Capítulo 2: Rojo

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2-Rojo

**Byakuya**

Saco un pañuelo de seda de las mangas de mi kimono para pasarlo con delicadeza sobre las perlas de sudor que hay en mi frente provocadas por el bochornoso calor que hace en esta maldita carreta. Chasqueo la lengua entre mis dientes muy molesto cuando el cochero para casi de golpe el carro frenando a los caballos haciendo que me tambalee lo suficiente para cabrearme.

-¡Sooo!! Hemos llegado, señor- bajo del carruaje posando mis sandalias en la agreste arena y coloco mi espada en la tira de mi obi, a un lado de mi cadera para poder caminar hacia la puerta principal del clan al que he sido invitado para mi desgracia. Resoplo mientras unos criados con vestimentas occidentales antiguas, al estilo de los plebeyos medievales con jubones desgastados encima de sus camisas y calzas largas a modo de medias. me acompañan directamente al castillo donde me espera el líder del clan hispano, un enorme hombre corpulento de cabello moreno largo y ojos del color de la sangre que me revuelve el estómago cada vez que tengo el disgusto de verle.

-Alteza, el maestro Kuchiki del clan samurái está presente-

-Ya lo veo. Largaros...- Coyote Yhwach chasquea sus dedos echando a sus criados de la habitación y veo cómo se le alarga una sonrisa venenosa cuando posa sus ojos en mí.

-Dichosos los ojos que te ven, Byakuya...cómo has crecido...- siento un tic en el párpado cuando susurra mi nombre de pila y vuelvo a suspirar cruzándome de brazos.

-No es un gusto venir a ver tu rostro, Yhwach. ¿Para qué tanta urgencia por mi presencia? -

-Tengo un encargo que hacerte. Acompáñame- frunzo el ceño cuando me veo obligado a seguirle por una especie de pasadizo que tiene oculto en un lado de la pared de su despacho y bajo unas escaleras de caracol que desembocan en un túnel oscuro y húmedo desde el cual me llegan voces y lamentos.

-Mis celdas privadas, como podrás ver. Aquí encierro a todos los que no quiero que se sepa en público que están castigados. Digamos que es un asunto personal- Yhwach sigue andando unos pasos más hasta que se detiene frente a una celda en la que hay un chico de una apariencia tan llamativa que no puedo evitar abrir los ojos más de la cuenta para observarle mejor. No debe tener más de quince años por la complexión de su cuerpo. Su piel es tostada, bañada por la luz solar, su cabello, que es lo que más me sorprende, es de un rojo tan intenso que parecen llamas y su vientre, está algo abultado. Trago saliva al saber lo que eso significa y veo como el chico, me lanza una mirada tan penetrante como furiosa a la par que tuerce sus labios en una mueca burlona y desafiante.

-Que te den...- frunzo el ceño al escuchar ese insulto hacia mi persona y Yhwach me mira como si disfrutara de mi reacción.

-Está en cinta. -

-Lo estaba hace unos días- miro a Yhwach más fijamente al escucharle. –El muy cabrón se tiró por una de mis torres para deshacerse de mi semilla. Debería haberle matado, pero...creo que lo que necesita es un buen entrenamiento para aprender a obedecerme...-

-No- le doy la espalda a Yhwach de forma inmediata y me encamino hacia la escalera oyéndole hablarme de fondo.

-Eres el mejor maestro que conozco, este chico necesita mano dura y sé que tú puedes convertirle en un auténtico hombre-

-Conoces las reglas, Yhwach ¡él ya no es puro! Los maestros nos unimos a un aprendiz casto para enseñarles todo de principio a fin, si este chico ya está corrompido, está destinado al harén -

-Tú pecaste a sus años igual que él y te dieron una oportunidad- enmudezco al escuchar esa afirmación que me hace quedarme quieto apretando los puños mientras Yhwach se me acerca y se inclina hacia mi oído para susurrarme con su lengua viperina.

SODOMA: "Placer y Arena"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora