27. Verdad que duele.

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Jane

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Jane.

Estoy viendo ahora mismo un helicóptero descender hacia la parte central de la base, lo que ocasiona que mi cabello poco acomodado, vuelva a enredarse al sentir el viento golpearme con brutalidad. No había estado preparada para eso, y tampoco había creído volver a ver un helicóptero después de tanto tiempo. Así que luego de estar observando como una niña pequeña, camino hacia donde se encuentra Max, quien con sus brazos cruzados y ceño fruncido observa la misma escena.

—Te veo molesto.

Su vista se posa en mi rostro, escaneando con curiosidad.

—Tus marcas son más visibles de día —comenta con una mueca—. Los hematomas demoraran en irse.

—Servirán para espantar.

Entorna sus ojos sin gracia.

—¿Qué fue lo de anoche? —me pregunta mientras su vista vuelve al helicóptero—. Parecías querer asesinar a Harry.

Solté una risa.

—¿Parecía?

—¿Querías hacerlo?

Negué con la cabeza luego de unos segundos. Y, es que la verdad, no me encontraba capaz de asesinar a Harry, pero tampoco podía negar que deseaba cobrar algo de venganza por la mala jugada que me había hecho pasar. Aún seguía siendo un maldito.

Dylan en ese instante aparece por el otro lado del objeto volador, logrando que mis manos se hagan puños al recordar que también había sido parte de ese estúpido plan de traición. Y, antes de que mis pensamientos vuelvan a jugar en contra, decido salir de esa zona.

No tenía intenciones de amargar mi inicio del día. Por última vez y, en un salto de intriga, continúo observando al helicóptero mientras camino en dirección hacia los comedores, teniendo algo de esperanza en encontrar un poco de comida.

—Jane... —escucho mi nombre pronunciar por una voz tímida, logrando que mi caminata se vea interrumpida.

Mi vista se posa en ella, notando las ojeras marcadas que lleva, al igual que su rostro pálido y exhausto.

—¿Podemos hablar?

Arrugo mi entrecejo.

Realmente no deseaba entablar una conversación con Amy. Me había negado desde la noche anterior, cuando me había seguido a las habitaciones.

—Amy... —suspiré su nombre con frustración—. Dejemos atrás lo que sucedió. No quiero hablar sobre ello.

—Es importante para mí.

—¿Crees que no me duele? —le pregunté—. Toda una vida pensé que ella era mi madre, mi verdadera madre. Y no lo es.

Quise pasar por su lado, pero su mano inquieta me detiene para sujetar el bolsillo del abrigo que llevo encima.

THE CODE [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora