X. La Universidad

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X

La Universidad

Han pasado ya como cinco semanas desde aquella no dónde me violó por primera vez, aquella noche donde le entregué mi cuerpo, le cedí mi virginidad, regalando mi pudor y dejando que invada mi ser como nunca nadie otro. Esa fue la primera de varias noches de intenso deseo y lujuria.

Aún recuerdo como amanecí al día siguiente, el dolor de mi cuerpo que casi no me dejaban ni caminar, las marcas en mi piel que descubrí mientras me duchaba y los recuerdos eróticos que aún estremecían mi ser y humedecían lo que restaba de mi inocencia.

A las pocas noches volvió a suceder, y así la noche subsiguiente, cada vez con un ligero aumento en la intensidad que me hacía disfrutarlo cada vez más. Despertando en mí la lujuria y el deseo de que mi amo me posea una y otra vez.

Cada palabra que decía, cada orden que me daba, la obediencia al instante, con gusto y la debida sumisión. No sólo en la oficina, además los fines de semana que pasaba en su departamento, revisando documentos, ordenando las cosas o simplemente estando a la espectativa de que podría desear mi amo, sino también, algunas veces que iba a recogerme de la universidad para llevarme al trabajo, en donde aprovechaba el camino en responder todas las preguntas que me hacía sobre mi día mientras íbamos en el carro.

Él me ha sabido tener mucha paciencia, entendió mi cuerpo desde el primer día que me poseyó. Pero, en estas semanas no solo ha hecho en mi cuerpo lo que ha querido, también ha sabido encantar mi mente. El amo me ha estado guiando desde que comencé mis clases en la universidad, ha revisado mis preocupaciones, tanto a nivel de clases que se me hacían difíciles, hasta la misma adaptación a este nuevo entorno, mis miedos a interactuar con otros, siendo yo una ratita de biblioteca.

Una vez me llamó la atención de fuerte manera, por mi frustración al no saber cómo resolver un trabajo de teoría básica, no es que la tarea haya sido demasiado complicada, aunque sí lo era en cierta medida, el motivo de la puteada que me dio, y con justa razón, fue por mi falta de seguridad de que sería capaz de hacerla. Tomó más tiempo del que pensaba, pero lo llegué a hacer, gracias a las palabras de aliento que me dió. Nunca pensé conocer a alguien, al cual pudiera llegar a admirar en tan poco tiempo y a la vez sentir está fuerte atracción que me acelera el corazón.

La vida en la universidad, aparte de aquellos problemas, es bastante interesante, especialmente con la gente de mi salón. Me hace recordar mucho a mi colegio. Los clásicos grupos que se formaban, sólo que, a diferencia de la época escolar, aquí todos estudian, bueno quizás unos grupos mucho más que otros, pero todos atendemos a las clases.

Al principio, antes de que mi amo me enseñe a no ser tan tímida, me cohibia mucho, me abrumaba la idea de estar rodeado de tanta gente y que no conociera a ninguno. En mi escuela fue todo un proceso, y eso, porque eran chicos y chicas con los que había crecido desde primaria. Pero ahora era distinto, aparte hay que sumarle que soy la más joven y más pequeña del aula.

Sin embargo, gracias a un trabajo grupal del curso de ciencias sociales conocí a Adriana, una chica muy linda, de cabello rubio, algo gordita, pero con unas curvas envidiables. Bueno, no sé si tanto, pero al menos, a comparación de mis limones y mi potito, si tiene las curvas. Es toda una romántica y vive enamorada de Kevin, un chico de tercer año, el cual no le hace caso, creo que ni sabe que existe. Ella se muere por él, y con justa razón, es todo un galán; alto, cabello corto negro, musculoso, deportista a todas luces. Llama la atención de muchas chicas, por lo que veo, menos a mí, yo solo tengo ojos para mi amo.

Suena exagerado, lo sé, pero estoy embobada por mi amo.

Dentro del salón, seríamos el grupo de nerds más introvertidos si no fuera por Raúl. Este chico bello es el tercero miembro de nuestro equipo. Es el alma de la fiesta, muy hiperactivo, gracioso y el que tiene mejor vida amorosa que Adriana y yo, juntas. Él nos cuenta de todo, todo el tiempo, a cada rato, parece que nunca se le acaba tema de conversación. Nos a contado cosas tristes, cómo lo dura que ha sido su vida desde que sus padres se enteraron de que salió del clóset, toda la homofobia con la que lo trataron. Hasta cosas alegres y hasta envidiables como la cantidad de chicos con los que se ha acostado o cómo terminó besándose con el más "machito" de su colegio en el baile de graduación, con lengua incluida.

Las bromas de Raúl no se quedan atrás, nos hacen morir de la risa, y ni qué decir cuando se trata de chismes. No sé cómo ese muchachito se llega a enterar de todo lo que pasa en el salón. Incluso le tuve que contar sobre mi amo y nuestra relación dado que él nos vio a la salida cuando me recogía para llevarme a la oficina. Me dió algo de vergüenza al inicio, pues no sabía cómo iba a reaccionar, pero lo tomó con la mayor de las normalidades, me dijo que una vez había escuchado de eso, pero jamás lo había experimentado. Para Adriana la historia fue un poquito diferente, o bueno, no tan detallada mejor dicho, para ella, el amo y yo vendríamos a ser enamorados nada más. Cosa que para el caso es lo mismo ¿No?

Aparte de ellos, nadie más en la universidad sabe de mi relación. Bueno, a veces pienso que no saben ni que yo existo, eso me angustia un poquito, el hecho de que casi nadie me conozca. No es que pretenda ser una chica popular en la escuela, ni nada de ello, pero, por ratos, en las noches, me siento sola. Mi relación con mi amo va genial, con Adriana y Raúl, somos un gran equipo, confidentes y siempre nos morimos de la risa. Pero, de cierta manera, extraño mi hogar, mis amigos, los conocidos del barrio, a pesar de que nunca hablé con ninguno de ellos, pero siempre los saludaba al llegar; extraño a mis profesores de escuela, que habrá sido de los chicos y chicas de mi colegio.

Los extraño a todos, pero por sobretodo a mi mamá, a ella más que a nadie, sus mimos cuando sacaba buenas notas o me portaba como niña buena, las canciones que entonaba para tranquilizame cuando estaba triste o lloraba, la manera como me escuchaba contarle mi ilusión de mi primer enamorado, era mi confidente, a ella nunca le oculté nada, extraño el cómo me alentaba cada vez que le contaba mis sueños de estudiar en una gran universidad, trabajar y ser una gran exitosa. ¡Dios! Cómo quisiera tenerla a mi lado una vez más, al menos por una noche, para contarle mi vida, todo lo que estoy viviendo, abrazarla y dormir en su regazo, pero eso no es posible. Y eso es lo que me llena de dolor en las noches.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora