XVI. El Pasado

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XVI

El Pasado

Acabo de salir de dar mi último examen, con este ya se acaban mis parciales. Ojo, con esto no quiere decir que no dejaré de estudiar casi diario como la ratita de biblioteca que soy, sino que termina una semana que desde el inicio me ha servido para enfocar mi mente a la parte académica y no hacerme bolas la cabeza pensando en todo lo que ha sucedido recientemente.

Esto podrá sonar algo desubicado de mi parte, pero, afortunadamente para mí y mi tranquilidad, los exámenes de este año han estado jodidamente difíciles. En serio, no lo digo yo, sólo basta escuchar los comentarios de mis compañeros al salir de cada prueba o ver las caras de los alumnos en los pasillos, incluso de otros años. Adriana de comentó que en otras aulas la cosa era peor. En tercer año, varios desaprobaron y los restantes sólo alcanzaron la nota mínima para pasar.

Y por si se preguntan por qué mi amiga Adriana está tan al tanto de ello, es porque no deja de seguirle los pasos a Kevin, el chico que les conté del cual ella vive enamorada.

En verdad pareciera que todos los profesores de la facultad se pusieron de acuerdo para reprobar a todos, aunque lo que respecta a mi, he dado todos mis exámenes bien, no perfecto como me gustaría, pero más arriba del promedio.

Pero cómo decía, afortunadamente las cosas se dieron así en estos parciales, con lo cual, todo el campus se olvidó por completo el altercado que sucedió a inicio de semana.

No voy a negarlo, aún me afecta, y mucho. Pero la orden de alejamiento ya es oficial, además que está prohibido de ingresar a la universidad, con eso al menos puedo estudiar tranquila.

Con respecto a lo otro, el trabajo en la oficina; llevo más de una semana sin poner ni un pie en ese edificio. Y no es por irresponsable, sino que le había pedido permiso al amo, semanas atrás para poder llevar bien los exámenes, a lo cual él no tuvo ningún inconveniente.

Ahora último, con lo sucedido, él no puso presión en que volviera cuanto antes a mis labores, supo comprender que no estaba en las mejores condiciones emocionales para hacerlo. Pero creo que ahora me puede servir meterme de nuevo al mundo de los trámites y papeleos para ocupar mi mente otra vez.

Tras una larga y banal conversación con Raúl y Adriana, me despido de ellos, los cuales se van al paradero de buses para irse cada quien a su casa. En cambio, yo me quedo en la entrada de la universidad, esperando a que venga el amo a recogerme para ir a recoger unos documentos y luego, directo a la oficina hasta la noche.

Lo veo llegar, se estaciona justo frente a mí,me hace una seña y subo al asiento de copiloto y el auto empieza a andar.

Tras unos minutos de un particular silencio algo incómodo que no supe cómo cortar, el amo rompe el hielo preguntando qué tal me fue en mi día, pregunta muy superficial y abierta, pero cumplió su función de iniciar la conversación.

La respuesta es la más obvia de todas, la que solemos responder las chicas (aunque algunos muchachos también) cuando no queremos hablar, ya sea por incomodidad o falta de interés: "Bien". Aunque, en este caso, es por miedo, pues ya se a donde irá este diálogo, hasta ya me veo llorando como niña pequeña. Ojo, no es que no le tenga confianza, solo que no deja de ser un tema muy delicado para mí y no es fácil recordar todo lo vivido.

A esa pregunta le siguen un par más, para luego empezar a indagar cosas un poco más personales: sobre cómo era cuando era niña y cómo así nace esa curiosidad que me hace elegir la carrera que estoy estudiando. Obvio estas consultas ya me las había hecho tiempo atrás, pero está vez busca respuestas más detalladas.

He estado tan sumergida en mis pensamientos al momento de responder que no me he dado cuenta de la ruta que ha tomado el amo. Para cuando reacciono, ya habíamos llegado a la playa. Nos estacionamos frente al mar y voltea a mirarme directamente. Su mirada me inspira cierta comodidad, lo cual da pie a que comience a ser más explícita al momento de relatar mi historia. La cadena de sucesos es contada lentamente de manera cronológica, llena de adjetivos que buscan expresar los sentimientos que tenía en cada momento, a esto hay que sumarle algunas pausas que tomo para respirar y tranquilizarme, pues, quizás en ese tiempo no me llegué a dar cuenta, pero ahora, haciendo retrospectiva, siento una profunda pena por mí misma, por lo que viví, las cosas por las que pasé durante mi niñez, no soy psicóloga aún, pero no hace falta ser para afirmar que nadie sale bien librado de ese martirio que le tocó vivir a mi mamá y a mi.

