Debí parar cuando el despertó, pero se lo hice más rudo. El merecía pagar por los días que me hizo vivir en un terror y pánico tan cerca de lanzarme de un acantilado, por el. Y para él, siempre sería él.
—. Esto no es amor, lo que sea que tú sientas hacía mí ¡NO ES AMOR!.
—. Sí, lo es. ¡ES AMOR! Un amor del bueno, del que jamás podrás escapar. Aún muerto me encargaré de llevarte al infierno conmigo.
Le asusté tanto que cubrió su cuerpo desnudo con sus brazos y piernas.
—. ¡ALÉJATE! —. Gritó, protegiendo a nuestro hijo con sus manos.
—. Iré por leña y algo para comer. Dejare la puerta abierta pero sobra decir que sí intentas huir te irá mal.
Abrí la puerta de la cabaña tomando las llaves del carro y por si acaso la escopeta que compre por si las dudas.
No quería hacerle daño a Paul pero si insistía en alejarse y despreciarme me llevaría al límite de lo que podría ocurrir.
Lo último sería matarlo, está vez sí o sí y eso me llevaría a la locura. Pero Paul no me daba alternativa con su actitud desagradecida.
Apague el auto, y me dispuse a decender pero una patrulla cerca de la entrada de la cabaña me hizo retroceder a toda velocidad.
TE TRAICIONÓ.
Aquel dolor en mi cabeza y el dolor de la traición de Paul me hizo tomar la escopeta y bajar del automóvil.
A pasos lentos abrí la puerta y para mí excelente fortuna era ese policía que había abrazado a Paul cuándo le pegué en público.
Disparé sin pestañear.
Paul que estaba cerca salió corriendo.
Recargue el arma y para estar seguro de su muerte le propine otro balazo.
Otra punzada en la cabeza me hizo soltar el arma y caer de rodillas.
Eran las voces. Esas voces que escuchaba desde niño.
MATALO. ¡YA! APROVECHA QUE ES TAN LEJOS DE PUEBLO MAS CERCANO.
SI, JOHN MATALO.
PODRA LLEVAR A TU HIJO, PERO YA NO TE AMA.
MATALO, MATALO, MATALO.
—. NO, NO, NO. ¡YA BASTA! —. jale mi pelo para controlar las voces.
EL INFIERNO ES MUY GRANDE JOHN HABRÁ ESPACIO PARA TÍ, Y PARA PAUL.
Agarre la escopeta y corrí a perseguirlo.