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A velocidad luz llegué a la casa y entre sin tocar o anunciarme. No le daría una oportunidad de huir, huir de lo que le haría si me traicionaba con otro en mi propia cama. ¡NO! ¡ANTES LO MATÓ! A ÉL Y SU AMANTE. Lo busque en la sala y en la cocina pero nada. No estaba, respiré antes de enloquecer de celos. Cómo penúltima esperanza fuí hacía nuestra habitación y ni siquiera abrí la puerta puesto en cuánto estuve en un alcancé favorable escuché unos gemidos y jadeos.
Identifiqué la voz tenue y suave de Paul, era él. Sin duda y con eso en mente me regresé a la cocina por un cuchillo filoso. Agarre el primero que ví y volvía a la habitación ni siquiera me asegure que estuviera otro hombre en la recámara. Seguí mi instinto celopata y abrí la puerta pero casi me arrepiento de por vida. Si era Paul pero estaba sólo en la cama matrimonial y desnudo entre las sábanas. Su piel se veía sudorosa por el ajetreo del placer. Su mano estaba acariciando su pene y sus ojitos cerrados mientras gemiá y gemía.
— ¡Ah, ah! ¡John, John! — Mastico sus labios dulcemente.
Se estaba masturbando por mí. No por qué tuviera a otro, no lo hacía por qué me quería a mí dentro de su ser. Su pene latía con cada roce de sus yemas de sus dedos. Despació me encaminé encima de sus piernas tersas y de un color niveo. Aún con el cuchillo besé sus labios una y otra vez hasta llenarme de su sabor. Paul se encorvo en la cama y aceptó el beso apasionado con ímpetu y sus piernas subía y subían. Acaricié su espalda desnuda y accidentalmente corte su piel con el cuchillo. Superficialmente pero Paul se levantó del colchón y me miró interrogante por el artefacto peligroso.
— ¿Por qué tienes un cuchillo?
No respondí.
— ¡DIME JOHN! ¡¿POR QUE TIENES UN CUCHILLO?! — dijo en una mezcla de temor y alteración.
Que le diría y mejor todavía Paul me perdonaría por pensar lo peor. Maldita la hora en que escuché a cynthia y créer que mí marido podía ser de otro. Está vez había metido la pata hasta el hoyo y Paul merecía una explicación.
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