XXI. Los Papeles

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XXI

Los Papeles

A la mañana siguiente, ya todo mi mundo ha cambiado. Amanecer al lado del hombre que adoro, en su cama, que ahora es nuestra.

Me he levantado temprano, al menos eso creo; mi amor aún está dormido, por lo cual me levanto y voy a la cocina a preparar algo de desayuno.

Una pizza de pepperoni, ni más ni menos. Aquella que encontré la noche anterior en el refrigerador, es lo único que atino a cocinar. Una prensa francesa y los restos de granos de café encontrados en un frasco fueron suficientes para servir un par de tazas de café.

Tras haber terminado de poner los platos sobre la mesa, me dirijo a avisarle a mi amo, pero, al llegar al cuarto, él ya se estaba cepillando, por lo cual me le acerco y, con un beso en la mejilla, le aviso que la comida ya está servida.

Ya sentados, le cuento los planes que tengo para el día de hoy mientras él revisa noticias en su celular. Le pedí que me ayudará a traer todas mis cosas de la casa donde dormía antes, eso será lo primero que haré el día de hoy.

¡Dicho y hecho! Realmente creo que estoy pasando mucho más tiempo conversando con la señora, la cual ha sido todo un ángel conmigo de inicio a fin, que lo que me había tomado vaciar los cajones y empacar mis cosas. Ella desea lo mejor para mí y me dice que puedo visitarla cuando quiera; me da un abrazo tan cálido, como si fuese mi verdadera abuela. Hemos compartido cenas conversando de la vida o cosas que le han pasado cuando era joven y, las veces que llegaba tarde, ella me esperaba en la sala solo para ver qué no me había pasado nada malo. En verdad creo que si la voy a extrañar un poco.

Guardo las cosas en la maletera y nos dirigimos al departamento. El amo estará ocupado toda la tarde, pues tiene documentos por revisar; mientras tanto, yo iré a comprar comida para al menos preparar los desayunos y cenas durante la semana, lo básico y quizás algunos antojos.

Ese día se pasó volando, tanto fue así que terminamos comiendo cansados y nos fuimos directo a dormir.

Pensaba que iba a ser muy sencillo, pero la primera semana ha sido de toda una constante adaptación a la nueva forma de vida.

Todos los días me tengo que levantar un poquito más temprano para preparar el desayuno de ambos, pero, al menos ahora ya puedo tomar algo más decente que una simple taza de avena y un pan. El camino a la universidad es un poco más largo, sin embargo, a la salida él me recoje y me lleva a la oficina, incluso de camino ya me va comentando los pendientes. Así mismo, por lo general nos vamos al departamento al finalizar el día, salvo excepciones en las que tiene reuniones con sus contactos. En esos casos, me tomo un taxi.

Debo admitir que: cocinar la cena, limpiar el departamento y ordenar los demás quehaceres pueden resultar un tanto incómodos, sin embargo, al pensar que lo hago por mi enamorado, la molestia desaparece como por arte de magia, sé que es algo mutuo.

Conforme van pasando las semanas, me he acostumbrado a las nuevas tareas, aunque, lamentablemente, el tiempo se me hace corto para algunas cosas. Ahora estudio más en la casa que en la biblioteca, a decir verdad, ya solo entro a ésta a pedir y devolver libros cada semana.

Si bien comparto clases con ellos, ya no me da mucho el tiempo para conversar tanto con ellos, aunque bueno, ellos también tienen sus cosas por hacer. Estarán ocupados, creo yo. A Adriana le va bien en sus notas, según me ha comentado; Rolando nunca ha sido muy conversador, por lo cual no sé mucho de él. En cambio, Raúl si me preocupa, a pesar de ser el más unido (sobretodo conmigo) se ha alejado un poco del grupo (ya ven que no he sido la única), pero supongo que ya volverá luego. Por último está Samuel. Con él si he podido pasar más tiempo, al menos cuando me suele acompañar a la hora del almuerzo.

Llega un nuevo inicio de semana y, al medio día, nos sentamos en el comedor de la facultad y conversamos de temas variados. Justo me cuenta que el sábado anterior estuvo intercambiando canciones con Rolando. A pesar de que les gustan géneros musicales muy distintos, él es un fan de la música de todo tipo y le emocionó descubrir nuevas bandas de todo tipo.

Incluso me recomendó que escuchara una canción. Me dice que espera que me guste y que se llama Hello de Lionel Richie; el cual es un cantante del que nunca había escuchado antes, quizás, porque el disco es de inicios de los años 80's. Me pareció curioso que dudara tanto en darme el nombre de la canción, probablemente por miedo a que no sea de mi agrado, como soy más de escuchar Pop actual y música urbana, pero la voy a escuchar más tarde.

Salimos al paradero y justo veo a mi amor llegando, me ha venido a recoger para ir juntos a la oficina. Le digo a Samuel que me acompañe hasta el auto, así de paso saluda a Jonathan, a lo que él me dice que lo hará en otra ocasión, que justo su bus está por llegar.

Apenas entro al carro, lo saludo con un beso, el cual es correspondido, aunque se nota que él no está del mejor ánimo en estos momentos. Ya de camino, como es de costumbre, me dice las cosas que hay por hacer. En eso siento que algo vibra, reviso y es una notificación de Instagram, alguien estaba transmitiendo en vivo por la aplicación, no es la gran cosa, pero, ya que estoy ahí, me pongo a revisar unos estados de mis amigos, muy graciosos dicho sea de paso.

-¿Qué tanto miras? ¿Con quién estarás hablando que tanto te ríes?- me dice Jonathan con un tono algo burlesco.

-Con nadie, amor, solo estoy viendo cosas en el celular- le contesto con una sonrisa tranquila.

-¡Entonces guarda eso y préstame atención, te estoy hablando!- reclama quitando unos segundos su mirada de la vía para verme guardar el móvil.

Ya en la oficina, mientras traspapelo unos archivos de forma intensional, tal y como me había indicado Jonathan. Según me había explicado anteriormente, de esta manera podía entregar una carpeta de una denuncia cualquiera al juzgado y, en ella, documentos falsificados que serán puestos como evidencias para un caso en especial por un asistente del lugar, a cambio de unos pocos billetes, y de esta forma asegurar su resultado.

Mientras hago esto, él tiene una reunión con dos señores. Ellos visten ropas casuales, como cualquiera, sin embargo, por la forma cansada en que caminan y el tono levemente arrogante de sus voces se nota que son policías.

Luego de unas horas, ambos oficiales encubiertos salen de la oficina. Las miradas entre ellos y el intento fallido, por parte de uno de ellos, de ocultar su carcajada harían pensar que se han ganado la lotería o algo así, pero yo sé que ese dinero que recibirán será a cambio de algo.

Derecho de piso: Diario de una sumisa [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora