Debería haberlo sabido, que esa insignificante cucaracha no vendría. Quizás, si, quizás no. Me arruinó mi vida, me hizo sentir que no valía. Sus celos, sus agresiones, y que hizo olvidarse de mi. Quería una perra para divertirse, estuve esperando un año a qué volviera, cautivó en un sótano con un asqueroso hombre, y su loca esposa.
Me quitaron a mi hijo cuando nació. Nunca lo conocí, era de John. Anthony y yoko, sus nombres jamás los olvidaré aunque mis manos estén cubiertas con su sangre.
Aún lo recuerdo, fue tan divertido e estimulante cuando ese imbécil me penetraba que fingí que me gustaba para pedirle que matará a Yoko. Y lo hizo. Sentí ese satisfacción de controlar su mente y luego el fue el siguiente.
Luego, busque a mis padres y que hicieron entregarme a la policía. Me psicoanalizaron y me recluyeron en un psiquiátrico. Parecía una broma de mal gusto, mientras ese bastardo me acuso de ser culpable de todo.
—. Paul, voy a entrar así que trata de alejarte de la puerta no quiero inyectarte otro sedante.
Hice lo que dijo, si había algo peor que estar despierto era la inconsciencia, no saber que día es, año, hora. Y vaya que cuento con salir de aqui para encontrar a John Lennon, y su mujercita.
—. Hoy te revisara un psiquiatra nuevo. Así que trata de hablar. Así podrás salir más pronto.—dijo acariciándome el cabello.
Me mantuve en silencio, en el camino. No quería hablar, por qué sentía que explotaría del rencor que siento por John Lennon.
La enfermera me guío hasta una habitación, la cual conocía perfectamente.
Abrió, la puerta y saludo amigablemente al doctor.
Cuando entre mire a un rubio con una cara angelical, pero con una mirada profesional. Lucía su bata, demás de que la habitación olía a químicos.
Sentí que me daba náuseas de estar aquí.
—. Este es Paul. Tara, me pidieron que lo trajera contigo.
—. Gracias, Jane. Puedes retirarte. — sonrió.
—. De nada. Pórtate bien, Paul —. Me dijo antes de irse.
Cuando cerró la puerta el rubio empezó hablar.
—. Así que Paul. —saco unas hojas que deduzco tenía mi expediente.
—. Quiero entender, por qué hiciste lo que hiciste. Que te motivo hacerlo, Paul.— preguntó.
Permanecí en silencio. Vi la frustración en sus ojos. Lo cual me hizo reír. Pero me mantuve inexpresivo.
—. Mataste a mucha gente, y me aterra ver qué no sientes ni un poco de remordimiento alguno por eso.
—. Le aterra eso, o que no pueda saber que a pesar de mi aspecto angelical los mate por qué quise. — alce una sonrisa en mis labios.
—. El aspecto no tiene nada que ver con la mentalidad, Paul. Una cara bonita no define a una persona.
Quise reírme.
—. El, si — dije.
—.¿Quién es el, Paul?
—. Usted lo sabe.
—. No, Paul. Dime su nombre. — pidió.
—. John Lennon.
Apunto algo y luego se detuvo para mirarme.
—. Por hoy es todo, te sugiero que descanses. Y mi nombre es Tara Browne puedes llamarme por mi nombre.
—. Claro, Tara —. Sentí una tensión cuando dije su nombre.
El me miró fijamente pero después aparto la mirada rápidamente.
Creo que el necesita más ayuda que yo. Luego sentí una inyección en mi brazo, el me había sedado.