Capítulo 20

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  Remus Lupin había llevado a Sirius Black a Hogwarts alegando que irían a hablar con el director Dumbledore para saber qué métodos de búsqueda para encontrar a Harry ya había utilizado el viejo mago y poder seguir desde allí, haciendo el trabajo más fácil.

    O eso fue lo que Remus le dijo a Sirius.

   La realidad era que quería sacar a su amigo fuera de la lúgubre casa de Grimmauld Place para que se despejara un poco… y así tal vez después pudiera sentirse más fuerte para terminar de afrontar que Harry posiblemente ya llevaba muerto más tiempo del que querían pensar.

   Sirius había aceptado la propuesta de su amigo, por supuesto, aun cuando ver a Albus Dumbledore era lo último que quería hacer realmente, estaba la posibilidad de llegar a encontrar alguna manera de recuperar a su ahijado.

   Remus se sintió mal de valerse de ese deseo y esperanza de Sirius para engañarlo, pero sabía que alejarlo de Londres era todo lo que podía hacer por él ahora.

   Pronto se daría cuenta que su plan de despejar a Sirius y hacerlo entrar en razón, terminaría saliendo bastante mal.

-¡Harry! –Exclamó Sirius yendo hacia la chimenea.

   Por un instante Remus temió que los años de Azkaban, seguido del encierro en la lúgubre casa de Grimmauld Place por ocho meses, hubiera terminado por hacerle perder lo último de cordura que alguna vez Sirius había conservado, tanto que ahora estaba viendo a su pequeño ahijado en las llamas de la chimenea de la cabaña de Hagrid. Hasta que vio que se dirigía más directamente a una de las fotos de la repisa, la cual tomó con manos temblorosas.

-Ese es Harrison, el hijo del profesor Snape –aclaró Hagrid, dándose cuenta no por primera vez que ambos niños tenían el mismo nombre.

-¿El hijo de Snape? –preguntó Lupin al mismo momento que Sirius decía:

-¿El hijo de Quejicus? ¡No! –Exclamó como si hubiera escuchado una blasfemia –No –repitió –Es Harry, el hijo de James y Lily. Dime que no lo es –desafió pasándole el portarretrato a Remus.

    Remus no pudo contestar de inmediato, mirando la imagen que se repetía una y otra vez como un bucle; un niño de aproximadamente seis años medía su estatura con las gigantes calabazas del huerto antes de mirar hacia la cámara y sonreír con alegría. Su corazón se saltó un latido, esa sonrisa ya la había visto antes. Pero no sólo era eso, el perfil afilado pese a la redondez típica infantil que llenaba el rostro del niño, sumado al cabello oscuro y los ojos verdes… realmente podía verse como una copia perfecta entre James y Lily. Pero…

-No, no. Es Harrison, el hijo del profesor Snape –insistió Hagrid, tomando el portarretratos de las manos de Lupin para mostrarle la inscripción que llevaba detrás. “Harrison Snape. Otoño 1987” –Tenía seis años allí. Es un año menor de lo que sería Harry Potter.

   Sirius no escuchaba ya, mirando cada uno de los portarretratos por si había otra en donde apareciera su ahijado Harry.

-¿Dónde está? –Preguntó volteándose al no encontrar nada – ¿Dónde está? –Repitió, más brusco, cuando Hagrid no contestó de inmediato.

-Se marcharon al comienzo del año escolar –contestó el semigigante, bastante aturdido de que Sirius le hubiera levantado la voz –El niño no fue clasificado por el Sombrero Seleccionador en el Banquete de Bienvenida, por alguna razón. Al día siguiente sólo se encontró una carta de renuncia en el despacho del profesor Snape, y sus habitaciones de las mazmorras estaban vacías. El director Dumbledore sospecha que se marcharon para evitarle una vergüenza al niño.

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