XV. La Huella

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XV

La Huella

He sido gritada, insultada, abofeteada y ahora me arrastran por los suelos envuelta en vergüenza e indiferencia frente a decenas de personas que no hacen nada más que ver.

Me obliga a avanzar unos cuantos pasos, gateo aún con el dolor en el cuerpo por la caída e intentando respirar por la boca dado que la sangre sigue brotando de mis fosas nasales.

En eso, alguien lo detiene, es uno de los de seguridad de la universidad, el cual se para frente a él mientras otro guardia se posiciona a sus espaldas.

-¡Señor! Detengase ahí y suelte a la jóven- ordena el vigilante con una voz seria estirando su brazo frente a él.

-¡Fuera de mi camino! No te metas en lo que no te incumbe- responde mientras intenta hacer a un costado al uniformado para seguir avanzando. Pero este no se deja apartar y comienzan a forcejear dejándome tirada a un costado.

Tras unos segundo, y con ayuda del segundo vigilante logran reducir al agresor, tras recibir golpes, insultos y hasta escupitajos por parte de violento.

En eso llegan Adriana y Raúl preguntándome si estoy bien, a lo cual no les respondo, la expresión en mi rostro lo dice todo. Me asisten y me ayudan a levantarme, lo cual logro hacer con cierta dificultad; camino con ellos como cojeando para dirigirnos directamente al tópico de salud de la facultad, mientras lloro en silencio mirando al suelo. Los chicos no me hacen más preguntas, ni me dicen nada, solo me ayudan.

Ya en el lugar, me sientan cuidadosamente y le cuentan a la señorita encargada lo sucedido. Fueron ellos los que llamaron a los señores de seguridad que me salvaron.

Luego de un rato, la enfermera se acerca a mi con un vaso de agua invitandome a que lo tome, lo cual acepto.

-¿Aún te duele mucho, Carito? ¿Ese es tu nombre, verdad?- me pregunta con una voz muy amable mientras acomoda mi cabello a un costado para poder ver mi rostro de frente y limpiarme las manchas de sangre.

-Si… ese es mi nombre y no, aún me duele la cara y el resto del cuerpo, pero ya no tanto como hace un rato- le digo volteando el perfil y bajando la mirada por la vergüenza del momento vivido. Aún tengo ganas de llorar, pero ya no por el dolor, sino por la impotencia que siente toda víctima de abuso al verse expuesta y vulnerable.

-Toma esta pastilla, te ayudará con el dolor y podrás estar un tanto más tranquila- me dice mientras me alcanza el medicamento, el cual tomo con lo que resta de agua en el vaso.

-Bien, ahora recuestate en la camilla y descansa un tanto. Mira, la hemorragia nasal ya se detuvo y la inflamación en tu pómulo bajar con lo que te acabo de dar, aunque quizás vayas a tener algunos hematomas debido a la caída. Debo imaginar que con todo esto aún te debes de sentir terrible, así que intenta descansar un poco en el mueble, yo estaré en la mesa del costado por si me necesitas- su mirada es particularmente dulce, eso me calma un poco, o quizás sea el analgésico me esté dando sueño, no lo sé. Solo cierro los ojos e intento reposar.

Media hora más tarde, abro los ojos para tomarme nuevamente con el rostro de la señorita. En ese momento, cualquiera pensaría que se había quedado viéndome dormir, pero en realidad ella solo buscaba el momento apropiado para despertarme. Los guardias habían venido hace unos minutos, le dijeron que me avisará que al sujeto no lo pudieron retener mucho tiempo en la comisaría, o mejor dicho, que a los de la comisaría no les interesó en lo más mínimo encargarse del problema y simplemente lo soltaron como si nada. Sin embargo, si me recomendaban que vaya y haga mi queja ante ellos por el ataque recibido.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora