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Subí, escalón por escalón.
NO PODRÁS, TU COBARDIA SERÁ TÚ PERDICIÓN.
—. Sí, lo haré. Los mataré, a los tres.
¡ERES TAN COBARDE!
—. ¡Maldita sea cierra la boca! —. Eleve mi voz.
Las pisadas quedaba parecía ser eternas, parecía que no quería llegar.
TÚ ME DAS PENA, TU ORGULLO SE REDUCE AÑICOS SÍ CEDES ANTE ÉL.
—. ¡NO!
¡ELLOS SE RIERON DE TÍ MIENTRAS ESA PERRA SE RETORCÍA DE PLACER!.
—. ¡Arg! —. Colapsaría, ya no sabía sí estaba en mi mente o todo era real.
Continué pasando cuarto por cuarto hasta que dí con el número 58.
Al girar la perilla, la puerta se abrió.
Estaba oscuro, no veía o al menos no distiguía pero no encendería la luz.
Sí, estaban sería un aviso.
Caminé lento, mirando entre las tinieblas de la noche.
En la cama yacían dos personas, antes de quitar las sábanas debía asegurar la puerta.
Prendí el foco, y la habitación se ilumino dejando ver a cynthia que se abrazaba a Paul.
Quise burlarme descaradamente, la mujer con la que me revolcaba ahora era amiga de mi esposo.
Probablemente eso era chistoso.
Ella que decía que le diría todo a Paul sí seguía dándole desplantes, maldita rubia teñida.
O, SERÁ QUE TAMBIÉN LO QUIERE.
Sí, es posible, ella jamás ayudaría a alguien sí no le convenía.
Permanecí observandolos, pensando que hacer para desquitarme con ellos.
¡ANDA, MATALO!
—. Espera, déjame en paz.
Hartó, arrastre entre mis manos la cabellera rubia de cynthia, para aventarla al suelo.
Paul que estaba dormido, despertó.
Su carita se veía mal, aparte sus ojos ya parecían muertos.
—. Eres tan tonta, pensando que no los encontraría.
Cynthia se rió, algo que me dejó aturdido.
—. ¡Ay, John! Años de estar en mi cama y no sabes nada de mí. ¡Claro, que lo sabía! Sabía, que lo vendrías a buscar, que no podrías dejarlo así.
—. Espero que sepas lo que te va a pasar.
Cynthia retrocedió aún con su cuerpo en suelo.
—. Sí, tus manos están tan cubiertas de sangre que ya estás acostumbrado. Mátame, pero sabré que ayude a Paul estar lejos de tí. Él, ya no te ama.
Se burló.
—. Cállate, maldita rubia.
—. Sí, Paul McCartney ya no ama a John Lennon. De que sirvió, mentirle, de que sirvió secuestrarlo.
Furioso, agarre su cabello para estamparlo una y otra vez en el concreto.
Paré hasta que su cabello se tiño de un rojo intenso.
Sus ojos abiertos, mientras me miraba por última vez.
El sonido de las sirenas acercarse me hizo darme cuenta, esa maldita había advertido a la policía de esto.
¿Que hacía? ¿Correr, y Paul?
Le miré, con las manos cubiertas de sangre, acaricié sus tiernas mejillas.
—. Es mi hijo, dime Paul ese niño lleva mi sangre.
Él se negaba a hablarme, parecía que estaba en una realidad diferente, sus ojos veía al vacío y no me respondía.
—. ¡ARRIBA LAS MANOS!
Gritó, un policía apuntandome en la nuca.
No hice caso, quería estar cerca de Paul.
Acerque mis labios a su boca, para darle un beso pero el miserable policía me disparó en la pierna.
—. Queda arrestado por siete asesinatos, y por secuestro.
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Estaba en el estrado, el juez dictaría la sentencia.
Estaba presente los padres de Paul quienes me veía de lejos, con ganas de matarme.
—. Sabe lo que causó. ¿No? Él amor que dijo tener destruyó a la persona que decía amar. Lo logro, él enloqueció. Recluido en un psiquiátrico, aparte de las vidas de las familias que arruinó matando a sus hijos.
—. ¡NO SABE!
Azotó su maso, dos veces.
—. Si, es cierto, no se que tiene en la cabeza.
—. Ni la prisión me hará alejarme de él, del amor de mi vida.
—. Lo sentenció a treinta años en prisión, sin derecho a la libertad condicional.
Volvería, vería la manera pero John Lennon saldría de aquí.
Eso estaba seguro, no dejaría que Paul fuera feliz, no lo haría.
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