4. Cero.

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Jane

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Jane.

Dos días habían transcurrido desde que había entrado a la base militar. Dos días sin decir nada y, dos días alargando lo que sería un problema para todos.

Estiré mi brazo hacia adelante mientras miraba caer un pequeño copo de nieve sobre mi mano. Lo miré por menos de un segundo y, este se derritió al igual que lo otros que había estado tomando. Pronto decidí que había sido suficiente al estar fuera mientras veía caer la nieve.

Caminé hacia uno de los corredores techados y me senté en la banca de madera, observando de vez en cuando a las personas jugar en el lugar blanco. Parecían fascinadas, como si nunca hubieran jugado con ella en épocas pasadas. O tal vez yo era la amargada.

Últimamente había estado haciendo más frío de lo normal y, esa mañana, habíamos amanecido en un sitio lleno de nieve, por lo que la gente comenzó alegrarse y a jugar como si fueran niños, como si el virus y las guerras civiles no hubieran existido en el mundo.

—¿No tienes frío?

Miré a Amy sentarse a mi lado. Llevaba una bufanda sobre su cuello y un par de guantes con los que sostenía una taza de café.

—No, estoy acostumbrada al frío —encogí los hombros—. ¿Tú no?

Negó a la vez que bebía un sorbo de café. Arrugó su nariz e hizo una mueca. Al parecer se había quemado la lengua. Ella bajó la taza y la apoyó en su rodilla, mirando hacia el frente. En ese momento me di cuenta de que estaba en otro mundo, por lo que solo me dediqué también a estar en silencio.

Luego, miré hacia mi derecha, en donde unas puertas gigantes se abrían. Indicando que dos camiones militares estaban ingresando. Estos se detuvieron y, antes de que ellos bajaran, fueron desinfectados con unos compresores de agua. Suponía que quizá llevaban algún tipo de liquido para hacerlo. Y, cuando las personas bajaron, observé que entraban a una especie de conteiner modificado que estaba a un lado de la entrada, siendo igualmente desinfectados.

—Ya volvieron... —murmuró Amy a mi lado—. Harry debe estar ahí...

La miré unos segundos y solté una pequeña risa. Amy, con su vista fija en las personas, comenzó a mover su pierna con impaciencia, como si estuviera esperando verlo.

—¿Por qué salen? —interrogué.

—Am... Ellos fueron los que te trajeron —explicó—. Pero luego volvieron a marcharse —me miró tímidamente—. No soy de escuchar conversaciones ajenas, pero oí como el general les pedía que volvieran a salir. Ya que no habían encontrado algo que pudiera darles el indicio de una cura. Hablaron también de un laboratorio que fue destruido.

THE CODE [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora