El mundo se volvió un caos; Muertes, guerras y enfermedades. Pocos fueron los que lograron sobrevivir, por eso, ellos habían creado una organización, la cual, se instaló en cada ciudad del mundo. FA-K30, ubicada en Kansas, era la base militar princi...
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Jane.
Mi cuerpo dio un sobresalto cuando sentí que me asfixiaba, por lo que inmediatamente quise llevar mis manos al cuello, sin embargo, el tirón de algo metálico y el dolor creciente hizo que dejara la acción atrás para ver nuevamente el encarcelamiento. Mis ojos fueron directo hacia las muñecas. Estaba en una camilla y, aunque deseara salir de ahí, no podía. Las extremidades del cuerpo junto con mi cadera, no tenían una escapatoria. Quise levantar esta vez mi cabeza para solo darme cuenta que el cuello también estaba atrapado con un tipo de cinturón de cuero.
Ella me había inyectado algo, lo podía recordar cuando había tratado de negociar sin éxito mi escapatoria. Tampoco iba a olvidar la expresión de Amy, quien con un vano esfuerzo deseó ayudar en el último minuto, justo cuando mi cuerpo golpeó el suelo con fuerza.
Hice una mueca al cerrar mis ojos para prontamente soltar una pequeña risa nerviosa, pensando en la terrible miseria que el futuro me comenzaba a deparar. No tenía idea de donde me podía encontrar o si es que estaba en el mismo edificio, solo podía apreciar las luces parpadeantes y las paredes desgastadas de aquella sala poco iluminada. Y, las camillas a mi lado me decían que tal vez no era la única persona con un futuro incierto.
Cerrando mis parpados una vez más, oí pasos estridentes. Parecían querer llegar al lugar en donde me encontraba y, al abrirse la puerta, no pude visualizar a la persona que se encontraba en el umbral. Esta vez, con algo de dificultad de por medio, observé por el rabillo del ojo a una mujer acercarse hasta mí.
—¿Amy? —incredulidad reflejada en el tono de mi voz—. ¿Dónde está ella?
Pude notar el nerviosismo en su expresión. Estaba temblando, parecía haber estado llorando hace minutos atrás y no decía nada, solo podía ver su mentón tiritar a la vez que ayudaba en quitar las amarras que me tenían quieta en esa camilla, sin embargo su esfuerzo parecía verse entorpecido al estar nerviosa.
—Ey —suelto para que me observe a los ojos—. Tranquilizate.
Me observa con sus ojos llorosos.
—¿Dónde está Clarisa? —pregunté una vez más.
—Yo... yo —negó con su cabeza, casi con pánico—. Necesito sacarte de aquí.
—Espera —detuve su intención del supuesto rescate cuando pudo quitar la presión de mi cuello, dejando que el cinturón cayera por un lado de mi cabeza—. ¿Por qué haces esto?, creí que estabas de su lado. Es tu madre...
—No podría estar de su parte.
Fruncí mi entrecejo mientras veía como sacaba unas llaves de su bolsillo, haciendo un sonido entre ellas para buscar la correcta. Mis extremidades se lo iban agradecer, pero aún así, no me sentía capaz de confiar de manera completa en Amy. Además, estaba el pequeño hecho de que era familiar directo de Clarisa, un honor que me alegraba no cargar.