-Veo que aún me recuerdas. Dime, ¿me extrañaste, preciosa? –Preguntó respirando sobre su cuello.
Laurel no contestó, y simplemente intentó alejarse del hombre que la sostenía, sin hacer un mínimo de ruido para no llamar la atención de Harry que jugaba en el piso superior. Si Marcus lo veía… Mejor ni pensar lo que sucedería. Cualquier cosa soportaría, que la golpeara, que abusara de ella, que rompiera su mente en mil pedazos como era su método favorito de dominación, lo que sea, pero no que pusiera los ojos sobre su bebé. Sabía qué tanto podía llegar a arruinar la vida de las personas con solo poner los ojos sobre ellas. Ahora lo sabía. Y no permitiría que eso volviera a suceder.
>Te hice una pregunta –gruñó el hombre volteándola con rudeza para que quedaran frente a frente.
Se había quitado el hechizo de desilusión, y ahora Laurel podía verlo claramente. No había cambiado nada de la última vez que le vio, al menos no físicamente, pero todo lo demás se había ido junto con la confianza tan ciega que ella le había dado cuando no era más que una niña de diecisiete años que escapaba de su familia y de un futuro vacío y rutinario. Allí fue que lo encontró a él, un hombre que se veía seguro, con clase, capaz de poner el mundo a sus pies. Se dejó encandilar por él y su oferta de felicidad en una tierra que no conocía pero con la que siempre había soñado… todo lo que luego no fue más que su peor pesadilla.
>Creíste que podías escapar para siempre, ¿verdad? Que nunca podría encontrarte –rió desdeñosamente –Pues créeme que no es tan fácil escapar de mí, por más que hubieras mandado a ese gigante para que se deshiciera de mis ejecutores.
-Yo no mandé a nadie –Laurel no pudo evitar responder, bastante desconcertada. Siempre había creído que Severus tuvo que ver en el asunto, no lo habían hablado nunca, pero como él los estuvo buscando después de que la atacaran pensó que era lo más lógico y lo dio por sentado, sólo para que ahora Marcus le dijera que “un gigante” lo había hecho. Un gigante... ¿como Rubeus Hagrid?
-Tú o tu protector, poco me importa –contestó secamente –Lo que sí me importa es lo que me debes.
-No te debo nada.
El golpe que recibió en el rostro la tiró al suelo y le hizo sangrar la nariz, aun así su preocupación se dirigió directamente a lo alto de la escalera más que a ella misma. Las maderas del suelo habían hecho demasiado ruido cuando cayó.
-¿Mamá?
******
Volver a unas silenciosas mazmorras después de un largo día intentando meter aunque fuera un poco de conocimiento en la mente de todos esos insufribles mocosos que tenía que enseñar diariamente, era un gusto que se había estado perdiendo por años, y que ahora podía disfrutar libremente.
Severus se sentó en el sillón frente al fuego de la chimenea en la pequeña sala, sólo respirando el silencio que lo rodeaba, la tranquilidad de no tener a un niño queriendo treparse por sus piernas mientras le insistía para que jugara con él, o la voz alegre de una mujer intentando entablar una conversación al preguntarle cómo había ido su día. Ahora todo eso se había ido, y con ellos esa sensación de estar perdiendo el control sobre su vida.
Eso era lo que más había estado molestando a Severus en esos últimos años, más que incluso las maneras siempre alegres de Laurel (que en su momento le habían gustado de ella porque le infundía algo de vida a su existencia) o la risa estruendosa y carácter feliz que Harry parecía haber heredado de ella (si hubiera sido su madre de verdad); perder el control sobre su vida no era algo que le gustara, había tenido mucho de eso cuando crecía con su padre abusivo, y luego mientras estuvo bajo el mando del señor Tenebroso. No lo quería ahora, no otra vez. Y tener una familia le estaba robando eso, su autonomía, su dominio sobre sí mismo.
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ADA(O)PTARTE
FanficLa vida de Severus Snape termina siendo unida a la de Harry Potter de una manera por demás extraña y poco ortodoxa. ¿Quien hubiera creído que llegaría a él como un regalo "para mejorar su humor" en medio de la noche?