Capítulo 17

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   Severus Snape nunca había sido una persona feliz, su padre se había encargado de destruir sus sueños infantiles antes incluso de que comenzaran a nacer en él. No sabía qué era el amor o  el simple hecho de sentirse acompañado…Hasta que conoció a Lily Evans.

   Esa niña pelirroja que conoció en el parque cerca de su casa había logrado despertar en él sentimientos que jamás había conocido. No podía decirse que la hubiera amado de inmediato, eran muy pequeños para algo así, pero años después cuando ya la había perdido, cuando ella no quiso escuchar sus disculpas, entonces fue que se dio cuenta cuánto la había amado, cuánto la amaba. Pero ya era demasiado tarde.

   Lily después se unió a Potter (algo que nunca pudo entender realmente, ya que siempre fue evidente que él la desquiciaba con su sola presencia), y la última esperanza que pudo guardar terminó por morir. Luego ella se escondió por causa de la profecía, y después ya estaba muerta. Así de simple, todo había terminado.

   Pero el amor que Severus le tenía no se había ido ni un poco. Más bien parecía haber aumentado.

   Todos los años pensaba en ella. Todos los días…Hasta que ya no lo hizo.

    No sabía cuándo comenzó, o qué fue lo que le llevó a “no pensar” en Lily. Tal vez mucho trabajo; tal vez el cuidar a Harry que le demandaba tiempo y esfuerzo; tal vez Laurel se le había metido hasta los huesos, desterrándola… No lo sabía porque simplemente la noche anterior se había percatado de ello, y entonces fue que notó que el amor que había tenido hacia Lily ya no era el mismo.

   Aun la amaba, sí, la amaba mucho, pero más parecido al amor que se tiene a una buena amiga, a una hermana querida, el amor que se le tiene a la familia, no el que tendría un hombre hacia una mujer.

   También amaba a Laurel; ella siempre estaba con él, era su constante y su apoyo, su cómplice en el secreto que lo llevó a ser el padre de Harrison  (algo de lo que no encontraba en sí para arrepentirse), una amiga que había encontrado en medio de un callejón cuando no estaba buscando nada y a la vez buscaba todo… Pero tampoco estaba enamorado de ella.

   La besaba y podía sentir ese cariño, ese deseo de más, de fundirse con ella, pero no podía reconocer eso como amor romántico de pareja. Era… o parecía… diferente.

   Laurel se alejó de Severus, pero no se apartó del agarre que tenía en su cintura, sólo lo suficiente para verlo a los ojos, acariciarle una de las pálidas mejillas, los labios; su gesto tan desconcertado como sorprendido.

-Es la primera vez que no la siento a ella aquí –dijo en un susurro, como si se estuviera diciendo a sí misma y no a él –Que no la tienes en la cabeza. ¿Qué cambió?

   Severus la contempló, dejándose inspeccionar como si fuera la primera vez que se veían o estaban en esas circunstancias, siendo que no lo era. No preguntó nada tampoco, sabía a quién se estaba refiriendo Laurel al decir “Ella”. Lily siempre había ocupado su cabeza cuando se besaban, o aquellas noches que la llamaba pidiendo “sus servicios” de compañía cuando sentía que ya no podía más y el mundo terminaría por aplastarlo, las noches que terminaba dormido sobre sus rodillas sintiendo la suave caricia en su cabello grasoso. Lily siempre estuvo en su cabeza, aunque era Laurel la que estaba allí realmente.

>Anoche soñaste con ella –siguió luego de unos segundos en silencio –Creí que hoy nada más podría ocupar tu mente –frunció el ceño, como si algo le molestara, pero luego simplemente volvió a acortar la distancia entre ellos y esta vez fue ella quien lo besó a él, como si intentara degustar esa nueva sensación e impregnarla en su mente pensando que sería la última vez.

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