¿Quién hubiera creído que terminaría así? En el lado muggle de Londres (para que nadie lo reconociera) y en una tienda comprando artículos para bebé. Él seguro que no. Ni en sus sueños más locos.Pero aquí estaba, después de haberse jurado a sí mismo jamás atarse a una familia por todo lo que eso conllevaba al tener su vida al servicio del señor Tenebroso. De todos modos, ¿qué más podía hacer? Era esto o quedarse a cuidar al mocoso de Potter mientras Laurel hacía las compras. Y él, Severus Snape, no estaba dispuesto a quedarse con ese crío más que el tiempo suficiente.
Entendía (y agradecía) que por la oportuna nota de Laurel se hubiera librado de permanecer indefinidamente en una de las celdas del Ministerio, pero todo tenía un límite, y él no pensaba jugar al padre de familia feliz con el mocoso de Potter.
Por otro lado, era evidente que el crío necesitaba algunas cosas, no podía simplemente estar todo el día vistiendo el pijama con el que Laurel lo había tomado o el conjunto (que después de una discusión con la joven había llegado a un acuerdo de dejarlo en color azul medianoche y no negro como lo había transformado al no poder soportar los colores chillones que tenía originalmente) que Dumbledore le regaló, terminarían por desgastarse muy pronto después de todos los hechizos de limpieza que le aplicaban para que permaneciera lo más limpio posible.
Tomó un pequeño suéter verde con un pantalón del mismo color, y los metió en la canasta donde ya había otro par en color azul, esperando que con eso estuviera bien. No tenía suficiente dinero para comprar más. Entre la comida y los pañales se le había ido casi todo los pocos ahorros con los que contaba, y sabía que pasaría algún tiempo antes de volver a tener más dinero. Ahora con el Señor Tenebroso muerto, y la mayoría de los mortífagos en prisión o prófugos, ya no tendría el ingreso que le daba preparar pociones para ellos.
De hecho, ni siquiera podría pagarle a Laurel este mes después de todo el gasto que estaba llevando. Pero eso era lo de menos, se dijo, ahora con la situación completamente cambiada, no creía que ella siguiera cobrándole por su exclusividad. Al menos, es lo que esperaba.
Cuando se acercó a la caja para pagar, feliz de estar ya fuera de ese lugar, se preguntó por qué todas las mujeres con las que se había cruzado mientras estuvo allí, lo miraban como si fuera el primer hombre que veían en mucho tiempo...
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Severus se apareció directamente dentro de la casa de Laurel. Ahora que ya llevaba un par de semanas yendo y viniendo de ese lugar, la joven lo había incluido en las protecciones para que no tuviera que andar rondando por esos lugares más de lo necesario.
-Laurel -llamó, pero todo lo que le recibió fue el silencio.
Entró entonces a la habitación, pero ella no estaba allí. El armario tenía una de sus puertas levemente entornada que dejaba ver el pequeño canasto donde dormía el niño, quien afortunadamente parecía estar empezando a adaptarse a su nueva vida en esas últimas semanas.
-Llamaron a la puerta antes, por eso tuve que colocarlo allí.
Severus se giró al escuchar la voz de Laurel que acababa de salir del baño, notando que había algo diferente en ella. Se la veía como apagada o tal vez inquieta, nada comparado a como estaba esa mañana, en la que si bien estaba preocupada por el rumbo que estaba tomando su vida, aun tuvo ánimos de bromear con él.
-¿Quién era? -Preguntó intentando descubrir qué era eso que parecía molestarla.
-Nadie importante -respondió encogiéndose de hombros sin importancia.
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ADA(O)PTARTE
FanfictionLa vida de Severus Snape termina siendo unida a la de Harry Potter de una manera por demás extraña y poco ortodoxa. ¿Quien hubiera creído que llegaría a él como un regalo "para mejorar su humor" en medio de la noche?