Capítulo catorce. | SEGUNDA TEMPORADA.

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Narrador omnisciente.

Las lágrimas bajaban por su rostro con tanta rapidez que fácilmente podría decirse que la morena solamente había mojado su rostro con agua y lo que bajaba era exceso de la misma pero no, las lágrimas saladas que ya habían marcado su camino por las mejillas de aquella mujer bajaban sin problema alguno.

Magdala yacía en su hogar llorando queriendo que sus sollozos no se escuchasen aunque ¿A quién podría molestarle escucharla llorar?

Ahora sí que le hacia justicia a su nombre, lloraba cual María de Magdala.

Su garganta palpitaba con fuerza haciendola consciente de que el nudo instalada en esta seguía presente ¿Por qué? Ya había llorado por un buen momento pero seguían en pie esas ganas de llorar.

Pero ya no lloraba solo por Daniel y su discusión sino que también por lo que aquel le había dicho, ella sabía que era una insensata por enredarse con Robert sin importarle los sentimientos que este tenía por él, sabía perfectamente que Robert no se merecía que amara a una persona como ella, él necesitaba a una mujer que lo quisiera con la misma pasión que él entregaba y es que aquel británico que se encasilló como Edward Cullen merecía el mundo entero.

Era una persona tan noble y humilde, muy sincero con su sentir así como tímido a su vez, era esa clase de persona a la que observabas y simplemente veías a un ser incapaz de lastimar a otro y aunque este saliera lastimado te preguntaría ¿Por qué tendría que sufrir?

Lloraba de impotencia, de coraje, no con Daniel, no con Tom, no con Robert, por ella.

Se sentía como una ramera sin sentimientos de tan solo pensar que no queriéndolo y deseandolo se terminó enredando con Pattinson, en más de una ocasión pero menos de tal vez ocho, maldijo haber amanecido entre las sábanas de aquel chico de forma lujuriosa. Maldecia cada que cuando despertaba se encontraba con ese rostro de facciones definidas descansando tan inocentemente y de forma plena, él no se merecía nada.

Él era la víctima.

No ella.

Él era la víctima.

Daniel tenía razón.

Robby fue quien en más de una ocasión se quedó a su lado cuando se sentía mal, quien le hacia compañía cuando se quedaba sola cuando su madre tenía trabajo por la madrugada, quien canceló y cambió planes cuando su madre murió para quedarse con ella a su lado consolandola.

Robby siempre fue quien estuvo ahí para ella.

Robby fue quien la tomó entre sus brazos para protegerla de todo aquel que quisiera hacerle daño y cuando no podía protegerla, era quien estaba ahí para velar por ella.

Que miserable se sentía.

La morena respingó cuando se quedó sin llorar, parecía que horas de haber llorado la habían dejado seca a tal punto de que ahora solo le ardía la nariz de tanto sorber y sacudir su nariz moqueante. Sus ojos marrones miraban borrosamente al frente, no porque tuviese miopía o algo sino porque su mirada estaba desenfocada, se había perdido en algún punto del plano existencial.

Solo era consciente de que su nariz ardía y su cabeza parecía querer estallar por un fuerte dolor en las sienes, la mitad de su rostro le dolía de forma horrenda insoportable, sus ojos rojos y cristalizados le dolían pero cerrarlos la llevaba a tener una sensación punzante por todos sus párpados.

Detrás de la cámara. © [Tom Felton] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora