XII. Spanking

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XII

Spanking

Cierro la llave del agua, he logrado enterarme de cómo ha logrado tener tanto éxito y realmente me ha sorprendido, aunque no me quejo, yo misma estoy disfrutando de los beneficios producto de sus lucrativos "negocios".

Me inclino delicadamente para dejar caer mi cabello para luego alzar de forma rápida mi cabeza haciendo que mi pelo se alce y caiga en mi espalda sensualmente quebrada para el deleite del amo.

Conforme se iba disipando el empañamiento de la puerta de vidrio y se iba develando mi intimidad, cojo una toalla para cubrir mi figura.

Veo la mirada acosadora y lujurienta con la que me mira él.

-¿A dónde vas, niñita?- me pregunta soltando un risa coqueta.

-Voy a cambiarme las ropas mi señor- respondo agachando un poco la cabeza en señal de respeto, aunque con una sonrisa de complicidad.

-Si tanto quieres cambiarte, ponte solo lo básico y ve rápido a mi cuarto- ese ya no fue un comentario, fue una orden que debía cumplir.

Por la premura de tiempo solo atino a ponerme ropa interior, un bralette y un hilo, ambos negros. Quién diría, a pesar del apuro, procuraba verme bien para él.

 Voy corriendo hacia la puerta del cuarto, me pongo los zapatos antes de entrar. ¿Por qué los zapatos y con tacos todavía? Se preguntarán. La respuesta es aparentemente simple: lo quiero seducir, ya no para conseguir información o satisfacer una curiosidad, lo quiero seducir para que se enamore de mí. Lo amo, o al menos creo que lo hago y quiero ser algo más que su sumisa, más que su asistente, más que su sirvienta, más que su objeto sexual; quiero ser su novia.

Entró al cuarto, lo veo ahí sentado, está vestido de manera elegante, como siempre. Camisa blanca entallada, sin corbata, pantalón de terno y zapatos de cuero negros que combinan perfectamente con mi indumentaria para la ocasión.

-Aquí estoy amo, como lo ordenó. ¿En qué puedo servirle?- me presento agachando nuevamente la cabeza.

-Ven aquí niña curiosa- me indica mientras se acomoda en su asiento. Tiene un vaso con whisky y hielo en su mano.

Me acerco a él caminando despacio, un pie delante del otro, meneando ligeramente las caderas, intentando imitar el andar de un modelo. Me mira de pies a cabeza, aprecia mi lencería, sabe lo que quiere, se lo que quiere, sabe que soy suya para que haga conmigo lo que quiera, lo que sea.

Giro un segundo a ver la cama, estaba el collarín que tanto le gusta usar en mí, pero aparte hay algunos artículos que no había visto antes. Uno era una varilla larga, trenzada y muy fina de cuero negro; la otra era una especie de raqueta de Ping Pong, aunque en lugar de ser circular, tenía una forma hexagonal alargada, el mango tenía un forro especial para mejor agarre supongo, pero seguía siendo en general de madera de un buen espesor, lo cual garantizaba su dureza.

-Has demorado más de lo que debías, niña, pero no importa, ya veré qué castigo te doy por ello- me reclama mientras de un sorbo se termina su whisky.

Se pone de pie y su imponente presencia estremece mi cuerpo como un aire gélido. Recoge el collarín y se acerca lentamente hacia mí.

Me intimida, me reduce a cada paso que da. Tiemblo, pero no de miedo, sino de emoción.

Se para frente a mí, rodea mi cuello con sus fuertes brazos, sus labios están muy cerca de los míos, me pone el collarín ajustándolo con sumo cuidado; es mi gargantilla favorita.

Desliza sus manos por mis hombros acariciando mi piel, me empuja levemente hacia abajo.

Me pone de rodillas frente a él, sentada en mis talones, se agacha conmigo inclinándose, con un pie adelante y apoyando la otra rodilla en el suelo; como si fuese su niña pequeña, y lo soy.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora