendo con dominación, entrenamiento, adoctrinamiento y perversión, mucha perversión.

Me despojo de mis prendas sudadas, incluso sabiendo que irían directo a lavar, las doblo y coloco una encima de la otra al gusto del amo. Entro a la ducha mientras él me sigue con la mirada, paso a paso. Mis mirada puesta sobre la suya, como invitándolo a que me acompañe. Así inicio mi ritual de seducción de esta noche.

Giro la perilla que deja que el agua empiece a caer; acerco mi rostro con los ojos cerrados, con el perfil alzado. Es delicioso, el agua tibia, a la temperatura exacta para relajar mis músculos. Suelto un ligero gemido y volteo la mirada hacia mi amo para comenzar mi sutil interrogatorio.

Lentamente alzo mi mano izquierda para coger el jabón, empiezo a frotarlo para generar algo de espuma. Comienzo preguntándole sobre su día, agotador como muchos otros. Me cuenta sobre algunas reuniones que tuvo y es aquí donde llama más mi atención. Parte de mi labor es asistirlo en todas las reuniones de trabajo que tenga, sin embargo, han habido varias reuniones y cenas de negocios a las cuales él me ha dicho que debe ir solo.

-Son juntas privadas- me dice el amo con voz seria.

-¿Pero acaso no puedo saberlo amo? Le digo volcando mi mirada a sus ojos y empiezo a acariciar mi cuerpo con la espuma.

-¡Jajaja! Pequeña niña curiosa, es solo parte del negocio- me responde él, poniéndose cómodo sentado en la tapa del inodoro.

-Amo, por favor, sabe usted que he sido una niña buena, dígamelo-

No sé si es mi voz tierna, la espuma que cubre mis rosados pezones o mi enjabonada mano que se acercaba a mi zona depilada, pero estoy logrando convencerlo de que me cuente más.

-Sabes pequeña, el sistema judicial es una mierda, está plagada de corrupción por todos lados- me comienza a contar llamando aún más mi curiosidad.

-Es asqueroso, pero si eres inteligente y conoces a las personas adecuadas, esa basura trae muchas ventajas- continúa con un tono un tanto pedante.

El agua se desliza por mi figura, mientras termino de enjuagarme lo sigo viendo con ojos de admiración y deseo.

-Amo ¿Y usted qué rol juega en todo eso?- pregunto sorprendida por lo comentado.

-Yo solo les doy lo que ellos necesitan. Cómo te dije, gane o pierda el juicio igual me pagan; aunque a veces se puede forzar a que el veredicto salga a mi favor. Ya sea que me paguen un extra para chantajear al juez en caso que se quiera liberar al acusado, reducir o hasta agravar su condena- explica con la mayor simpleza.

-Además, en caso no se pueda liberar al acusado, la sed de venganza paga muy bien por el nombre de testigos clave que se supone que son anónimos- Esto último le causa algo de gracia pues es más común de lo que me imagino, me comenta después.

Esto realmente me deja sin palabras, pensaba que podía haber estado haciendo algo un poco sospechosos o raro. Pero esta metido hasta el cuello en cosas ilegales. Bueno, al menos es astuto al saber manejar muy bien su papel en todo esto.

Se que hay chicas que les gusta los chicos malos, pero estas son las grandes ligas y vaya que esto me excita.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora