II. El Plan

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II

El Plan

Llevo sentada ya un par de horas en el bus, con dirección al sur, a la capital y ya me estoy empezando a aburrir.

Los asientos no son muy cómodos, como dije, son de plástico y me duele cuando saltamos en cada bache que cruzamos, no es que tenga un culo tan grande como el de la señora del costado, la cual parece no inmutarse por esos golpes debido a la turbulencia, aunque bueno, solo me queda aguantar, pero no me quejo, digo, por el precio que me costó, el cual fue casi nada y que me dejaran pasar, siendo menor de edad y sin mis padres al lado, es una completa ganga.

Por más que lo intente, sería casi imposible, para mí, lograr hacerme pasar por una persona adulta. Acabo de terminar el colegio este año y aunque muchas de mis amigas ya han entrado varias veces a discos y antros sin necesidad de mostrar documentos ni nada, en mi caso, yo no podría, es más, creo que ni me atrevería tampoco. Es que no soy mi atrevida que digamos, soy más bien tímida. Aparte, con la cara de niña que tengo y mi metro cincuenta y cinco que no me ayuda mucho, no podría engañar a nadie. Eso se lo debo a la familia por parte de mi madre, las mujeres nunca fueron altas, pero yo sí que soy el colmo, una enanita.

A decir verdad, no sé cómo será de aquí a un par de años, cuando ya tenga la mayoría de edad, creo que tendré que mostrar mis papeles a cada rato o pegarlos en mi frente para que la gente me crea.

Bueno, seamos sinceras, esta travesía en bus está resultando más terrible de lo que me imaginé. El vehículo está repleto de gente y todas ellas llevan bolsas de frutas, verduras y otros artículos para comercializar en el mercado de la ciudad, una bulla estruendosa, un mal olor y hasta el repetitivo ladrido de un perro al fondo, tan asustado como yo, por su primer viaje interprovincial.

Mientras soporto todo el alboroto del viaje, voy pensando en lo que haré apenas llegue a la ciudad. No es que haya mucho que hacer en estos momentos, he escuchado mi lista de canciones ya como tres o cuatro veces seguidas, y no tengo tema de conversación con mi compañera de asiento, no soy muy habladora, como ya dije, soy muy tímida, además, incluso si tuviera algo que comentar no creo que ella me vaya a prestar mucha atención que digamos. Está dormida y de manera muy profunda y realmente no sé cómo lo ha logrado, apresar de todo el movimiento y del abrumante hedor que despiden los paquetes de carne y pescado que empiezan a descongelarse con el sofocante calor corporal que emanan las decenas de personas que están en el bus. Y no solo eso, sino que, en medio de tanto ruido, aún se escuchaban sus ronquidos que hasta me han robado unas pequeñas carcajadas de rato en rato.

El plan para cuando llegue a la capital es sencillo y aprueba de fallas. Lo primero es ir a la universidad central y hacer el papeleo de mi beca, porque sí, no solo soy tímida, soy una pequeña ratita de biblioteca que pasaba todo el día leyendo, era lo que me gustaba, o quizás porque no tenía muchos amigos,no tenía nada más que hacer, o tal vez no quería estar las tardes en mi casa, estar a la hora que mi padre llegaba y descargaba todo su estrés y rencor de su trabajo, gritando y reclamandole a mi madre por cualquier tontería.

Lo segundo será buscar donde vivir. Bueno, de momento, al menos saber dónde pasaré la noche. No es que sea millonaria, ni mucho menos, pero si tengo algo ahorrado, a eso sumarle que no fuí al viaje de último año ni a la fiesta de promoción. Si, algo de bueno tenía que tener el ser una ratita de biblioteca.

La última parte del plan es, creo yo, la que tomará un poquito más de tiempo, se trata de encontrar un trabajo, quizás no uno muy grande, ni con un generoso sueldo, en una tienda de ropa, un súper mercado o algo por el estilo, para poder pagar mi alojamiento, comida y mis necesidades básicas. Ah, y si se puede, comprar algo de ropa. No es que sea de tener muchas prendas, pero, tampoco es de que lleve mucha ropa en mis maletas.

Un nuevo ronquido de mi vecina de asiento me saca de mis pensamientos robándome una breve carcajada, mientras que su gato negro duerme en su regazo. Es uno que parece ya estar muy viejo, quizás por ello no se ha movido mucho. Y yo que temía que me fuese a arañar o peor, que se me trepe encima.

Ya le restan unas cuantas horas al viaje, estimo que llegaremos a nuestro destino en la mañana, poco después de la hora de desayuno. He logrado, con la ayuda de mis audífonos como tapones auditivos, apaciguar en pequeña medida todo el ruido que invadía el vehículo y así, de rato en rato, poder dormitar durante la noche. Ahora solo recostaré mi cabeza sobre el vidrio de la ventana y miraré la ruta hasta aburrirme y poder descansar un poquito más antes de mi llegada a lo que será mi nueva vida.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora