Capitulo 19

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Me enferma, me enferma verlo dormido

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Me enferma, me enferma verlo dormido.

Verlo sin preocupación que no sea llevar a mi hijo en su vientre. Ahora que lo pienso, si el naciera ya no tendría su atención, el niño ocuparía el primer lugar de su vida. ¡ Y YO QUÉ! Ni siquiera podía disfrutar de su cuerpo, de su piel. ¡PROHIBIRME TOCARLO! ¡YO! Cuando lo que deseaba era enterrar mis dedos en esa piel tan blanquecina, y hermosa.

Su cabello que había crecido, caía en su bello rostro.

Tan negro, y abundante.

Y esos labios tan rosados y gentiles.

Tan gentiles que cuando me besan siento que lo hace tan angelical, tan dulce para no desviar el amor que siente por o sentía por mí. Otra noche, otra muerte, ya ni sabía a cuantos chicos había matado.

Lo único que repudiaba era sus caras, jóvenes bonitos de diferentes edades.

Pero ninguno se podía comparar con él, sentía que mi cabeza solo lo tenía a él. Esa sonrisa tan amable que me daba antes cuando todo esto no pasaba de un bello y tierno amor.

Su vientre lucía más abundante, haciendo notar los tres meses.

Pronto nacería mi hijo, esperaba que se pareciera a Paul.

¡A QUIEN ENGAÑAS! ¡ESE BEBE TE QUITARA SU ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN QUE YA NI TIENES, JOHN!

—. ¡Cállate maldita sea! —. Me pegué con el torso de mis manos en mi frente mitigando esas ancias de matarlo.

Paul se despertó asustado tratando de esconderse entre las cobijas.

—. John, por favor déjame ir. Tú, tú no estás bien. Ahora lo sé, y el niño debe nacer en otro ambiente. Uno de amor, y no esté —. Negó.

Yo solo tenía este, este ¡ESTÉ! lo decía como si fuera tan abominable este lugar. El amor que le daba, el amor que tenía por él.

Mis ganas de triturar esa linda boca y hacerla arrepentirse de lo que dijo de lo mal que me hacía sentir.

—. Sí, tú decides irte, te lo quito. Y sí eso implica te mato con el, no me importa sí aún no nace. Morirá en tu vientre, eso te lo aseguro.

Acerque mis labios a los suyos, Paul asustado se alejó últimamente lo que sentía en su mirada era miedo. Tomé su boca, tan rápido y sediento de sus labios. Él se rehusaba pero ejercí, una pequeña presión en su vientre para que cediera. Para que abriera su boca y disfrutará de su sabor.

Su lengua retrocedía, no quería cooperar.

Mordí sus labios logrando lastimarlos, haciendo que una fina línea de sangre corriera entre su boca y la mía.

—. Tú eres y serás mío, por siempre.

Acaricié sus muslos subiendo hasta sus caderas, el calor de su piel me hacía enloquecer de amor.

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