El amo no hace más preguntas, llegado al tema comienzo a hablar, con dificultad al inicio, pero eso va cambiando conforme voy liberando todos los sentimientos reprimidos. Por su parte, él solo se remite a escucharme con atención, por ratos pasa su mano por el costado de mi antebrazo derecho como gesto de apoyo.

Mi mirada apuntando al vacío, mis ojos humedecidos, con las manos haciendo mimicas sin mucho sentido y mi voz que, aunque está empezando a quebrarse de rato en rato, no deja de reclamar por las injusticias que hemos padecido en mi casa por tantos años.

Los ojos del amo no se despegan de mi, sin embargo, su expresión ha ido cambiando conforme se desarrolla el relato. Al comienzo si rostro tranquilo empezó a mostrar un poco de preocupación, la cual pasa a una preocupación cada vez más fuerte, la incomodidad se va reflejando más y más. Como dije, mirar por ratos al vacío no me ha permitido ver si ha mostrado algún sentimiento de impotencia, como el que yo siento al relatar mis experiencias, pero si estoy notando su enojo, la cólera que generan los maltratos del que mi madre y yo hemos sido víctimas. Veo una mirada firme en su cara, incluso frunce el ceño de una manera que no había visto antes, de una forma que me intimida hasta el punto de asustarme.

Mi testimonio termina contando cómo me vine, la búsqueda de mi tranquilidad, mi miedo ante lo ocurrido en la universidad y la frustración de no saber qué hacer para huir de todo esto.

Después de ello, me parto a llorar, cayendo sobre el pecho del amo, en sentimiento de vulnerabilidad me abruma al punto de hacerme temblar de miedo. Él, que había permanecido en silencio escuchando la historia, comienza a abrazarme de una manera cálida aunque un poco tosca y, tras unos segundos callado, sentencia:

-Tranquila, esto no se va a quedar así- con una voz seria y gruesa.

Es extraño, una parte de mi esperaba las clásicas frases de apoyo y motivación, sin embargo, entendiendo que él no es de hacer esa clase de cosas, sus palabras calan en mi pensamiento como una forma de esperanza de que se hará justicia. Lo sé, es raro, incluso muchas hubieran preferido las típicas palabras de aliento, optimismo y compasión, pero, en este caso, lo que dijo me ayuda a centrar nuevamente mi cabeza.

Nos quedamos un rato más en silencio, abrazados, luego volteamos a ver la ventana. Apreciamos la puesta del sol en el mar, el paisaje seca mis lágrimas mientras que la mano de él acaricia mi cabello. Enciende la radio, suenan baladas de rock en inglés, no le presto mucha atención a la letra, solo me concentro en la tonada, el atardecer y, por supuesto, la compañía.

Llega el ocaso y con él, la hora de irse. El amo me abraza una vez más, besa mi frente y me vuelvo a sentar en el lado del copiloto. Él se dispone a llevarme a mi casa, mientras yo veo por la ventana como nos vamos alejando de la playa.

La llegar al destino, detiene el carro, voltea a verme y me dice:

-Ve, descansa tranquila, se que ha sido complicado para ti. Y no te preocupes por los pendientes de hoy, ya mañana los verás con calma-

Acaricia suavemente mejilla derecha y acto seguido nos besamos por un buen rato.

Al salir del vehículo, y caminando hasta llegar a mi cuarto, siento como me he quitado un gran peso de encima. Dejo mis cosas, bajo a la cocina a comer lo que me dejaron de cena mientras reviso mi instagram y vuelvo rápidamente a mi cuarto, alisto mis cosas y me meto a la ducha, no quiero que miente se haga bolas por el día de hoy.

El agua caliente logra relajarme por completo, ya en mi cama reflexiono sobre cómo me he sentido todas estas últimas semanas y que desde mañana las cosas van a cambiar; mi perspectiva, la forma como veo las cosas ha de cambiar, no puedo permitir que lo sucedido siga afectando mi vida, debo ser más que mis problemas, debo superarme, me lo merezco.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora