XIII. La Llamada

11.3K 207 9
                                    

XIII

La Llamada


A veces releo este diario y me pongo a pensar ¿Será acaso que mi vida es tan interesante y divertida? Y créanme que no o quizás un poco. Y es que también hay una parte tediosa de todo ésto y se llaman exámenes parciales. Y, aunque aún faltan algunas semanas, esta ratita de biblioteca tiene mucho, pero mucho que leer. Para ello cuento con el apoyo de Adriana, con la que ya nos hemos quedado varias tardes a estudiar, aunque han habido varios días que le he tenido que cancelar a solicitud del amo, la mayoría de veces por trabajo, aunque debo de confesar que algunas otras fueron por placer y vaya que no me arrepiento.

Una de las últimas veces, hace una semana, lo hicimos en el estacionamiento de la universidad a la mitad de mi horario de clases. Debo admitirlo, me moría de vergüenza al inicio porque tenía miedo de que alguien nos viera, pero fue tanto rico que me termine lubricando más de la cuenta y moje mi ropa interior. Tuve que entrar al salón de mi siguiente clase sin calzones. Y lo peor de todo es que ese día había ido con una falda corta ¡Qué horror! Me moría si alguien se hubiera dado cuenta.

Es por ello que tengo tanto por estudiar, aunque no creo que ese sea mucho problema para mí, ni para Adriana, el problema para nosotras es motivar a Raúl para que estudie. No es por hablar mal de él, es inteligente aunque nos ha admitido que han habido veces en las que ha copiado en uno que otro examen.

Sin embargo, la dificultad no va por ese lado, sino que el chico está bobo por un muchacho de otra facultad, creo que es de la sociales pero no se específicamente de qué especialidad, así que aún no nos lo ha presentado y ni lo conocemos de vista.

Raúl, el niño que solía andar con un chico diferente cada semana o cómo el mismo se decía: "Déjenme ser libre como un picaflor que va volando de polla en polla succionandoles todo su néctar" (créanme que ambas nos morimos de la risa al oír ello), ese niño está madurando, o al menos eso esperamos, y ahora se está enamorando de un solo chico.

Nosotras aplaudimos su iniciativa de entrar a la monogamia, lo malo es que lo para yendo a buscar a sus aulas, ya no lo vemos en el campus de la facultad y hasta pasa menos tiempo con Adriana y conmigo. No es que esto nos ponga celosas ni nada de ello, solo que nos preocupamos por él y por sus estudios.

Hemos quedado con Raúl en reunirnos los tres en la biblioteca después de las clases de matemáticas básicas para revisar nuestros apuntes y estudiar un poco. Ya sabemos que libros sacar para ir preparándonos, aún estamos a tiempo.

A mí en lo particular, me gusta leer sobre filosofía, historia y poesía, por ello entenderán que la psicología es una carrera perfecta para mí, podría pasar horas de horas leyendo sobre ello y yo feliz. Así como es obvio que las letras son mi fuerte, también sabrán entender que los números, para mí, son lo peor y más estresante del mundo. Lo odio con todo mi ser y hasta creo que las matemáticas me odian a mí. Yo hago mi mejor esfuerzo, como en todos los cursos, sin embargo me cuesta entender algunos temas, por no decir todos. Hasta es, en cierta forma irónico, que me gusten las letras, pero no cuando están en una función algebraica.

Ya casi es mediodía, el plan es almorzar los tres lo más rápido que podamos para luego ir directo a la biblioteca por, al menos, unas dos o tres horas (suena poquísimo, lo sé, pero es lo máximo que aguanta Raúl sin distraerse).

Estamos alistando nuestras cosas y por la puerta del aula aparece Ana, a señorita de asistencia social. Ella es una joven simpática, al inicio del ciclo se presentó también como la encargada de recursos humanos. Alta, de lentes, pálida y de pronunciadas caderas, toda una modelo, aunque su risa chillona es demasiado graciosa, se encoge de hombros y se tapa la boca al hacerlo, es muy contagiosa.

A todos en el aula nos parece raro verla aquí, será quizás que viene a dar un comunicado al salón o algo así. Sin embargo, nuestras suposiciones estaban equivocadas, ella se asoma por la puerta diciendo mi nombre, me buscaba solo a mí y yo ni la más mínima idea del porqué. Me acerco a atender su llamado, pensando en un primer momento que es un error o algo así, digo, que yo sepa no había hecho nada malo, creo.

¿Será que alguien me vio cuando el amo y yo lo hacíamos en el estacionamiento? No creo, su auto tiene ventanas polarizadas, a menos que me hayan escuchado gemir. No, él me tapaba la boca con su pañuelo, así que no sonaba casi nada ¡Ay no sé!

Vamos Carolina, no sea tantas vueltas en tu cabeza, de seguro no es nada, no tienes de qué preocuparte.

-Hola señorita Ana, en qué puedo ayudarle- la saludo cordialmente.

-Buenos días Carolina, ¿Crees que puedas acompañarme un rato a mi oficina?- me pregunta sorprendiendome un poco.

-Claro, no hay problema- y nos vamos caminando a su oficina en silencio, un silencio un tanto incómodo para mí.

Un par de minutos después, entramos a su oficina. A decir verdad, pensaba que sería más grande pero bueno, es solo para ella.

Me invita a sentarme y me pregunta que tale va en la universidad, a lo que respondo que bien, estudiando bastante y conociendo gente nueva.

-¿Y no has tenido ningún problema con nadie del campus, verdad?- me consulta amablemente.

-No señorita Ana, ningún problema con nadie que yo sepa ¿Por qué la pregunta?- pregunto con la curiosidad que me caracteriza.

-No, por nada, solo quiero saber un poco más de tí- con esa respuesta comenzamos a conversar unos minutos hasta que me hizo la siguiente pregunta:

-¿Y cómo van las cosas en tu casa?- debo admitir que la pregunta no me la esperaba y me quedo unos segundos en silencio.

Después le cuento que vivo sola y que ayudo a un "señor" para pagar mis necesidades básicas (obviamente no le iba a contar de mi contrato sexual amoroso con mi amo).

Curioseando hace unos días leí sobre las necesidades básicas de la persona y, según la pirámide de Maslow, el sexo es tan escencial e importante como respirar o alimentarse, así que si, el amo atiende mis necesidades principales.

-¿Y tus padres?¿Has hablado con alguno de ellos últimamente?- si la pregunta anterior fue un tanto incómoda, está la supera y por mucho.

Al inicio no supe que responderle, termino diciéndole que no, excusándome en mis estudios. Debo admitir que no es el argumento más convincente que se podría dar, pero es lo único que se me ocurre en estos momentos.

-Tu padre se ha comunicado el día de ayer con la universidad, dice que no sabe nada de tí y está muy preocupado- ¿Qué? ¿Qué él se ha comunicado y me está buscando? No lo puedo creer. Lo dije en mi mente, intentando mantener la calma y guardar las apariencias.

Así que toda la cháchara era porque ese señor, al que se supone debería llamar padre, ha llamado buscándome. Seamos honestas, eso de que está muy preocupado es pura mentira ¿Pero para qué me buscaría? No tengo ni la más mínima idea, y ahora no tengo cabeza para pensarlo, así que será mejor evitarlo por el momento.

-No se preocupe señorita Ana, yo misma llamaré a mi papá para hablar con él- odio siquiera la idea de referirme a ese tipo de esta manera.

Salgo de la oficina de la asistenta social, preocupada y con un leve sentimiento entre miedo y tristeza, camino lentamente, pensativa, pululando por el campus. Sentía un nudo en la garganta y mis ojos se empezaban a hinchar como si quisieran llorar.

-¡Carito! ¿Dónde estabas? ¿Qué haces?- son Adriana y Raúl, me encuentran por uno de los pasillos cerca a la cafetería, no les digo nada, finjo una sonrisa media forzada y mi voz vuelve a la normalidad. Por el momento necesito distraer mi mente de esto, necesito estudiar y ellos me sientan muy bien para ello.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora