El mundo se volvió un caos; Muertes, guerras y enfermedades. Pocos fueron los que lograron sobrevivir, por eso, ellos habían creado una organización, la cual, se instaló en cada ciudad del mundo. FA-K30, ubicada en Kansas, era la base militar princi...
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Harry.
Mi respiración se volvió pesada en el instante en que pisamos las instalaciones del laboratorio. Y a pesar de que aún nos faltaban pasos por ingresar, sentía mi corazón palpitar con rapidez. El sudor podía sentirlo bajo mi ropa pesada, al igual que la transpiración bajo mi capucha. Tenía una pequeña incomodidad cada vez que avanzábamos. El presentimiento de que nada bueno sucedería, estaba ahí, comiéndome.
Había dicho que estaba preparado para esto, pero en realidad no lo estaba. No había salido en mucho tiempo de la base militar y, ahora, lo había hecho en menos de dos semanas sin dejarme rechistar. Tal vez tenía el entrenamiento suficiente para lograrlo, pero mentalmente, no me sentía bien para enfrentarme a lo que era Nexus25, o lo que había sido en su tiempo.
De reojo, observé a Jane estar en el mismo estado, solo que a ella no era necesario analizarla demasiado como para saber que estaba nerviosa e inquieta. Sin embargo, lo dejé estar.
Me detuve haciendo puño mi mano, en un gesto para que los tres también se detuvieran. Avancé hacia la pared de cemento, me coloqué de espaldas hacia ella y miré brevemente hacia la entrada, verificando el perímetro. Joseph se adelantó cuando lo indiqué, quedándose en el otro extremo mientras ambos estábamos preparados para cualquier ataque.
Respiré profundamente, cerré los ojos con fuerza y volví mi vista hacia Jane. Era su turno, era el maldito cebo de todo nuestro plan. Ella lo sabía cuando giró su cabeza hacia mí.
—Hazlo —demandé.
Podía ver como su pecho subía y bajaba en agitación. Luego, pasó por delante de mí, sin mirarme. Se quedó frente a la puerta destruida, observó hacia todos lados y avanzó con precaución. Miré la pantalla de mi dispositivo, en donde podía ver con claridad gracias a la cámara espía que le había puesto en su abrigo.
—Está avanzando —avisé a Max.
Mi vista no se quitaba de la pantalla. Podía ver el largo pasillo, notando la suciedad y escombros en el suelo.
No había rastros de científicos locos.
—¿Cómo sabemos que no la matarán?
No lo pensé demasiado.
—Su madre no haría eso.
—¿Estás seguro?
—Es su madre —contesté de manera obvia—. No creo que lo haga.
—¿No había muerto?
—Marlon dijo que no lo estaba.
Pronto Jane dejó de caminar cuando llegó a un piso subterráneo. Abrió una puerta pesada de metal y dejó ver sus manos y parte de sus muñecas marcadas. Y cuando logró abrirla, volvió a caminar junto con su linterna que había guardado por unos segundos.