pose | 21: just don't.

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¿¡Eeeeh!? ¡Emboscada, emboscada! Aborten misión, ¡la pobre Yura nunca se esperó algo como esto, tan de repente!, ¡todo lo contrario!

—¡Pero qué dices! —soltó atropelladamente, dándole un impulsivo manotón en el pecho que lo mandó de espaldas al colchón con un leve rebote.

Se arrepintió de inmediato –no lo suficiente como para siquiera pensar en disculparse, sin embargo–, y se trajo la mano culpable al pecho, sosteniendo su muñeca con la otra y los ojos abiertísimos; el pulso le bombeaba agresivo en las orejas, tanto que era capaz de ¿escucharlo?, ¿sentirlo? Dios, solo quería que parara esa sensación. Era exasperante.

Boom, boom, boom, boom.

—Mm, esa no era la reacción que quería, pero extrañamente era más o menos la que me imaginaba —refunfuñó él, haciendo un puchero y cruzándose de brazos, como todo un bebé berrichundo, con la vista clavada en el techo.

Quizá Yura hubiera podido considerarlo adorable, si no estuviera desnudo y total y desvergonzadamente descubierto.

—¡Es que es lo que te ganas por decir una estupidez como esa! —intentó gruñir, sonar lo más borde posible –cosa que con tantos años de natural agresividad verbal le debió haber sido facilísimo–, pero apenas salió todo en un chillido como nervioso.

Nerviosa, estaba nerviosa. Le iba a explotar la cabeza, lo juraría, y si comenzaba a temblar apenas un poquito más ya sería notorio.

Jaemin frunció el ceño, chasqueando la lengua. Se movió para recostarse sobre su costado, sosteniéndose la cabeza de la palma con el codo enterrado en el colchón— No es una estupidez. Estaba hablando en serio. Me gustas. Y me preocupó mucho que no quisieras ni verme a la cara apropiadamente al despertar.

—Hah —Yura soltó una sola risa amarga, incrédula, y para variar fue capaz de mantenerle la mirada—, yo no te gusto. Deja de decir eso —declaró, incluso con los cachetes brillando bochornosamente de rosa y el estómago estrujándosele de desconocido alboroto.

Es que era... imposible. ¿Cuantos días, que contaran en realidad, llevaban ellos dos conociéndose? Si bien era cierto que lo que vivieron juntos en la isla fue dolorosa e insoportablemente entrañable, no había sido ni una semana. Aquí en la ciudad, no habían sido ni veinticuatro horas.

Se trataba de una malditamente poderosa atracción, eso sin dudas, pero era tan solo sexual, ¿cierto...?

Mierda, ahora Yura no lo sabía con total certeza.

No era como si le fuera sencillo comprender al menos la mitad de lo que Na Jaemin le provocaba, mas incluso peor era analizar lo que ella le provocaba a Na Jaemin. ¿Era posible, siquiera...? ¿Que en tan poco tiempo, sobre todo siendo el desastre que frente a él no parecía poder dejar de ser... eso pasara?

Solo pensar en las palabras concretas le daba escalofríos. La invadía una aterradora y molesta ansiedad por lo verdaderamente incierto en ello – le estaba afectando tanto que apenas quería huir de la escena, como si no estuviera en su propio maldito departamento y el intruso fuera nadie más que él.

—¿Disculpa? —Jaemin alzó las cejas, curiosamente como entretenido y ofendido a partes iguales. Yura quiso golpearse por incluso en esa clase de situación sentir cierto triunfo por, raramente, descolocarlo—. Me gustas, Jeon Yura. ¿Qué carajo...?

—Mhm, ya... De acuerdo. Te gusto; como eso que se dicen los niños de séptimo grado antes de ser noviecitos por dos semanas —habló, irónica, con los ojos entrecerrados. Cuando Jaemin no hizo sino asentir, Yura resopló, negando con la cabeza. El pinchazo en su pecho lo ignoró rotundamente al continuar, porque aunque le doliera lo que diría estaba tallado en su mente—. Te gusta mi cara, mi posición, mi nombre. Te gusta que me guste follar contigo y haya permitido que pase un par de veces. Es más o menos todo lo que conoces de mí, Na Jaemin. No sabes nada; quizás hayas leído algunos, de paso, tergiversados artículos antes, pero ya está. No puedo gustarte, no genuinamente —se encogió de hombros, escogiendo pretender que el ligero temblor en su voz no estuvo presente en lo absoluto.

Pose || Na Jaemin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora