pose | 04: bon appetit.

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El hotel era prístino, gigante y lujoso, lo cual en verdad conociendo a Chenle todos los invitados esperaban. Muy bonito y elegante, el personal extremadamente amable, y a pesar de todo ello al estar ubicado a tan solo unos pocos metros de la preciosa playa se sentía un ambiente liviano bastante notable. Las perfectas vacaciones, para relajarse, para tomar un respiro.

Colectivamente, al llegar a poco después de las siete de la mañana y tras tantas horas de viaje incesante –por lo menos de parte de quienes venían desde Corea, con su vuelo y seguidamente el barco–, apenas esperaron a recibir las llaves de sus respectivas habitaciones antes de prácticamente correr a las mismas a dormir. Fue una mañana tranquila, en la que finalmente pudieron olvidarse de sus agitadas vidas y sus agitados horarios, acostados en cómodas camas que los acunaron hasta entrada la tarde.

Yura despertó a las cinco, cuando el sol parecía estar en su punto más alto y consiguió de alguna manera colarse por las persianas que bien se había asegurado de cerrar antes de acostarse. Su cuerpo se sentía aún pesado, anhelando al menos un segundo más de sueño, sin embargo se obligó a levantarse y cambiarse a un ropaje ligero que pudiera ayudarla en aquel intenso calor. Era en parte una buena sensación en la piel, algo agradable, mas no quería sudar demasiado.

Se echó un vistazo en el espejo del baño cuando estuvo lista, haciendo una mueca al ver las profundas ojeras que tenía y –no antes de tener un ligero debate mental para resistirse al ridículo impulso de cubrírselas porque a) ahí no había razón para esforzarse por su apariencia, y b) de todas formas quería pasar un rato por la piscina y aquello se arruinaría– salió de su habitación y caminó por el pasillo hasta llegar frente a la puerta de la de Dongwoo. Yura se negó, rotundamente, a compartir habitación con ella – puede que influyera un poco el hecho de que sospechaba que ese fin de semana sería una buena oportunidad para ella y el guardaespaldas.

Tocó la puerta con cierta impaciencia, confiando que su amiga siguiera ahí aunque fuera ya tan tarde, y además aprovechó para atarse el cabello en una coleta medio desordenada mientras esperaba por ella. Grande fue la sorpresa cuando, en lugar de abrirse la puerta para revelar a los rellenos cachetes de Dongwoo, lo hizo para enseñarle la más cruda imagen del chico ese Na Jaemin, sin camisa y apenas en unos ligeros pantalones de chandal grises.

Yura se sonrojó por la mera sorpresa, recordando su deplorable actual aspecto que tanto distaba al radiante usual, y por un momento únicamente se quedó boqueando en lo que se obligaba a mantener sus ojos, abiertos a más no poder, solo en la cara del tipo y en más ningún otro lado. Jaemin alzó una ceja, el cabello revuelto y todo en su perezoso rostro gritando que la modelo había interrumpido su sueño, y entonces ella se aclaró la garganta y se forzó a justificarse.

—Dongwoo... —soltó, tan flojo y bajito como su imponente persona jamás había sido capaz de siquiera contemplar. Se regañó internamente, tomando una bocanada de aire con cuanto disimulo le fue posible tener, en busca de calmar los molestos y constantes latidos de su corazón.

Bueno. Aquello no era muy distinto a lo que, incluso regularmente, veía en su trabajo. Ya había modelado ropa interior junto a preciosos jóvenes, incluido el bombón de cuerpo cincelado que era Jeno; este chico no debería afectarle como lo hacía, la situación era absurda. Se convenció, con ridícula facilidad pues le convenía, de que era porque había aparecido por arte de magia en el cuarto de su amiga. Lo peor, tan tranquilamente luciendo así. Con el borde de sus bóxers asomándose, con una fina capa de sudor decorando su medio bronceada piel.

¿Acaso ellos...? Claro, ¿por qué más estaría en su habitación y además con esas pintas?

—¿Dongwoo? —él frunció el ceño. Tenía una mano todavía sosteniendo el pomo de la puerta, dándole a Yura la impresión de que estaba apurado por acabar con aquello y, quizá, regresar a la cama con su morena amiga. Lo entendió, inmediatamente, y por ello su sonrojo aumentó. Estaba siendo imprudente, y le avergonzaba aunque fuera por completo accidental—. ¿Quién es... Dongwoo? —ladeó la cabeza, y Yura frunció los labios.

Pose || Na Jaemin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora