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—. Espera. No te vayas, ¡PAUL! — Lloré.
Paul había aguardado su ropa en una grande maleta para irse. Dejarme, eso quería hacer irse con sus ¡MALDITOS PADRES! ¡¿Y YO QUÉ?!, Esta bien cometí una gravísima equivocación y lo aceptó. Pero eso no le daba el derecho de dejarme. Entonces quizás otra vez irracional regreso esas ideas locas del abandono. Era ¡MI MARIDO! tenía la obligación de quedarse conmigo hasta la muerte.
— ¡NO TE VAYAS!.— grité histérico.
Sujeté el mango del cuchillo en una loca idea de retenerlo conmigo.
— Sí te marchas y me dejas ¡ME MATÓ! ¡TE LO JURÓ! —. Decidido ejercí un corte en la muñeca izquierda.
Paul tiró las maletas y fue deprisa hacía mí con su rostro preocupado. La sangre salí de mis manos y sentí qué había valido por qué después de eso Paul no sería capaz de dejarme a mi suerte. Él no lo haría. Me ama tanto que no lo haría. Apesar de lo que le hice el seguiría perdido en mi amor y en nuestro matrimonio.
—. Oh por Dios, John. Quédate aquí y iré por ayuda. — Cortó un trozo de su playera y la enredó en el corte.
— ¡NO! —. Grité — Te lo pido, quédate conmigo.— Apelé.
Paul deposito un besito en mis labios y sonrió enternecido.
— No me iré pero debemos ir a un doctor.
— Lo haremos.— Suspiré. — Perdón. Perdóname por ser una basura de esposó y asustarte de esa manera tan espantosa.
— Lo sé, John. Pensaste que podría tener a alguien en la habitación. Lo entiendo, pero eso no quita que soy tu marido debes confiar en que te amo de por vida.
— ¿De por vida? — Pregunté.
— De por vida. O caso no soy Paul McCartney de Lennon — Me mostró su anillo de oro en su dedo anular.
Lunático sonreí pero Paul estaba tan despistado en la cortada.
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