Capitulo 8

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Paul subió al transporte público y yo pagué la tarifa

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Paul subió al transporte público y yo pagué la tarifa. No teníamos automóvil para ir al hospital rápidamente, así que teníamos que usarlo. No era feliz haciéndolo y menos con Paul por qué los pasajeros eran hombres depravados. En todo momento sostuve a mi marido de sus caderas y sin asientos Paul se agarró del tubo.

  A la parada siguiente un hombre había dejado un espacio libre.

  —. Siéntate — Le susurré en su oído.

  Paul asintió y se sentó. Pero en eso un tipo de aspecto andrajoso aprovecho que una mujer había bajado para sentarse al lado de mi marido. Apreté mis manos y no le dije nada al sujetó y así paso en unas paradas. Yo ponía mi atención al tipo y sus asquerosas manos que rozaban la pierna de Paul. Asimismo Paul se hacía para el otro extremo del asiento para evitar su toque repugnante.

—. ¡MISERABLE! — Exploté y le pegue tan duró.

  Había puesto su mano en el muslo de mi marido y no lo iba a permitir ni por todo los diamantes del mundo. Paul se levantó y me detuvo. ¡SE IBA ARREPENTIR! Los pasajeros se asustaron y se hicieron para atrás. Le pegué y le pegue hasta que mis dedos me dolían de tantos golpes.

  —. ¡DETENTE! — Pidió. — Lo vas a matar, John. — Mumuro.

  Así lo hice y tiré de su mano para bajar del autobús. Ya en la calle y en presencia de los peatones le dí una bofetada en el rostro. Por hacerme ver un auténtico cretino, bien pude venir sin su compañía pero tenía que venir conmigo.

  — ¡TE GUSTÓ! —. brameé — ¡VERDAD! Qué su mano acariciará tus piernas.

  — No, John — se alejó.

  — ¡¿A DONDE VAS?! —. Le grité y fui por el con enojó.

  Un peatón intercedio en el maltrato y lo protegió antes de que lo volviera a pegar.

  —. ¡NO TE METAS! — Lo empujé.

  La herida se abrió por la fuerza que ejercí en el golpe y las vendas se humedecierón de rojo.

  — Lo haré para proteger a este chico de tus golpes.

  Ignoré su presencia y le entregué mi mano a mi marido quién tenía los ojitos lagrimosos.

   —. Ven aquí bomboncito.

   Negó y eso despertó la bestia.

  — ¡NO TE DI OPCIÓN!

  Después un policía entervino en la discusión y me esposo las manos.

  — Que le pasa déjame. ¡ES MI MARIDO! ¡TENGO DERECHO!

 ¡ES MI MARIDO! ¡TENGO DERECHO!

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